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SINDONE: LA ACTITUD DE UN CIENTIFICO Ost 2000 laterale Full view

SINDONE: LA ACTITUD DE UN CIENTIFICO

Este es un año especial para la Sábana Santa de Turín. Al cumplirse 200 años del nacimiento de San Juan Bosco será expuesta en Turín la reliquia más esplendida de la Cristiandad: la Sábana Santa. El Papa Francisco ha confirmado su presencia en Junio para venerarla. Les comparto un buen resumen de los estudios acerca de la Sábana Santa escrito por el Padre Manuel Carreira que vale la pena leer. También hay una nota sobre el Carbono 14 escrita por el Dr. Raymmond Rogers. La fuente es el Blog Ciencia y Fe de la Milicia de Santa María.

http://etfides.blogspot.com/

Quisiera desarrollar un punto de vista general con respecto a investigaciones sobre estos lienzos, algo que puede enmarcar el trabajo dentro de una metodología científica, indicando las razones de este esfuerzo y los fines que se esperan obtener.

I. – ¿Por qué se estudian estos lienzos?

Nos encontramos con objetos que, durante siglos, han sido objeto de atención y reverencia, con características peculiares. Solamente por eso, ya merecen un estudio como objetos de interés arqueológico, como lo son todos los objetos semejantes que se encuentran en otros lugares del mundo, en un contexto religioso o secular. Deseamos saber su origen, contexto cultural, utilización, edad, etc.

En principio, podemos también pensar que objetos heredados de un pasado más o menos remoto pueden ser una fuente de información sobre personas o hechos de carácter histórico. En el caso de ambos lienzos, tradiciones de gran valor y antigüedad los relacionan con el hecho histórico de la muerte de Cristo, y así se abre la posibilidad de que nos den información complementaria o corroborante de las narraciones evangélicas.

Recordemos que la Iglesia existe por el hecho histórico de la venida de Cristo, de su Pasión, Muerte y Resurrección. En esto se distingue el Cristianismo de cualquier otra religión: no es un conjunto de símbolos, mitos o fábulas, sino la continuación de la labor salvífica de una Persona real, que anduvo sobre la tierra de Palestina, en un lugar concreto y una época conocida con todo rigor histórico, y cuyos milagros, enseñanzas, muerte y resurrección, tienen testigos que dieron su vida por la veracidad de su testimonio.

Por eso, si el Sudario y la Síndone aportan nuevos datos sobre la Persona de Cristo, contribuirán a la fe humana e histórica que es base y condición de la fe divina, primeramente en la predicación de Cristo y su contenido, y de la fe salvífica, acto de aceptación libre que debe apoyarse en las anteriores. No es nuestra fe algo irracional ni de orden sentimental: debe ser un acto humano y meritorio del entendimiento y la voluntad libre, a lo que Dios añade luego como dádiva suya la fe como virtud teologal ya en el bautismo: una semilla de divinidad que no añade conocimiento ni es acto nuestro, pero que exige nuestros actos previos para fructificar hacia la vida eterna. En este sentido, ambos lienzos tienen importancia teológica, pues pueden ser parte del fundamento racional histórico en que se apoya la aceptación de Cristo y de su doctrina.

Y para un científico que estudia ambos lienzos fijándose en las manchas que en ellos se ven, se da el reto de aplicar leyes y fuerzas de la física o procesos químicos (vitales o no) para conseguir explicar su formación y características, sobre todo en el caso de la imagen de la Sábana de Turín.

II. ¿Cómo deben estudiarse estos dos trozos de lienzo?

Ante cualquier objeto sometido a estudio, histórico o científico, debemos comenzar por preguntarnos acerca de su materialidad: ¿qué es?. Por tanto, es necesario averiguar aquí las fibras de que está hecho el tejido, el tipo de telar de que procede, identificar en un lugar y época concreta su estilo de factura, compararlos con tejidos similares, contrastar sus características con las de telas de diversos usos. Un conocimiento de ritos funerarios de pueblos y siglos pasados, de tradiciones artísticas, puede ser muy útil para evaluar propiamente lo que se observa, tal vez difícil de interpretar en nuestra cultura.

Además del tejido en sí, debe estudiarse todo lo que los lienzos contienen como material adherido: polvo, polen, contaminantes debidos incluso al manejo de las telas por muchas personas durante siglos. Ante las manchas, hay que determinar su naturaleza: ¿sangre? ¿humana? ¿vital o cadavérica? ¿de qué tipo? O bien, ¿pigmentos? ¿cuáles? ¿dónde?. Y todo esto debe hacerse sistemáticamente, para establecer en forma indiscutible si manchas o imagen se dan por penetración de las fibras del tejido, o sólo superficialmente, y si es posible indicar una secuencia de hechos explicativos de la simple materialidad de lo que se estudia.

A continuación es necesario relacionar los datos obtenidos con su contenido de información anatómica, cultural e histórica: correspondencia posible con un cuerpo humano, indicaciones de tormentos, causa de las heridas, evidencia de muerte. Todo lo que se haría ante la sospecha fundada de que ha habido una muerte violenta, un crimen. En nuestros casos hay indicaciones de que se dio una muerte por crucifixión a estilo romano de hace 20 siglos, precedida por una flagelación, con datos que sugieren una corona de espinas, el peso de un madero sobre la espalda llagada, golpes y caídas, movimientos de los brazos durante la agonía en la cruz, una lanzada al corazón ya muerto. Deben compararse las heridas de los azotes con las dimensiones conocidas del «flagrum» romano; la herida del costado con las dimensiones del hierro de lanza de un soldado de aquella época, las heridas punzantes de la cabeza con el tamaño de plantas espinosas de Palestina, las heridas de los clavos con clavos conocidos por excavaciones arqueológicas de Israel. Y debe establecerse si es compatible la posición de los clavos con lo que nos dice la anatomía sobre la resistencia de los tejidos del cuerpo humano y con la posición de los regueros de sangre en los antebrazos. Todo esto es un análisis que debe hacerse de una manera factual, crítica, con todos los medios que utiliza normalmente la medicina forense y el estudio arqueológico y antropológico de restos.

Concretamente, en el Sudario de Oviedo, se puede indicar una correspondencia enormemente interesante entre la posición de las manchas y las estructuras de un rostro humano, entre su intensidad y la proporción variable de sangre y suero que puede salir de un cadáver en diversos momentos y posiciones de la cabeza. Todo esto tienen que comprobarlo y presentarlo con pruebas de laboratorio los médicos forenses que conocen a fondo la anatomía humana y los procesos que pueden dar lugar a tales flujos de sangre.

En ciencia se avanza así: se recogen datos y de ellos se forma una hipótesis explicativa, una teoría, que debe llevar a predicciones comprobables por nuevas medidas o experimentos. Si llegamos a un momento en que solamente una teoría es capaz de explicar todos los datos, esta se convierte en la razón científica que debe aceptarse como solución.

Al hablar de la Sábana de Turín, todo lo dicho acerca de manchas de sangre es igualmente aplicable, pero hay que explicar, además, la formación de una imagen que no es debida a esas manchas, sino que existe independientemente de ellas, hasta el punto de que no se encuentran superpuestas las manchas sobre la imagen. ¿Qué proceso puede explicarla? ¿Hay algún proceso conocido que pueda reproducirla?

III. ¿Qué metodología debe seguirse?

Hasta cierto punto, lo que debe estudiarse impone la metodología. Pero quiero hacer notar, explícitamente, que la metodología que se utilice en estos casos debe ser la misma que todo arqueólogo o médico forense aplicaría a otros objetos de parecidas características. Y es muy importante siempre considerar TODO EL CONJUNTO DE LA EVIDENCIA : no se puede dar por resuelto un problema con una explicación parcial, ni es posible descartar los datos que no encajan para dar valor exclusivo a un hecho o medida, más o menos fiable, pero que no anula por su propia naturaleza otros datos indudables. Por ejemplo: todos hemos visto en los últimos años cómo se ha afirmado que el Carbono 14 demuestra que la Sábana de Turín es de la época medieval. Tal afirmación descarta, como sin valor alguno , todos los trabajos de científicos e historiadores que han estudiado durante todo un siglo la imagen y las manchas de ese lienzo, y no da explicación alguna ni de la formación de la imagen ni de cómo en el siglo XIV podía darse una representación, históricamente exacta, de una crucifixión y una flagelación romana, sobre un lienzo carente de pigmentos pictóricos, y con el detalle impensable de una moneda de Pilato -un leptón- con un error de ortografía en que nadie se había fijado hasta que se encontró en la imagen del Sudario.

La interpretación de un dato científico debe ser coherente con lo que se deduce de los demás: la física es parte importante del estudio, pero el contexto histórico es de igual o mayor importancia. Si el C 14 indicase que un vaso de plástico es del siglo XIV, automáticamente buscaría una explicación del error, porque estoy cierto de que no había plásticos en esa época; si por el C 14 se deduce que una imagen es del siglo XIV cuando contiene información que entonces no existía, tampoco puedo aceptar tal datación, sino que tengo que buscar una explicación de lo que es claramente erróneo.

Dicen, en plan irónico, mis amigos americanos: «Yo ya tengo mis ideas; no me confunda usted con hechos». Nosotros respetamos los hechos, los datos, TODOS los datos. Las ideas, las explicaciones, deben acomodarse a ellos.

También deben ajustarse las explicaciones propuestas a lo que la ciencia es capaz de incorporar lógicamente dentro de sus leyes, ni es un método aceptable el utilizar conceptos o criterios que no se especifican adecuadamente. En el caso de la imagen de Turín se ha dicho, repetidamente, que se debió a una «radiación». Es necesario, consecuentemente, pedir que se aclare este término: ¿es una radiación electromagnética o corpuscular? ¿con qué características de energía, longitud de onda? ¿cómo se propaga? ¿por qué proceso puede producirse? ¿cómo afectaría a un tejido de lino?.

Para mostrarles mejor lo que exige este trabajo de análisis, me fijaré, muy brevemente, en el modo de propagación y sus implicaciones para la imagen. Es bien conocido que en el lienzo de Turín se encuentra la «huella» de un cuerpo humano, con gran cantidad de detalle (hasta la inscripción en una pequeña moneda), y con una diferencia de intensidad con relación a la distancia entre el cuerpo y el lienzo que permite una reconstrucción tridimensional. Todo esto debe estar de acuerdo con el comportamiento de una «radiación» que se propaga según leyes físicas conocidas.

Si un haz de luz se difunde por igual en todas direcciones, como la luz de una vela o una lámpara eléctrica, su intensidad disminuye según el cuadrado de la distancia: doblamos ésta, y la intensidad se reduce a la cuarta parte. Así puede esperarse que la variación de brillo producida en una pantalla nos dé la información de distancia que produce tridimensionalidad. Pero este tipo de propagación (llamada «incoherente», no-colimada) no produce imágenes detalladas. En realidad, a no ser en una proximidad casi de contacto, no puede producir imagen alguna: cuando vemos una pared iluminada por diversas lámparas, no tenemos en la pared ninguna indicación de las fuentes de luz como focos individualizados: sus contribuciones se suman en cada punto sin que se pueda distinguir su origen.

Yo he hecho experimentos con trozos de cinta fosforescente en un laboratorio. Cortando diversas figuras de un centímetro cuadrado de área, aproximadamente, con triángulos, cuadrados, círculos, los he puesto en contacto con papel fotográfico: producen imágenes perfectas. A continuación repetí el experimento interponiendo un cristal de un poco más de un milímetro de espesor entre las cintas fosforescentes y el papel sensible: las imágenes se hacen un poco borrosas, pero se nota la forma general y la disposición de los trozos. Luego aumento la distancia: 3 mm , 5mm, 7mm… Cuando el papel está a 10 mm de las cintas luminosas, ya no hay detalle alguno, no hay imagen, sino un velado casi uniforme del papel por recibir cada punto la luz emitida por todos los trozos.

Si en lugar de una bombilla utilizo un láser, o si produzco un haz paralelo de luz con un sistema de lentes, tengo la propagación de luz «colimada», y su intensidad no disminuye con la distancia. La fuente luminosa produce un punto brillante en una pantalla, sin difundirse por el entorno; un conjunto de fuentes dispuestas en una forma concreta, con todos sus haces de luz paralelos y colimados, dará lugar a un conjunto semejante de puntos luminosos en la pantalla, reproduciendo su forma a cualquier distancia. Pero no habrá una pérdida de intensidad que permita deducir información tridimensional.

En la naturaleza no es posible producir esta radiación colimada por ningún fenómeno térmico, ni hay explicación alguna para su existencia como resultado de procesos biológicos o reacciones químicas.

Estas son las únicas formas posibles de que se transmita una radiación de carácter electromagnético, «luz» en el sentido amplio de la física, que incluye rayos X de cualquier energía. Y cuando se quiere aplicar el concepto de radiación a la imagen de la Sábana de Turín nos encontramos con detalle que exigiría propagación colimada, junto con la pérdida de intensidad con la distancia, incompatible con la colimación. Nos encontramos también, en un paso lógico inevitable, con el problema insoluble de explicar cómo se produce esa misteriosa «radiación» a partir de un cadáver. Realmente, no hemos avanzado nada.

Igualmente arbitraria es la afirmación de que la imagen se formó por contacto: esto supone la transferencia al lienzo de alguna materia colorante y su presencia o bien como polvo entre las fibras o como un fluido que penetra los hilos. No se encuentra tal pigmento, ni hay difusión de un líquido o gas en el interior de las fibras. Una y otra vez se leen «noticias» de que alguien ha conseguido reproducir las imágenes de la Sábana con algún método de laboratorio: ¿dónde están esas imágenes? ¿por qué no se publican y se someten a un estudio comparativo imparcial, bajo el microscopio? La falta de coherencia y rigor lógico llega a tal extremo que en el mismo número de la revista » The Skeptical Inquirer » de USA, se publicaron dos artículos, uno dando como cierto que la Sábana de Turín es obra de un pintor medieval (un genio del calibre de Miguel Angel, desconocido) y otro confesando que no puede ser una pintura, porque no hay pigmentos: dos escépticos que atacan la Sábana sin pararse ni en comparar sus aserciones. Esto no es ciencia, sino prejuicios.

IV. Finalmente: ¿Qué certeza podemos buscar y esperar de estos estudios?

Como en toda reconstrucción de hechos pasados, podemos buscar una certeza histórica, no física o metafísica. Una certeza de inferencia lógica, que sería aceptable en un juicio criminal, donde se espera probar culpabilidad o inocencia «más allá de toda duda razonable». La certeza versará sobre hechos que se sitúan en un lugar y período histórico, y sobre procesos que explican la formación de manchas de sangre de formas concretas, por contacto, por efusión, por movimientos del cuerpo, antes o después de la muerte.

Tal vez no podamos conseguir una explicación clara y convincente de cómo se formó la imagen en la Sábana de Turín: al menos yo no puedo indicar ninguna pista científicamente plausible para cubrir todas sus características. Y si tenemos que atribuir su origen a un proceso milagroso, la física tiene que quedar en segundo plano: un milagro, por definición, sobrepasa la posibilidad de explicación natural.

Pero aun sin milagro, recordemos el valor arqueológico de cuanto puede corroborar los textos evangélicos. Los evangelistas conocían, estremecidos, lo que era una flagelación romana, una crucifixión: no necesitaban dar detalles, y su descripción de la Pasión es lo más concisa y falta de retórica sentimental que puede darse. Nosotros no nos damos cuenta de lo que ocultan esas palabras, aun viendo las obras de arte que quieren hacernos presentes los sufrimientos del Señor. Aquí podemos ver la carne desgarrada con más de 120 impactos de las barras de metal de los azotes, la cabeza cubierta de un casco de espinas, los hombros macerados por un travesaño de 40 kilos de peso, orificios de clavos de un centímetro cuadrado de sección a través de la muñeca y de los pies, el costado abierto por el hierro de una lanza romana como las que hay en nuestros museos. Sangre vital y cadavérica fluye de todas esas heridas dejándonos sobrecogidos al darnos cuenta de que esto lo sufrió el Hijo de Dios, por nosotros.

Y, por otra parte, el testimonio de Juan describiendo el sepulcro vacío, con la mortaja plana sobre el suelo y el paño que «había estado sobre su cabeza» enrollado aparte en su propio lugar, se refuerza al encontrar en esa mortaja una imagen todavía inexplicable, única en toda la historia de la arqueología hasta el presente. Imagen que sugiere un hecho tan extraordinario que hizo vencer la repugnancia instintiva y legal de judíos observantes para que se conservasen como algo precioso unos lienzos funerarios que ya no causaban contaminación legal. Solamente la nueva vida de Cristo resucitado podía haber cambiado su punto de vista para que durante siglos –los Apóstoles y sus sucesores- guardasen el lienzo con la imagen «no hecha por manos humanas» y el «Sudario del Señor», llevado con toda veneración desde Toledo a Oviedo en el siglo VIII para salvarlo -como el mayor tesoro- de los invasores no cristianos.

Nuestra fe no depende de unos lienzos, y la Iglesia no tiene competencia científica para dictaminar sobre su autenticidad. Pero todos los datos que tenemos la indican, y estos conocimientos enriquecen nuestra fe y motivan nuestro aprecio de la Pasión. Por ello podemos dar gracias al Señor y a quienes nos los han transmitido a través de veinte siglos.

P. Manuel Carreira SJ

APÉNDICES

I Imagen de la Sindone : Posibles procesos de formación

La Sábana de Turín nos presenta información acerca de un crucificado que dejó sobre el lienzo, además de manchas de sangre, una imagen extraña. Independientemente de su valor como reliquia y de ese contenido de información arqueológica y médica, la imagen, como realidad física, exige una explicación. Es posible que no podamos encontrar ninguna explicación completa, pero eso mismo será muy significativo por la consecuencia obvia de que causas nuevas deberán ser invocadas cuando las conocidas no son suficientes. No hay en ningún museo un lienzo con una imagen comparable, a pesar de la abundancia de lienzos funerarios de diversas culturas y épocas. Y después de 100 años de estudios científicos, nadie ha conseguido producir un duplicado que resista el análisis detallado

Los resultados de estudios múltiples indican las siguientes propiedades de la imagen:

1- Aun al microscopio, no se detecta pigmento alguno superpuesto al tejido ni impregnando sus fibras, sea polvo colorante o residuos de algún líquido orgánico o inorgánico adicional a la tela.

2- La imagen no se debe a una deshidratación muy superficial de la cara externa de fibrillas componentes de los hilos de lino, sino a un cambio químico en una capa de apresto del lino. La imagen no penetra al lado opuesto de la tela; tampoco afecta a todo el espesor de esas fibrillas. El color puede disolverse con diimida, dejando lino blanco.

3- En puntos donde se ve una costra de sangre, ésta no aparece superpuesta a la imagen, sino que al desaparecer la costra el lino es blanco, sin imagen alguna.

4- Hay una perfecta correspondencia anatómica de la imagen frontal con la dorsal, y ambas tienen la misma intensidad máxima.

5- No hay imagen lateral, ni de la parte superior de la cabeza ni de los lados del rostro o del cuerpo entero. Las imágenes frontal y dorsal aparecen como proyecciones sobre un plano.

6- Los tonos de la imagen aparecen invertidos, de tal modo que lo que se observa directamente es comparable a un negativo fotográfico. La imagen se ve con claridad solamente en un negativo de ese negativo original

7- La intensidad de la imagen está en relación directa con la distancia entre las diversas partes de un lienzo y el cuerpo al que envuelve, medida según la vertical , no la perpendicular al lienzo o al cuerpo en cada punto. Esta relación permite obtener relieve al asignar distancias diversas a los diversos tonos en el lienzo, sin dependencia de la reflectividad del cuerpo.

8- La tridimensionalidad es aparente sólo en la imagen frontal, no en la dorsal. Ésta indica la variación de tono debida al contacto más o menos acentuado del cuerpo yacente sobre el lienzo.

9- Aunque el lienzo es de textura burda, la imagen muestra detalle sorprendentemente fino cuando se realza el contraste en copias fotográficas. Esto es especialmente llamativo en el caso de una inscripción en una pequeña moneda sobre el párpado derecho.

10- Hay partes de la imagen, sobre todo en la zona de la boca y en las manos, donde se sugieren estructuras subcutáneas: dientes bajo los labios, huesos de los dedos prolongados hasta el carpo.

Las hipótesis explicativas pueden analizarse según que se basen en procesos artificiales conocidos o posibles, procesos naturales conocidos o, finalmente, procesos desconocidos y más o menos plausibles (tal vez de índole milagrosa) relacionados con la Resurrección.

Los procesos artificiales sugeridos por diversos autores comprenden:

– Producción artística : la imagen se atribuye a un pintor desconocido. Hipótesis insostenible por la falta de pigmento en el lienzo y por la resistencia de la imagen a temperaturas de un incendio y al agua que impidió que la tela se quemase en 1532. No es posible que un pintor haga una imagen sin delinear al objeto, sin poder verla de cerca, en negativo, y con propiedades de tridimensionalidad. Véanse las copias de la Síndone producidas aun por artistas de mérito.

– Imagen debida a una técnica de frotamiento sobre un bajo-relieve de tamaño natural. Imposible de conseguir sin dejar polvo colorante en las fibras. Presupone también un artista desconocido, superior a cualquier escultor de la historia, para producir ese supuesto bajorrelieve que solamente puede apreciarse en su perfección al fotografiar ahora su efecto en el lienzo.

– Chamuscadura del lienzo por contacto con un bajorrelieve metálico a temperatura adecuada. También exige ese artista desconocido, pero añade la imposibilidad práctica de un contacto momentáneo y uniforme del lienzo, sin que se produzca una quemadura que afecte ni siquiera el espesor de un hilo. Manchas de sangre sufrirían alteraciones por el calor. Las pruebas que se han hecho no son sino de objetos pequeños, y queman profundamente las fibras del tejido.

– Proceso fotográfico de autor desconocido. Sin base histórica, supone la invención de la fotografía, y su utilización única en este caso, dando lugar repentinamente a una imagen perfecta. No explica la tridimensionalidad (el tono de un objeto en una foto no depende de la distancia de la cámara, sino solamente de la reflectividad del sujeto) ni la falta de imagen bajo las costras de sangre.

Todas estas hipótesis también dejan sin explicación las posibles imágenes subcutáneas

Procesos naturales conocidos: Se reducen a sugerir que un cadáver cubierto de sudor y sangre imprime por proximidad al lienzo una imagen tal vez propiciada por reacciones químicas con la mirra y el áloe del entierro. Pero la difusión de vapores o líquidos debería impregnar la tela, en contra del carácter superficial de la imagen. No es tampoco compatible con la falta de todo elemento extraño en las partes de imagen comparadas con las que no la muestran. No puede explicar la tridimensionalidad, ni las imágenes subcutáneas. Y debería dar distorsiones al abrir el lienzo y reducir a un plano la superficie de contacto con un cuerpo de considerable volumen: tales distorsiones no se observan. Tampoco explica la falta de imagen lateral, ni la finura de detalle, incluso en una moneda.

Procesos de origen desconocido , relacionados hipotéticamente con la Resurrección. En general postulan ad hoc la desintegración atómica del cuerpo yacente, sugiriendo que ese fenómeno podría también cambiar la datación por el C14. La imagen se debería a protones emitidos por el deuterio (Hidrógeno pesado con un neutrón y un protón en el núcleo), a rayos X producidos al desintegrarse todos los elementos del cuerpo, a un destello de radiación emitida sin causa conocida, a una descarga de alto voltaje parecida a la que produce imágenes en película fotográfica en la fotografía Kirlian.

No hay razón física ni filosófica o teológica de que ocurra nada de eso. Ni se avanza nada con proponer condiciones extrañas para que se rompan los enlaces atómicos y nucleares sin fuente de energía adecuada, ni que se emitan partículas en haces verticales, paralelos y con la energía exacta para atenuarse con su recorrido en el aire y luego penetrar sólo la parte más externa de fibras de lino (necesario para conseguir relieve) . Ninguna radiación propiamente dicha puede dar detalle (que exige propagación colimada , en haces paralelos) junto con relieve (que depende de propagación isotrópica ). Si se afirma simplemente que Dios causa un milagro para que la imagen se forme con esas características, no hemos avanzado nada en su explicación.

La única sugerencia con una base plausible en ciencia y filosofía se apoya en el concepto de resurrección como lo presenta el Catecismo de la Iglesia Católica : el cuerpo deja de estar en el espacio y en el tiempo . Al des-localizarse el cuerpo hay un cambio físico, que debe ocurrir en un tiempo finito y con cambios energéticos reales, aunque mínimos. En ese proceso, el lienzo cae a través del cuerpo evanescente, siendo afectado por esa mínima energía superficial por contacto sucesivo . Así se puede explicar la tridimensionalidad, sólo en la parte frontal, y la finura de detalle aun en una moneda que está en contacto con el cuerpo. Faltan imágenes laterales porque el lienzo se aplana al caer. Y pueden marcarse estructuras subcutáneas no muy profundas, por no ser instantáneo el proceso. Esta es la hipótesis actual de trabajo del Dr. Jackson, aunque él mantiene el término «radiación» para describir esa energía superficial.

En esta explicación puede decirse que el marcarse la imagen es el resultado natural de un hecho sobrenatural. Sería de esperar una imagen semejante en cualquier caso de resurrección transformadora (no simple extensión de vida mortal) de un cadáver envuelto en un lienzo. Pero una confirmación experimental en el laboratorio es claramente imposible.

II DATACIÓN POR EL C-14 – Dr. Ray Rogers

Si una parte de la Síndone estuviese tejida con hilo de oro, el hecho de que era diferente del resto de la tela sería obvio. La situación es casi tan patente, y las afirmaciones de Flury- Lemberg se basan solamente en una inspección visual. Las propiedades químicas del área de la cual se cortó la muestra para el radiocarbono no se consideraron ni se comprobaron, ni se consultaron las fotos en ultravioleta de 1978. El área del radiocarbono es extraordinariamente diferente del resto de la tela. Esto es un hecho que no tiene nada que ver con si una cierta terminología es o no aplicable o con lo que Flury-Lemberg conoce o desconoce acerca de la tecnología textil medieval. No hace falta presuponer nada acerca de la tecnología para probar que el área en cuestión es anómala. Sin comprobaciones adecuadas, ella se equivocó.

Esa falta de caracterización cuidadosa de la muestra convirtió a la Síndone en un hazmerreír. La mayor parte de la gente ya tiene toda la «prueba» que necesita para marcar a la Síndone como un fraude medieval, y su libro ciertamente parece confirmar esa opinión.

Pruebas químicas demuestran que la zona de baja fluorescencia de la Síndone en el área donde se cortó la muestra del radiocarbono, tiene las características siguientes:

1) No muestra fluorescencia, por tanto su composición química era distinta. No hay duda acerca de esto.

2) El hilo estaba recubierto de una goma que contenía tintes y mordientes (tecnología común durante milenios para teñir lino). Se la había teñido por alguna razón. La mayor parte del color añadido aparece en la superficie externa del hilo en esa zona. Las microfotografías establecen este hecho. La parte principal de la tela no tenía nada de esa pátina de goma-tinte-mordiente.

3) El lino había sido blanqueado con una técnica distinta de la de la parte principal de la tela. Muestra muy poca lignina en los nudos de crecimiento.

4) La lignina en el área anómala da un resultado positivo cuando se prueba su contenido de vanillina, un componente de la lignina que disminuye con el tiempo. La lignina en la Síndone misma no da ese resultado (ni tampoco la lignina de las envolturas de los Rollos del Mar Muerto) El área anómala tiene una edad distinta de la de la Síndone.

5) Como observó Raes, hay algodón en los hilos de la parte anómala. Se encuentra fácilmente en el interior de los hilos. El único algodón que se encuentra en el resto de la Síndone es una impureza superficial.

6) El análisis de Adler con el SEM (Scanning Electron Microscope) demostró que las fibras del área anómala contienen el doble (2x) de concentración de aluminio que las otras áreas. El aluminio se usa como mordiente para el antiguo tinte de la raíz de Madder que existe en el área anómala. Observaciones al microscopio, documentadas con microfotografías, prueban la existencia del tinte de Madder en un mordiente de hidróxido de aluminio.

7) El tinte de la raíz de Madder es mayormente alizarina y purpurina. Estas pueden encontrarse sin dificultad en el área anómala. No hay otra parte de la Síndone recubierta con el tinte de raíz de Madre. La alizarina se ha usado durante más de un siglo como un indicador de ácido-álcali en Química: sus propiedades se conocen con precisión, y su presencia en esa zona está documentada con microfotografías.

8) El mordiente de hidróxido de aluminio se disuelve instantáneamente en ácido clorhídrico.El color de las fibras del área anómala cambia instantáneamente cuando se las trata con el ácido, y los colores resultantes cambian según el pH (acidez) de la solución (como es de esperar en el caso de tintes).

9) El recubrimiento de goma en el exterior de los hilos se disuelve en el agua. Se puede observar esto con el microscopio, y la goma soluble se deposita de nuevo si se permite que el agua se evapore. La goma no es un polímero biogénico, y no da ninguna muestra de contener proteínas. La goma se hidroliza rápidamente en un ácido, y un poco más lentamente en una solución de hidróxido sódico. Con Yodo da el color que es característico de gomas vegetales como la goma Arábiga (amarillo brillante) No hay nada semejante en el resto de la tela. Esas gomas eran objeto de comercio durante milenios; no era una impureza natural del lino, y se usó para manchar/teñir el hilo. Hay microfotografías que prueban estas afirmaciones.

10) Cuidadosas observaciones al microscopio de trozos de hilo de la muestra de Raes mostraron un peculiar empalme de extremo a extremo (hay una microfotografía). La parte principal de la tela se tejió usando una superposición de hilos cuando una madeja de hilo se terminaba y se añadía otra para continuar tejiendo. Fotografías de la Síndone muestran el proceso y se describe en documentos históricos. Las «bandas de distinto color» que se ven en la Síndone corresponden a zonas tejidas con diferentes madejas de hilo. Esas bandas también indican concentraciones distintas de lignina (cada madeja fue blanqueada separadamente)..

Invito a cualquiera, competente en química, a que vea muestras que exhiben la gama de diferencias en composición (baja fluorescencia y composición química distinta) entre el área anómala y las fibras auténticas de la Síndone. Puedo proporcionar algunas muestras. Turín puede dar más. Yo desafío a los custodios de la Síndone a que pidan a un químico competente que haga unas simples comprobaciones químicas sobre muestras que se conservan del área del radiocarbono. Las diferencias son obvias, y no pueden descontarse con un simple recurso a una autoridad. Dudo seriamente de las credenciales de Flury -Lemberg para dictaminar acerca de las propiedades químicas de la muestra del radiocarbono.

Sinceramente,

Raymond N. Rogers

Miembro de Los Alamos Nacional Laboratory Universidad de California Los Alamos, NM, USA

Written by Rafael De la Piedra