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13 consejos de los primeros cristianos para vivir con alegría

Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, Ni nos abatirá el infortunio, ni nos llenará de soberbia la prosperidad. ¿Cómo vivían y rezaban los primeros cristianos? Su alegría y ánimo eran contagiantes. Sabían enfrentar con valor el martirio. Leamos con atención este artículo tomado del libro: «Orar con los primeros cristianos» de Gabriel Larrairi Aguirre. Acompaño éste artículo con dos excelentes vídeos acerca de Los Primeros Cristianos.

http://www.aleteia.org/

La vida de los primeros cristianos está llena de una alegría rebosante, porque saben que están haciendo, en cada momento de su día, lo que el Señor quiere de ellos. Su alegría no depende del estado de ánimo, ni de la salud, ni de ninguna otra causa humana, sino de la cercanía de Dios, que es el motivo de su gozo profundo e incomparable. Su alegría es capaz de subsistir en medio de todas las pruebas, incluso en los momentos más duros y oscuros, como la persecución y el martirio. Además su alegría es contagiosa: transmitirla es el tesoro más valioso que pueden dar a los que les rodean. Muchas personas encontraron y encuentran a Dios viendo la alegría de los cristianos.

«Una persona alegre obra el bien, gusta de las cosas buenas y agrada a Dios. En cambio, el triste tiende a obrar el mal» (Hermas, El pastor, siglo II). En su libro El Pastor, Hermas –hermano del papa Pío I- en la mitad del siglo II da una serie de recomendaciones a los cristianos referentes a la importancia de evitar la tristeza y estar alegres…

1. Arranca, pues, de ti la tristeza y no atribules al Espíritu Santo que mora en ti, no sea que supliques a Dios en contra tuya y se aparte de ti. Porque el espíritu de Dios, que fue infundido en esa carne tuya, no soporta la tristeza ni la angustia. (Hermas, El Pastor, Mandamientos, 10, 2-4)

2. Revístete, pues, de la alegría, que halla siempre gracia delante de Dios y le es acepta, y ten en ella tus delicias. Porque todo hombre alegre obra el bien y piensa en el bien y desprecia la tristeza.

En cambio, el hombre triste se porta mal en todo momento. Y lo primero en que se porta mal es en que contrista al Espíritu Santo, que le fue dado alegre al hombre. En segundo lugar, comete una iniquidad, por no dirigir súplicas a Dios ni alabarle; y, en efecto, jamás la súplica del hombre triste tiene virtud para subir al altar de Dios.
(Hermas, El Pastor, Mandamientos, 10, 2-4)

3. Los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando la Pascua (San Atanasio, Carta 14, 1-2)

4. Siempre estarás gozoso y contento, si en todos los momentos diriges a Dios tu vida, y si la esperanza del premio suaviza y alivia las penalidades de este mundo.
(San Basilio Magno, Homilía sobre la alegría, 25)

5. «Quien practique la misericordia – dice el Apóstol -, que lo haga con alegría»: esta prontitud y diligencia duplicarán el premio de tu dádiva. Pues lo que se ofrece de mala gana y por fuerza no resulta en modo alguno agradable ni hermoso.
(San Gregorio Nacianceno, Disertación sobre amor a los pobres, 14)

6. Como acabáis de escuchar en la lectura de hoy, amados hermanos, la misericordia divina, para bien de nuestras almas, nos llama a los goces de la felicidad eterna, mediante aquellas palabras del Apóstol: Estad siempre alegres en el Señor. Las alegrías de este mundo conducen a la tristeza eterna, en cambio, las alegrías que son según la voluntad de Dios durarán siempre y conducirán a los goces eternos a quienes en ellas perseveren. Por ello, añade el Apóstol: Os lo repito, estad alegres.

Se nos exhorta a que nuestra alegría, según Dios y según el cumplimiento de sus mandatos, se acreciente cada día más y más, pues cuanto más nos esforcemos en este mundo por vivir entregados al cumplimiento de los mandatos divinos, tanto más felices seremos en la otra vida y tanto mayor será nuestra gloria ante Dios.
(San Ambrosio, Tratado sobre la carta a los Filipenses, 1)

7. Los seguidores de Cristo viven contentos y alegres y se glorían de su pobreza más que los reyes de su diadema.
(San Juan Crisóstomo, Homilía sobre San Mateo , 38)

8. En la tierra hasta la alegría suele parar en tristeza; pero para quien vive según Cristo, incluso las penas se truecan en gozo (San Juan Crisóstomo, Homilía sobre San Mateo, 18)

9. Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, y estamos persuadidos de que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. Ni nos abatirá el infortunio, ni nos llenará de soberbia la prosperidad, porque consideraremos ambas cosas como caducas y transitorias (Casiano, Instituciones, 9)

10. El gozo en el Señor debe ir creciendo continuamente, mientras que el gozo en el mundo debe ir disminuyendo hasta extinguirse. Esto no debe entenderse en el sentido de que no debamos alegrarnos mientras estemos en el mundo, sino que es una exhortación a que, aun viviendo en el mundo, nos alegremos ya en el Señor.
(San Agustín, Sermón 171, 1)

11. Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que esta posesión llegue a nosotros, antes de que nosotros lleguemos a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza, que ha de convertirse luego en posesión.
(San Agustín, Sermón 21, 1)

12. Porque no hay nada más infeliz que la felicidad de los que pecan.
(San Agustín, De la vida feliz, 10)

13. Eso fueron los primeros cristianos, y eso hemos de ser los cristianos de hoy: sembradores de paz y de alegría, de la paz y de la alegría que Jesús nos ha traído. (San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 30)

Del libro: “ORAR CON LOS PRIMEROS CRISTIANOS”

Autor: Gabriel Larrauri Aguirre
Editorial Planeta Testimonio
Se pretende con este libro que los primeros escritores cristianos hablen directamente al lector, y que este diálogo directo sea enriquecedor para quien lo mantenga con ánimo abierto y oído atento. Trata de poner al alcance de los lectores algunos de los tesoros que se encuentran en sus escritos y que no son fácilmente conocidos por quienes no son especialistas.

Written by Rafael De la Piedra