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La crisis, consecuencia de la pérdida de dignidad del hombre

La respuesta a la crisis económica: “Humanae Vitae” y “Populorum progressio”

ROMA, martes 12 de julio de 2011 (ZENIT.org).- En el origen de la crisis económica mundial hay una evolución negativa sobre la concepción de la dignidad del hombre: del hombre centro de la creación, progresivamente al hombre productor, consumidor, al cáncer de la sociedad, hombre inútil y costoso, como los ancianos.

Esta es una de las reflexiones que surgieron sobre el tema “Consecuencia de la crisis económica” que se realizó el miércoles 6 de julio, en la embajada de Italia junto a la Santa Sede.

Intervinieron el profesor Gotti Tedeschi, presidente del IOR (Instituto de las Obras de Religión); el vicepresidente de la Cámara de Diputados de Italia, Maurizio Lupi; el administrador en Italia de la Santander Private Banking, Stefano Boccadoro; y el embajador de Italia ante la Santa Sede, Francesco Maria Greco.El presidente del IOR sugirió lo que se puede leer en las entrelíneas de la encíclica Caritas in Veritate. “Benedicto XVI nos dice que no tenemos que darle la culpa a los instrumentos cuando en realidad somos nosotros que los usamos mal. No son los instrumentos los que deben cambiar, sino el hombre. La medicina, la economía, etc. son instrumentos, lo que los vuelve éticos o menos es cómo los usa el hombre”.

El banquero italiano indicó que en la introducción de la encíclica, Benedicto XVI explica que el origen de la crisis está en nihilismo dominante y en la perdida progresiva de los valores, y en no haber tomado en cuenta dos encíclicas anteriores.

Es decir, “en el origen de esta crisis está no haber respetado enteramente la vida y dignidad del hombre (la Humanae Vitae) y el tipo de progreso que el hombre debe seguir, un progreso ideal (la Populorum Progressio)”.

Y criticó el actual progreso consumista y el de los últimos 30 años y peor aún gracias al endeudamiento. Por lo tanto se ha ignorado –dijo- el hombre y su dignidad y se ha llevado a cabo un progreso solamente material.

Gotti Tedeschi consideró que la crisis nace de la paulatina perdida de conciencia de la dignidad de la persona humana, lo que al final de cuentas se reduce en un problema: “si el hombre es hijo de Dios o es la evolución de una bacteria. Y si el fin justifica los medios y, en consecuencia, la vida no tiene sentido. La diferencia está en que, en la visión laicista, la vida no tiene un sentido sobrenatural”.

Hombre “molesto”

La consecuencia moral, explicó, es una evolución negativa de la dignidad de la persona humana: del hombre centro de la Creación se pasa progresivamente al hombre productor, consumidor, cáncer de la naturaleza para concluir en el hombre inútil y costoso como son los ancianos.

Recordó que “se apostó al crecimiento del PIB de manera consumista, es decir, con la reducción de los nacimientos”. Así en Italia el 12 % de las personas eran jubilados, mientras que hoy lo son el 26 %, y para pagar los costos fijos del Estado en una sociedad envejecida se ha pasado de una presión fiscal del 25 % al 51 % hoy en día. Y el anciano no es más soportable desde el punto de vista económico. Así se está difundiendo la doctrina de la muerte moderna, la muerte responsable”.

Por su parte el embajador italiano ante la Santa Sede apuntó a un ejemplo clásico en la relación entre ética y economía: el mercado de los bienes alimentarios.

“No hay dudas que considerar los alimentos en el mismo plano que otro producto cualquiera, como sucede con muchas industrias del agrobussines, mirando a la maximización de la ganancia, lleva a una emergencia como la que se está viviendo en escala planetaria. Se trata en este caso de reafirmar la primacía que tiene la persona humana respecto a los negocios”, afirmó.

Precisó que ésto “no significa ser enemigo del mercado pero entender que el mismo tiene que servir al hombre y no el hombre al mercado”. Consideró entre los factores de la crisis “la pérdida de identidad y de valores”.

El embajador Greco recordó que la encíclica Caritas in Veritate indica una realidad que no excluye la ganancia, si bien la considera un instrumento para realizar finalidades humanas y sociales.

El vicepresidente de la Cámara de Diputados de Italia, Maurizio Lupi, subrayó por su parte que aún no se ha superado la crisis y por lo tanto es oportuno preguntarse “cuál es el juicio sobre nuestras responsabilidades”.

Y añadió que “el Papa denuncia que nuestra debilidad es no detenernos a juzgar, cuando el juicio es lo que permite no volvernos ajenos a la realidad”.

Afirmó también que en la Caritas in Veritate, el Papa destruyó aquel concepto que durante años se difundió en Occidente sobre la neutralidad ética de la economía, porque el hombre debe ser la figura central”.

Menos reglas, más persona

Por otro lado, el diputado afirmó que es necesario huir también del otro extremo, del pensamiento: “más reglas, más estado y menos mercado”: “es una tentación que no hay plantearse, especialmente si entendemos que es la persona quien es capaz de salir de la crisis. El problema no es poner más reglas sino solicitar lo mejor de la persona”.

Ejemplificó con dos empresarios del norte de Italia que recibieron una indemnización por una calamidad natural que destruyó sus empresas. Uno más anciano recibió los fondos y cerró, otro más joven en cambio reabrió. En el segundo caso fue, dijo, porque no podía pensar solamente a sí mismo, sino también a su familia y a los trabajadores de su pequeño pueblo.

O sea la conciencia de un deber más grande, vale a decir “una raíz ética condiciona positivamente el desarrollo económico”.

“El desafío de fondo por lo tanto es reforzar el núcleo fundamental, la familia. Las políticas económicas que no miren ésto dividen la ética de la economía. No es una tesis católica, si bien los católicos la proponemos con fuerza”.

Consideró que además existe un desafío educativo. No solamente leyes o ayuda económica. No se trata solamente de leyes o de ayudas económicas, sino de tener una concepción propia de la persona y de la familia y de la empresa, elementos que dan vida al fundamento mismo del actuar.

Stefano Boccadoro, administrador delegado de la Santander Private Banking, con datos en la mano sobre producto interno bruto, distribución de la renta y otros indicadores, consideró respecto a Italia, (cuyos datos son similares a los de otros países europeos), que si existe una distribución de la riqueza más equitativa se debe a la tradición católica existente.

Criticó el sistema de juicio de las agencias de rating, “que apuntan a la especulación del mercado” ignorando los números sobre el balance familiar. Y ejemplificó la situación de Italia como  al de una madre endeudada con hijos ricos.

“La poca deuda de los hijos debe ayudar a las deudas de la madre, porque “mucho de esa deuda fue para ofrecer servicios sociales a precios inferiores al mercado”, concluyó.

Written by Rafael De la Piedra