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¿Es necesario creer en las apariciones marianas para ser católico?

¿Es necesario creer en las apariciones marianas para ser católico? ¿Cuál es la función de las apariciones en relación a nuestra fe? ¿Los católicos debemos creer en ellas? Si Cristo es la plenitud de la Revelación, ¿no son innecesarias las apariciones, o incluso peor, un intento de añadir algo a la Revelación? ¿Qué dice el Catecismo sobre las apariciones?

Ciertamente las apariciones (en este caso privadas) son signo de la presencia de Dios en el mundo, pero no añaden nada a la Revelación Pública. Es decir a todo aquello que el creyente necesita creer para salvarse. Las apariciones no son dogmas de fe y por tanto los católicos no están obligados a creer en ellas. Sin embargo, la Iglesia, tras largos procesos de discernimiento y verificación, ha reconocido algunas apariciones como válidas o dignas de fe; pero, no de fe divina, como el contenido de la Revelación, sino de fe humana. Las apariciones marianas – aprobadas por la Iglesia – son signo de la presencia de Dios en el mundo, pero no añaden nada al contenido de la Revelación

http://www.aleteia.org/

La Revelación se refiere a la comunicación de Dios con el hombre. Revelándose, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle (cf. CIC 52). La Iglesia distingue dos tipos de revelación: la Revelación contenida en la Biblia y en Tradición e interpretada por el Magisterio. Esta Revelación ya está completa. No se le puede añadir nada. Lo afirma el último libro de la Biblia, también llamado Revelación. Después hay un segundo tipo de revelación, conocido como “revelaciones privadas”. Esto es porque Dios continúa manifestándose de distintas maneras, incluso de formas que pueden ser vistas y oídas por los sentidos humanos. Estas manifestaciones no son necesariamente apariciones, pero las apariciones están incluidas en esta categoría.

El Catecismo de la Iglesia Católica (67) afirma: “A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Éstas sin embargo no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentido de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.

La fe cristiana no puede aceptar “revelaciones” que pretendan superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas Religiones no cristianas y también de ciertas recientes sectas que se fundan en semejantes ‘revelaciones’”.

De hecho, aunque la Iglesia reconozca una aparición como válida o creíble, sigue siendo considerada y permanecerá siempre como “revelación privada”. Los católicos son libres de creer en esas apariciones, dado que la Iglesia las aprueba sólo porque están en armonía con las enseñanzas de la Iglesia. Pero nunca es obligatorio creer en ellas, puesto que la Revelación está completa en Cristo, y se cerró con la muerte del último Apostol.

El papa Benedicto XV (1854-1922) fue elegido en 1914 y durante su pontificado tuvieron lugar las apariciones de Fátima. En su libro De servorum Dei beatificatione, explicó que la aprobación de la Iglesia de una aparición es básicamente el permiso para dar a conocer la aparición “para instrucción y beneficio” de los fieles. También destacó que a las apariciones, incluso a las aprobadas por la Iglesia, no se les puede dar el “asentimiento de fe” divina, sino sólo un “asentimiento humano” como aconseja la prudencia, por más que parezcan probables y verídicas para la piedad.

Ciertamente, las apariciones no modifican en absoluto el Credo. Pero entonces, uno podría preguntar, ¿son verdaderamente inútiles? Las apariciones pueden verse como útiles en tanto en cuanto sus mensajes confirman o subrayan la profundidad de los misterios de la fe. Por ejemplo, cuando la Virgen María se apareció en 1858 en Lourdes, se presentó como la “Inmaculada Concepción”, un título que había sido proclamado como dogma cuatro años antes en el documento del papa Pío IX Ineffabilis Deus. Algo parecido ocurrió con la definición de la Asunción en 1950: cuando el papa Pío XII deliberaba sobre la proclamación de este dogma, tuvo una visión en los Jardines Vaticanos. Él mismo consignó esta visión en una nota manuscrita que el vaticanista italiano Andrea Tornielli dio a conocer en febrero de 2008.

La Iglesia, después de largos procesos de discernimiento y verificación, ha aprobado algunas apariciones, es decir, las ha reconocido como creíbles.

Las apariciones y visiones de la Virgen María han marcado profundamente la historia de la Iglesia y la piedad católica, ya desde los tiempos apostólicos; la primera aparición aprobada por la Iglesia, según una tradición antiquísima, es la de Nuestra Señora del Pilar, que fue una aparición de la Virgen al Apóstol Santiago cuando éste evangelizaba en España antes de su martirio. Santuarios y ermitas se han construido en los lugares de las apariciones, y sustentan las actividades de la piedad cristiana.

Sin embargo, debe destacarse que la Iglesia estudia escrupulosamente las apariciones de las que se le informa antes de reconocerlas públicamente. De hecho, como explicó el teólogo René Laurentin en un discurso en Praga el 10 de mayo de 2010, sólo hay 15 apariciones reconocidas, de las cerca de 2.500 que han sido comunicadas. Entre esas 15 se encuentran la de Guadalupe en México (1531), la de Aparecida en Brasil (1717), la de La Salette en Francia (1846), la de Lourdes en Francia (1858), la de Fátima en Portugal (1917) y la de Amsterdam en Holanda (1945). Otras, como las documentadas apariciones de Medjugorje, se están investigando todavía.

El teólogo René Laurentin explicó en un discurso en Praga el 10 de mayo de 2010, sólo hay 15 apariciones reconocidas, de las cerca de 2.500 que han sido comunicadas.

En el proceso de investigación -que inicia el obispo local-, intervienen doctores, teólogos y otros expertos. El proceso se rige por normas establecidas por la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe. Las normas incluyen una serie de criterios, entre ellos, que el mensaje de la supuesta aparición esté en conformidad con las enseñanzas de la Iglesia. Otros criterios se refieren a que no haya ánimo de lucro, que el supuesto vidente sea una persona psicológicamente sana, que se verifiquen signos o milagros, etc.

Como se ha mencionado, el primer responsable de iniciar las investigaciones es el obispo local, que puede recurrir a la Santa Sede para pedir ayuda. De hecho, es la Congregación para la Doctrina de la Fe la que se encarga de revisar estos casos y emitir el correspondiente juicio eclesial. En los últimos años, se han publicado diversas notificaciones sobre este proceso, entre ellas un documento con la revelación del “tercer secreto” de Fátima.

En el 22º Congreso Mariológico-Mariano Internacional, celebrado en Lourdes en septiembre de 2008, el oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe monseñor Charles Scicluna explicó la visión de la Iglesia sobre las apariciones. La Iglesia las considera “un carisma del Espíritu y como tal pertenecen al don de la profecía”. Por tanto, deben ser evaluadas, pero no silenciadas, sugirió el prelado. “Las marianas han de ser acogidas teniendo presente la revelación definitiva concedida en Cristo Jesús, por lo tanto no son algo absoluto. No serían ni siquiera necesarias, sino sólo meramente complementarias y secundarias para la vida de fe” (traducción de Aleteia).

Referencias: Normas de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre Apariciones (en francés). http://www.spiritualite-chretienne.com/marie/normes.html

Sobre el tercer secreto de Fátima, nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe. www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/doc_dottrinali_index_sp.htm

¿Qué sentido tienen las apariciones?

Las apariciones pueden tener diversos objetivos: misión doctrinal, pastoral, invitación a la penitencia y la conversión, e inspiran la conversión y un crecimiento en la vida cristiana (oración, caridad, etc.). La aprobación de una aparición pretende ser una ayuda para los fieles: pueden servir para esclarecer verdades profesadas por la Iglesia, o para invitar a los cristianos a vivir una vida más perfecta.

La Iglesia obviamente debe prestar atención a las apariciones y a las informaciones sobre apariciones, ya que estos fenómenos tienden a suscitar grandes movimientos de religiosidad popular, conversiones e incluso milagros. El teólogo y mariólogo francés René Laurentin, reconocido autor de varias investigaciones históricas sobre apariciones marianas (especialmente la de Lourdes), destaca que en sus múltiples mensajes, la Virgen María siempre llama a las personas a la conversión y a volver a Dios. “Las apariciones”, sugiere Laurentin, “nos recuerdan a la vez la trascendencia y la familiaridad de Dios”.

El prelado se refiere a María como “delegada privilegiada de la misericordia de Dios a favor de los hombres”.

En este sentido, es oportuno tener presente el notable aumento de las apariciones registrado en el siglo XX, especialmente en las últimas décadas. Cuando el periodista italiano Vittorio Messori le preguntó sobre ello al cardenal Joseph Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) en 1984, el purpurado respondió: “uno de los signos de nuestro tiempo es que las noticias sobre “apariciones” marianas se están multiplicando en el mundo” (Informe sobre la Fe, BAC 1985).

“Uno de los signos de nuestro tiempo es que las noticias sobre “apariciones” marianas se están multiplicando en el mundo”, Cardenal Joseph Ratzinger

Monseñor Laurentin, en su libro Apariciones actuales de la Virgen María (Rialp, 1991), realizó esta observación: La Virgen “tiene una misión de Madre a los ojos de nuestro mundo. Esta misión está llamada a intensificarse en los últimos tiempos, decía Grignon de Montfort. ¿No corresponderá la multiplicación de las apariciones a una cierta urgencia; quizás no el fin del mundo, pero al menos, a una grave conmoción en el umbral del tercer milenio?” (pág. 14).

El autor dice que él mismo realizó varias investigaciones, precisamente para cuestionar su proliferación. “Pero los resultados fueron positivos en mayor medida de lo que yo había pensado. Las apariciones que tuvieron lugar en Argentina (San Nicolás), México [Terra Blanca], Ruanda (Kibého), Siria (Damasco), Italia (Schio), Corea (Naju), etc., no presentan ningún signo patológico. Si algunas de mis investigaciones descubrieran apariciones ilusorias o desviaciones, la mayoría terminaría en la papelera, que es donde suelen ir a parar las apariciones que muestran el menor fallo, según el principio Bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu (algo es bueno cuando todo lo suyo es bueno, malo si tiene el menor defecto)” (pág. 14-15).

Finalmente, en las apariciones hay un signo de misteriosa sencillez: ni Bernadette Soubirous ni los niños de Fátima habían hecho nada en particular para convertirse en testigos de hechos sobrenaturales. Esos fenómenos son una ocasión excepcional para sentir la presencia de Dios. Por ello, la Iglesia los califica como “signos”, pero no basa sólo en ellos su llamamiento a la conversión.

Hay una “dimensión espiritual superlativamente positiva” de las apariciones marianas

El profesor de la Universidad Franciscana de Steubenville Mark Miravalle explicó a Aleteia que aunque no hay “obligación estricta de creer en revelaciones marianas privadas”, también es verdad que “si Dios considera oportuno enviar a la Madre de Jesús a la historia humana para destacar los aspectos más exigentes del Evangelio, por ejemplo mayor oración, ayuno, penitencia, conversión y paz, entonces esta intervención del cielo debería recibirse con respeto, gratitud y veneración”.

“Dios no es arbitrario en sus actos providenciales”, añadió el profesor, “y si determina que la familia humana se encuentra en una necesidad significativa de una visita celestial de la Mediadora de todas las gracias, entonces deberíamos recibir esas visitas con mentes y corazones abiertos, especialmente una vez que la Iglesia ha discernido que la aparición comunicada tiene un origen sobrenatural”.

Miravalle, que preside el movimiento católico internacional Vox Populi Mariae Mediatrici (La voz del pueblo por María Mediadora) destacó que San Juan XXIII “transmitió este sentido de un reconocimiento reverente y una respuesta a las apariciones marianas el 18 de febrero de 1959, por emisión de radio a Lourdes”.  El Papa dijo: “Os instamos a escuchar con sencillez de corazón y sinceridad de mente las saludables advertencias de la Madre de Dios. … El romano pontífice … también siente el deber de recomendar la atención de los fieles -cuando, tras un examen responsable, así lo juzguen para el bien común- esas luces sobrenaturales que a Dios le ha complacido dispensar gratuitamente a algunas almas privilegiadas, no para proponer nuevas doctrinas, sino para guiarnos en nuestra conducta”.

Miravalle añadió que “deberían respetarse especialmente las revelaciones marianas aprobadas que se han introducido en la oración litúrgica pública de la Iglesia” y presentó como ejemplos la memoria litúrgica de Lourdes, el 11 de febrero, y la memoria libre de las apariciones de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, el 13 de mayo.

Referencias:

Mariology: A Guide for Priests, Deacons, Seminarians, and Consecrated Persons, editado por Mark Miravalle (en ingles). www.markmiravalle.com

Encíclica Marialis Cultus de Pablo VI. http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/apost_exhortations/documents/hf_p-vi_exh_19740202_marialis-cultus_sp.html

Pontificia Academia Mariana Internacional. http://www.accademiamariana.org/index_file/Page399.htm

Fundación Marie de Nazareth. http://www.mariedenazareth.com/1.0.html?&L=3

Sociedad Mariológica Española. http://www.sociedadmariologica.com/

Revisado por el experto P. Enrique Llamas, Carmelita Descalzo y presidente de la Sociedad Mariológica Española.

Written by Rafael De la Piedra