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La tecnología y su valor para el hombre

Por: Ricardo Narvaez Tossi

En nuestros tiempos de cambios profundos en la interacción de la acción cotidiana del hombre con lo tecnológico, nos es casi imposible vislumbrarnos sin celular, Internet, televisión, refrigerador, automóvil y mil cosas mas. La acción humana nos ha llevado a que los adelantos tecnológicos sean sobre lo cual gire una enorme parte de nuestra vida y decisiones.

Se presentan comúnmente dos posiciones frente a esto. Los críticos, llamados tecnófobos, ven graves consecuencias para la persona humana y la sociedad. Se escribe sobre la pérdida de tiempo frente a un televisor, de enormes amenazas y dependencias  frente a las computadoras, de alienación y manipulación, etc. Por otro lado, los tecnófilos nos presentan un futuro casi idílico cuando la tecnología ocupe todos los campos de lo humano. Familias perfectas porque lo tienen todo y se comunican por todos los medios. Centros educativos que harían que se desplieguen por completo las capacidades de los alumnos. Alimentos perfectos que solucionarán el hambre, etc. La utopía tecnológica no debe ser detenida por consideraciones sociológicas o éticas, pues son frenos prejuiciosos e ignorantes.

Las dos posiciones tan contrapuestas tienen vicios y errores en común. Pensar que un mundo sin tecnología sería mejor es totalmente irreal. En todo caso, las dos corrientes fallan al darle a la tecnología un papel tan determinante y protagónico, en un tecnocentrismo por el cual la tecnología influiría de tal manera sobre el ser humano y su cultura que todo sería condicionado por ella y más aún determinado por ella. Si bien la tecnología influencia enormemente, no se puede afirmar que las diversas realidades humanas y la cultura en general no sólo se ven afectadas sino más bien se ven modeladas por la tecnología imperante.

Los cambios tecnológicos hay que valorarlos en la medida del desarrollo y el progreso humano. Una medida objetiva para valorar estos nuevos cambios, es contrastarlos con la realidad del ser humano, si respetan su naturaleza y dignidad. No se debe aceptar la eficacia por la eficacia si esta no se orienta al sentido último del ser humano. Las tecnologías deben estar al servicio de la persona humana, de sus derechos inalienables, de su bien verdadero e integral, conforme al designio y la voluntad de Dios

Una respuesta clara e iluminadora nos la da el Catecismo de la Iglesia Católica cuando afirma: «La ciencia y la técnica son recursos preciosos cuando son puestos al servicio del hombre y promueven su desarrollo integral en beneficio de todos; sin embargo, por sí solas no pueden indicar el sentido de la existencia y del progreso humano. La ciencia y la técnica están ordenadas al hombre que les ha dado origen y crecimiento; tienen por tanto en la persona y en sus valores morales el sentido de su finalidad y la conciencia de sus límites».

Written by Rafael De la Piedra