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Francisco Tito Yupanqui podría convertirse en el primer beato boliviano

Francisco Tito Yupanqui podría convertirse en el primer beato boliviano (similar proceso sigue Virginia Blanco), si los trámites seguidos por la Conferencia Episcopal de Bolivia llegan a buen término. Este hombre llevó una vida de santidad dedicada al prójimo. Un artista que, con un talento nacido de la fe y soportando humillaciones, logró crear la imagen de la milagrosa Virgen de Copacabana, la Patrona de Bolivia.

Es sin duda la más milagrosa, y para sus fieles es también la más bella. La Virgen de Copacabana, año tras año es visitada en su santuario a orillas del lago Titicaca por miles de creyentes que depositan en ella toda su fe, pero aunque es una de las más veneradas y su fama ha trascendido las fronteras, pocos conocen la historia del hombre que talló esta imagen de María y que podría convertirse en el primer beato y luego santo boliviano (unos pasos más adelante está la laica cochabambina Virginia Blanco).

Nacido en 1540 en lo que se llamaba Khota Kawana (Mirador del Lago), Francisco Tito Yupanqui provenía de una familia ya conversa al catolicismo que, sin embargo, conservaba muchas de las creencias aimaras. La región era considerada el lugar central de la vida religiosa andina, en el eje que iba desde el lago hasta el Cusco; por ello, las congregaciones de misioneros se empeñaron en evangelizar a sus habitantes como prioridad. Primero fue la Orden de Santo Domingo, luego la de San Agustín, más tarde la de San Francisco y años después los jesuitas quienes erigieron sus centros de doctrina en el poblado ribereño de Juli.

Bajo su influencia, el joven Yupanqui creció espiritualmente admirando las obras de arte religioso europeo. En ese tiempo, la región estaba dividida entre los Urinsayas, que apoyaban que el patrono de la población fuera San Sebastián, y los Aransayas, que querían que sea entronizada la Virgen de la Candelaria, de los cuales Francisco Tito Yupanqui formaba parte.

Cuenta la leyenda que una noche, una bella mujer que cargaba entre sus brazos a un niño de meses apareció en el cuarto del indígena y así él supo que era el destinado a hacer la imagen.

El rostro de la Virgen aparecida se clavó en la mente del hombre, que a partir de entonces comenzó con sus ensayos hasta crear una figura en arcilla de una vara de alto, bastante tosca. El padre Antonio de Almeida, por esos días párroco de la capilla que estaba en la población, la hizo colocar en el altar junto a las magníficas figuras llegadas desde Europa, pero al poco tiempo hubo cambio de sacerdote y fue el padre Antonio Montoro que se hizo cargo de la congregación. Al ver en el altar la tosca figura, ordenó que se la retirara y la mandó a guardar en un rincón de la sacristía. Yupanqui, avergonzado, se llevó a su desdeñada Virgen, pero le prometió seguir intentando hasta lograr una figura que fuera digna no sólo de acompañar a las otras, sino de ser la principal en el altar mayor.

Aconsejado por los frailes agustinos, decidió partir a Potosí para aprender lo que pudiera de las técnicas necesarias para lograr su objetivo. La población había decidido que fuera un originario del lugar el que hiciera la imagen en vez de traerla desde fuera. Y él se había propuesto cumplir su promesa.

El artista

El escultor hizo el camino a pie y halló cobijo en el estudio del artista Diego Ortiz, que le enseñó algunas técnicas para mejorar su trabajo. En su autobiografía, en un castellano aimarizado, dice que fue a Potosí para aprender y luego «lo impizaria un hechora del Vergen».

Francisco Tito Yupanqui tenía 40 años cuando empezó esa labor que le llevaría varios intentos y muchas frustraciones. El filósofo Guillermo Francovich, en su obra Tito Yupanqui, escultor indio, describe el proceso de creación: «La unión de lo indígena y lo europeo fue lograda con angustia y sacrificio. No surgió como un brote espontáneo del espíritu. El indio llegó a la creación extraordinaria como si la arrancase de la entraña de su vida, con dolor y sufrimiento».

Fueron tan grandes el esfuerzo y la humildad del artista, que el historiador P. Antonio de la Calancha los atribuye a un milagro de Dios. «Sus primeros ensayos fueron para los cuerdos materia de irrisión y para los indevotos una materia de burla. El indio sufría los baldones y lloraba por no saber pintar. Dióle el cielo el ánimo, no el saber de aquel arte, sino el impulso que hacia entallador el deseo y su devoción permitía a su pintura hacer el retrato».

Yupanqui se hizo artista sobre la base de su fe. Encargó varias misas rogando a la Virgen que le proporcionara el talento necesario para crear su figura. En Potosí visitó el templo de Santo Domingo y allí encontró un modelo de la Virgen que se acercaba al suyo: la de la Candelaria.

Ya con una imagen más cierta, Yupanqui inició la faena. El tallado en maguey era mucho más complicado que el de la madera que hacían los españoles, además tenía revestimiento de tela y estuco. Fueron muchos días de intentos y el hombre apenas dormía empecinado en alcanzar su meta. Cuando creyó haber terminado, le mostró la obra a su maestro. Ortiz la encontró hermosa, y le aconsejó llegar hasta el Arzobispado de La Plata para pedir autorización del obispo y entronizar la imagen.

Yupanqui llegó caminando hasta Charcas, con su ‘bulto’. Cuando le presentó su obra, el obispo y su séquito calificaron a su Virgen como «una mona con su mico» y le  prohibieron… «Hagáis hechoras del Vergen ni boltos… que los naturales no pueden hacer el imágenes del Vergen «. Dicen los historiadores que estas frases prácticamente desmayaron a Yupanqui, pero luego de unos momentos, agradeció a las autoridades de la Iglesia, recogió su obra y se dirigió directamente al taller para seguir trabajando.

Varias pruebas después, la imagen fue aprobada por el obispo y con ella en hombros, Yupanqui llegó hasta La Paz, porque todavía quería seguir mejorándola. En la ciudad se empleó como ayudante de un pintor español de apellido Vargas, que estaba realizando revestimientos con pan de oro en el altar de la iglesia de San Francisco. Tito trabajó con él por unos meses con la condición de que Vargas policromara también su obra, lo que el artista hizo con mucha dedicación, siendo quizá uno de los primeros devotos de esa Virgen morena.

Con la santísima ya terminada, el escultor indio retornó a su pueblo natal. Avisados de su llegada, los pobladores de Copacabana lo esperaron con flores y alegría, admirados por la belleza de la imagen, y en una solemne misa la entronizaron en el altar mayor de la iglesia en 1583. Sus milagros alcanzaron tal magnitud que incluso Pedro Calderón de la Barca, famoso literato español de la época, le dedicó el auto sacramental titulado La Aurora en Copacabana, que alcanzó mucha difusión.

Años más tarde en 1616, luego de una intensa labor evangelizadora y de crear otras figuras similares, Francisco Tito Yupanqui falleció en el retiro de los Oblatos de la Orden de San Agustín, en  Cusco.

La Virgen creada por él fue coronada como Reina de Bolivia el 1 de agosto de 1925, año del centenario de la República, con la participación del presidente de la República, Bautista Saavedra, oficiando el acto religioso Mons. Augusto Sieffert, Obispo de La Paz, y Mons. Gaetano Cicognani, Nuncio Apostólico en Bolivia del Papa Pío XI.

Las otras Vírgenes

La fama de la singular Patrona del Lago hizo que varias réplicas fueran creadas por Yupanqui y enviadas a distintos lugares. Se sabe que el escultor entregó al indígena Sebastián Quimichi una imagen similar que actualmente reposa en Cocharcas (Perú). También hubo otra para el pueblo de Pucarani, actualmente desaparecida, así como otra que fue enviada a Tucumán, en el norte de Argentina.

Sin embargo, luego de la imagen que custodia el Lago Titicaca, la más famosa es la Virgen de Copacabana de Brasil, réplica también creada por Yupanqui, que fue trasladada hasta territorio carioca por un negociante español muy devoto, que había decidido regresar a su patria navegando por las costas de Argentina y pasando por Brasil. El barco naufragó cerca de costas brasileñas, y él prometió a la Virgen que llevaba en un cajón de madera construirle una capilla si lo salvaba. Y así fue.

La playa donde se construyó la iglesia (actualmente desaparecida) era conocida como Praia do Forte (Playa del Fuerte), pero con el paso del tiempo y la extensión de la fe hacia la Virgen, los brasileños rebautizaron la conocida Praia do Forte como Playa de la Virgen de Copacabana. Una herencia, por supuesto, de Yupanqui.

El santo

Los trámites para la beatificación y canonización de Francisco Tito Yupanqui, han sido iniciados hace varios años. El doctor Jorge Siles Salinas, ex embajador en dos ocasiones ante el Vaticano, así lo confirma; sin embargo, explica que el proceso no ha sido seguido con interés por los distintos gobiernos y por ello no se avanzó lo suficiente.  Ahora, bajo gestiones directas de monseñor Jesús Juárez, el proyecto se ha revitalizado. El sacerdote ha recibido una carta de la Congregación para las Causas de los Santos, fechada el 9 de febrero de 2007, autorizándole a continuar con el trámite y él ha constituido una Comisión Histórica, compuesta entre otras personalidades por Marcelo Arduz Ruiz, Hans van den Berg, Jaime Calderón Manrique, Geraldine Gutiérrez, Armando Loayza, Miguel Manzanera, Jorge Siles Salinas y René Vargas, para precisar la biografía y la fama de santidad de Tito Yupanqui.

Al respecto, el padre Miguel Manzanera afirma: «Francisco Tito debe ser considerado como el precursor de la inculturación a través del arte, elemento clave en la catequesis indígena. La santidad de Yupanqui se muestra en su empeño en hacer una imagen digna de nuestra Señora, superando no sólo su falta de instrucción artística, sino también los desprecios de propios y extraños». Más allá del tiempo que tome culminar estos trámites, lo cierto es que el olvido en el que se ha sumido a Yupanqui es injusto. Él fue un artista que creó con sus manos inexpertas la hermosa y venerada imagen de la Mamita de Copacabana, todo gracias a su devoción. “Estamos queriendo desempolvar su historia para comprobar que en los tiempos primeros de la conquista, pues ya había verdaderos santos, además que eran originarios… Yo creo que lo vamos a conseguir”, acota, confiado, Manzanera.

PARA PEDIR LA BEATIFICACION DEL SIERVO DE DIOS

FRANCISCO TITO YUPANQUI

Dios Todopoderoso,
que en tu infinita bondad infundiste
en el devoto de la Madre de tu hijo,
Francisco Tito Yupanqui,
el anhelo de modelar su imagen
y entronizarla en Copacabana,
ensalzándola a la veneración de humildes y poderosos
de esta tierra y del continente
americano.

Te pedimos que glorifiques en esta tierra
a tu siervo Francisco Tito Yupanqui
y que nos concedas la gracia que te pedimos.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Rezar Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
(Con aprobación eclesiástica)

Si recibe una gracia comuníquela al rector del Santuario Mariano de Copacabana, fray René Vargas Galeán, Casilla Postal 2011. La Paz. – Bolivia. Teléfono: 2 862 2081

Written by Rafael De la Piedra

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