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La visión del Papa Francisco

Un interesante artículo del Dr. Jorge Castro acerca de la visión que tiene el Papa Francisco. Toca elementos claves desde la visión de un abogado. El autor es un experto en política internacional, en la actualidad como presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico (IPE).

Por: Dr. Jorge Castro. Abogado, UBA

Discernimiento evangélico, no visión sociológica

El método del Papa Francisco para interpretar la realidad de la época es el “discernimiento evangélico”, que no se confunde con una “mirada sociológica”. El “discernimiento evangélico” consiste en establecer aquello que en el Plan de Dios (fundar el Reino del Señor en la Tierra) atenta contra el Pueblo de Dios y afecta su vida y dignidad.

No es un análisis teórico realizado con las herramientas de la razón instrumental. No es un intento de descripción de las corrientes y tendencias centrales del mundo de hoy, ni en lo económico ni en lo político, lo que Francisco denomina “mirada puramente sociológica”.

“La humanidad” – dice Francisco- “vive un giro histórico de extraordinaria magnitud, que podemos ver en los adelantos que se producen en los diversos campos, tanto cuantitativos como cualitativos, en el ámbito de la salud, de la educación y de las comunicaciones, y que deben ser alabados porque son avances que contribuyen al bienestar de la gente.”

“Es un cambio de época que ha generado enormes saltos cuantitativos y cualitativos, acelerados y acumulativos, que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas y en las veloces aplicaciones en los distintos campos de la naturaleza y de la vida.”

“Estamos” – afirma el Papa – en la era del conocimiento y de la información, fuente de nuevas formas de poder, muchas veces anónimo.”
Este giro histórico está acompañado por una crisis profunda de sentido (miedo, desesperación, desaparece la alegría de vivir en las personas).
La consecuencia es que aumentaron algunas patologías. La falta de respeto y la violencia crecen, y la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir, y a menudo para vivir con poca dignidad.

En esta época todo se incorpora al juego inexorable de la competitividad (la regla es el incremento incesante de la productividad de todos los factores), y de la ley del más fuerte, (que usualmente es el más educado), donde el poderoso devora al más débil; y como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas.

“Ya no se trata” – afirma Bergoglio – “simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos”, sostiene el Papa, “no son explotados (como ocurría antes), sino desechos, sobrantes.”

Lo que está en juego en el mundo de hoy en esta sociedad de la técnica hiperproductiva y supercompetitiva es la “cultura del descarte.”
No es obra de una intencionalidad malévola o de una ideología, sino consecuencia directa de un sistema superintensivo, totalmente objetivo, endógeno, ajeno a la subjetividad humana. Dice Joan Robinson: “Hay una sola cosa peor que ser explotado por el capitalismo, y es no ser explotado en absoluto”.

El punto fundamental es la total objetividad del actual sistema que expresa su endogeneidad absoluta con un criterio meramente cuantitativo. Por eso dice Bergoglio: “Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (Éxodo 32, 1-35) ha encontrado una visión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin objetivo verdaderamente humano. Hay por eso una profunda crisis antropológica: la negación de la primacía del ser humano (entendido no como número demográfico, sino como subjetividad intransferible).”

Esta aproximación que realiza Francisco otorga su verdadero significado a la “opción por los pobres”, que es una categoría teológica y no sociológica, como subraya reiteradamente el Santo Padre.

La “opción por los pobres”, que se funda en la razón de ser de la Iglesia, significa que “Dios les otorga su primera misericordia”. La Iglesia es –debe ser- “un hospital de campaña, que vive su misión de salvación y de curación en el mundo”; y debe recordar que “la misericordia no es sólo una actitud pastoral, sino la sustancia misma del Evangelio”.

Sin misericordia, incluso la “opción por los pobres” corre el riesgo de caer en la mezquindad burocrática o en la ideología activista. La “opción por los pobres” es “una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana”. No hay objetividad en la relación con el otro para la fe cristiana, sino reconocimiento de su subjetividad intransferible e invaluable. El encuentro de la fe es un diálogo de persona a persona. Es un acontecimiento, no una idea, una teoría o una ética.

Las cuatro categorías hiperrealistas de la fe

Para fundar esta aproximación fundamental, Bergoglio utiliza cuatro categorías.

1) El tiempo es superior al espacio. Siempre y en todos los casos hay que privilegiar el tiempo del proceso histórico sobre el control de los espacios de poder. Lo importante es desatar nuevos procesos, tanto en la historia como en la vida personal, y frente a esto carece de relevancia la vocación de poder, el ansia de dominio, que es una categoría subordinada y no esencial. “Querer ser Rey es idiota. Lo que importa es fundar un Reino”, dice Schiller. Por definición, en todo nuevo proceso que se desata, no hay camino de retorno, no hay restauración posible.

2) La unidad es superior al conflicto. Esto no significa desconocer los conflictos o evadirlos. Comprender los conflictos es un ejercicio de lucidez, esto es de valentía. Pero esta percepción debe ir acompañada de una comprensión acabada de la unidad profunda de la realidad. “Cristo”, dice Bergoglio, “es unidad; y la paz es la señal de que se ha logrado la unidad y la reconciliación del todo en sí mismo. La paz es la unidad del todo.” El Papa Francisco no es un pacifista; lucha por la paz, que no es lo mismo.

3) La realidad es más importante que la idea. “La realidad es más importante que la teoría, sobre todo desde el punto de vista teórico”, señala Clausewitz; y lo que convoca siempre a los hombres es la realidad, nunca la idea, sólo que es una realidad iluminada desde adentro por la razón. La fe cristiana es lo contrario del nominalismo formalista, y también, por necesidad, de las ideologias.

4) El todo es superior a las partes. Por eso hay que combatir el desarraigo y la pérdida de la identidad nacional y personal que provoca un cosmopolitismo abstracto.
“Lo primero es hundir las raíces en la propia patria y en su historia”, dice Bergoglio. Esa es la fuente de la unidad. “El desarraigo es una forma de evasión.”
Las fuentes de este trabajo son “La Alegría del Evangelio” y el “Documento de Aparecida”

*Este artículo integra un libro del mismo título de pronta aparición.

Dr. Jorge Castro. Abogado, UBA. Presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico (IPE). Columnista del diario Clarín, de Perfil y El Cronista y de otros medios periodísticos nacionales e internacionales. Profesor de Política Exterior Argentina en el Curso Superior de las Fuerzas Armadas, además Profesor de la UBA, FLACSO, del Salvador. (entre otras). Es miembro del CARI, Miembro y Presidente de FORO SUR, grupo dedicado a promover el MERCOSUR y es el Socio Fundador de la Fundación Pensamiento Americano. Fue Secretario de Planeamiento Estratégico de la Presidencia de la Nación, columnista de Política Internacional del diario La Nación y Director Adjunto del diario el Cronista Comercial. Recibió varias distinciones y es autor de libros sobre temas relacionados a su especialidad.

Written by Rafael De la Piedra