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El Papa: «Obispos, no desperdicien energías enfrentándose»

El discurso pronunciado ayer frente a los nuevos pastores es uno de los más importantes de todo el Pontificado: estén presentes en sus diócesis, acojan a todos en sus diócesis sin discriminaciones, no sean pesimistas

Por: ANDREA TORNIELLI

De: vaticaninsider.lastampa.i

El discurso que Papa Francisco pronunció ayer al reunirse con los nuevos obispos es uno de los más significativos del Pontificado. Indicó nuevas características al perfil que ya había comenzado a trazar en ocasiones anteriores. Se trata de un texto que debe ser leído íntegro para comprender tanto su origen como su profundidad.

En el penúltimo párrafo del texto hay un pasaje iluminador porque describe la realidad de estas semanas que anteceden al comienzo del Sínodo. «Veo en ustedes pastores capaces de restaurar la unidad, de tejer redes, de remendar, de vencer la fragmentariedad. Dialoguen respetuosamente con las grandes tradiciones en las que están sumergidos, sin miedo de perderse y sin necesidad de defender sus fronteras, porque la identidad de la Iglesia es definida por el amor de Cristo que no conoce fronteras. Incluso custodiando celosamente la pasión por la verdad, no desperdicien energías para oponerse y enfrentarse, sino para construir y amar».

Entre los temas que son importantes para el Papa, destaca sobre todo el de la presencia estable en las diócesis. El obispo no puede estar siempre en otro sitio. «Siento el deber de recordar a los pastores de la Iglesia el vínculo irrompible entre la presencia estable del obispo y el crecimiento del rebaño. Cualquier reforma auténtica de la Iglesia de Cristo comienza con la presencia, de la de Cristo que no falta nunca, pero también de la del pastor que rige en nombre de Cristo. No se trata de un pío consejo. Cuando falta el Pastor o no se le encuentra, están en juego el cuidado pastoral y la salvación de las almas», aclaró Francisco citando el Concilio de Trento.

«No sean obispos con fecha de caducidad -dijo el Papa-, que necesitan siempre cambiar siempre de dirección, como medicinas que pierden la capacidad de curar, o como esos alimentos inútiles que acabarán en la basura porque han perdido sabor». «Para habitar plenamente en sus Iglesias -añadió Francisco- es necesario habitar siempre en Él y no escapar de Él: morar en su Palabra, en su Eucaristía, en las ‘cosas de su Padre’, y, sobre todo, en su cruz. ¡No detenerse de paso, sino habitar largamente!

Así como permanece inextinguiblemente encendida la linterna del tabernáculo de sus majestuosas catedrales o humildes capillas, en su mirada el rebaño debe encontrar siempre la llama del Resucitado».De este vivaz encuentro nace un enfoque diferente hacia el mundo y no replegado en sí mismo. «Por lo tanto -continuó el Papa- no sean obispos apagados o pesimistas, que, apoyados solo en sí mismos y, por tanto, rendidos a la oscuridad del mundo o resignados a la aparente derrota del bien, gritan en vano que el fuerte ha sido tomado. Su vocación –prosiguió Bergoglio– no es la de ser guardianes de una masa fracasada, sino custodios de la “Evangelii gaudium”, por lo que ustedes no pueden no tener la única riqueza que podemos dar verdaderamente y que el mundo no puede darse a sí mismo: la alegría del amor de Dios»

Muy significativo también el pasaje siguiente del discurso: «Además, les ruego que no se dejen ilusionar por la tentación de cambiar al pueblo. Amen al pueblo que Dios les ha dado, aunque cuando haya “cometido grandes pecados”, sin cansarse nunca de “elevarse hacia el Señor” para obtener perdón y un nuevo inicio, incluso pagando el precio de ver esfumarse muchas de sus falsas imágenes sobre el rostro divino o de las fantasías que hayan alimentado sobre la forma para suscitar su comunión con Dios.

Aprendan el poder humilde, pero irresistible, de la sustitución vicaria, que es la única raíz de cualquier redención».Francisco invitó a los obispos a ser verdaderos padres para los sacerdotes, a recibirlos, acogerlos, escucharlos y ayudarlos. Esta paternidad y esta disponibilidad se debe manifestar y debe llegar a todo el pueblo de Dios, al cual no hay que ofrecerle un «catálogo de remordimientos»: «Quisiera que ustedes fueran Obispos disponibles no por la cantidad de medios de comunicación a disposición, sino por el espacio interior que ofrecen para acoger a las personas y sus necesidades concretas, ofreciéndoles la enseñanza competa de la Iglesia, y no un catálogo de remordimientos. Y que esta acogida sea para todos, sin discriminación, ofreciendo la firmeza de la autoridad que hace crecer y la dulzura de la paternidad que genera. Y, por favor, no caigan en la tentación de sacrificar su libertad reodeándose de cortes, grupúsculos o coros de consenso, puesto que en los labios del Obispo la Iglesia y el mundo tienen siempre el derecho de encontrar el Evangelio que nos hace libres».

Para concluir, Francisco dijo que veía en los obispos «centinelas, capaces de despertar a sus Iglesias, levantándose antes del alba o en medio de la noche para despertar la fe, la esperanza, la caridad; sin dejarse adormentar y sin conformarse con la queja nostálgica de un pasado fecundo […] Excaven aún más en sus fuentes, con la valentía para remover las incrustaciones que han ocultado la belleza y el vigor de sus antepasados peregrinos y misioneros que implantaron Iglesias y crearon civilizaciones».

Written by Rafael De la Piedra