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Steve Jobs es realmente un genio, pero incluso los genios necesitan nacer

Por: Carolyn Moynihan

26 de septiembre 2011 (Notifam) – Las alabanzas en honor de Steve Jobs han estado fluyendo libremente, desde la semana pasada, tras su dimisión como consejero delegado de Apple, la compañía que él co-fundó en la década de 1970 y que ha inundado de artefactos mágicos a un mundo encantado. Ha sido aclamado como “el Thomas Edison de este siglo”, “el da Vinci de nuestro tiempo”, y en forma menos grandilocuente, como “el Marshall McLuhan de los últimos tiempos”. Jobs mismo ha mezclado comparaciones con figuras tan distintas como Gandhi y Bob Dylan. Tal vez el escritor que lo reduce a su tamaño como “la única estrella de rock del mundo de la Tecnología de la Información” tiene un punto, pero la opinión mayoritaria parece ser que el hombre es un genio.

Lo que los medios de comunicación han dejado de lado, en general, es de dónde vino ese genio. Ha habido historias que mencionan sus antecedentes familiares, pero éstos han sido meras atracciones secundarias para las miradas retrospectivas sobre la extraordinaria carrera de Jobs. Pero nada de ese drama podría haber sucedido si una joven estudiante no casada y graduada en el año 1955 no hubiera ofrecido a su bebé no planeado para que fuera adoptado.

Si su padre no hubiese objetado a su novio sirio, Joanne Simpson podría haberse casado en ese momento con Abdulfattah John Jandali (en lugar de más tarde, después que su padre murió) y la historia de Steve Jobs podría haber sido completamente diferente. Todavía podría haber sido un genio, pero nunca habría conocido a Steve Wozniak, sentado a su lado en las clases de caligrafía o con quien fundó Apple. Podría haber sido un brillante abogado o político, o uno mediocre. No lo sabemos.

Lo que sí sabemos es que millones de personas en todo el mundo se han enamorado de las creaciones de Apple: el Macintosh (que fue la primera computadora que he utilizado y su ratón y los iconos parecían siempre tan lindos), el iMac, el iPod, el iTunes, el iPhone y el IPAD. Que bajo su dirección Apple pasó en 10 años de ser un emprendimiento de dos jóvenes en un garaje a una empresa de Silicon Valley de $ 2 mil millones de dólares. Que actualmente emplea a 50.000 personas. Que en los últimos 14 años, desde que Jobs volvió a la compañía, su sentido de lo que hace deseable la tecnología ha llevado de un triunfo a otro, hasta que a principios de este mes Apple sobrepasó brevemente a Exxon Mobil para convertirse en la compañía más valiosa del mundo.

Y no olvidemos a Pixar, el proyecto Hollywood de Jobs que puso sonrisas en los rostros de millones de personas con películas exitosas animadas por computación, como Toy Story y Buscando a Nemo.

No todo el mundo está enamorado de Steve Jobs, por supuesto. Desde los colegas que diseñaron su salida de Apple en 1986 hasta los usuarios del iPad que no pueden usar Adobe Flash Player en su artefacto favorito, él ha molestado a muchas personas en los últimos años. Ha sido calificado de engreído, voluntarioso, de mal genio, un gerente de lo micro, alguien que se acredita las invenciones de otras personas, que maneja en los alrededores sin placas de circulación y estaciona su Mercedes en espacios para personas con discapacidad. Tanto la industria musical como la editorial sólo aceptaron a regañadientes sus condiciones monopólicas para dar acceso a sus productos a través de los dispositivos de Apple. Su retroactividad de las opciones sobre acciones ha causado escándalo, como también tiene su aparente ausencia del escenario filantrópico (una excepción fue una donación de 100.000 dólares al apoyo a los matrimonios del mismo sexo, la campaña contra la Proposición 8 en California en el año 2008).

Pero incluso sus críticos reconocen su astucia, su misterioso sentido de hacia dónde puede desplazarse próximamente la tecnología, y cuando debería hacerlo. Como la revista Fortune dijo hace tres años, Jobs no sólo se consideraba como el CEO más exitosos de todos, él se había “convertido incluso en un gurú cultural global, dando forma al entretenimiento que vemos, a la forma en que escuchamos música, y al tipo de objetos que utilizamos para trabajar y jugar. Él cambió el juego para industrias enteras”.

Qué diferente se vería el mundo sin Steve Jobs. Sin embargo, si hubiera sido concebido sólo 20 años después, en los primeros momentos del caso Roe v Wade y con otro ícono empresarial estadounidense – Planned Parenthood – haciendo un activo comercio de los abortos, bien podría haberse perdido en él. Pero en la década de 1950 el aborto era ilegal, y probablemente nunca Joanne Simpson pensó en eso. Cuando las cosas se complicaron en su casa, ella se en silencio a San Francisco para tener al bebé y darlo en adopción.

Esta es la historia que Steve Jobs dijo en un discurso de graduación en la Universidad de Stanford en junio de 2005. Dijo que su madre biológica creía firmemente que yo debía ser adoptado por graduados universitarios, así que todo estuvo arreglado para que yo fuese adoptado al nacer por un abogado y su esposa. Excepto que cuando nací, ellos decidieron en el último minuto que en realidad querían una niña. Así que mis padres [legales], que estaban en una lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche para preguntarles: “Tenemos un niño no esperado, ¿lo quieren?”. Ellos dijeron: “Por supuesto”. Mi madre biológica se enteró después que mi madre nunca se había graduado en la universidad y que mi padre nunca se había graduado en la escuela secundaria. Ella se negó a firmar los documentos para la adopción definitiva. Sólo cedió unos pocos meses más tarde, cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.

A pesar de su posición dominante en el imperio de Apple, Jobs ha dependido siempre de la genialidad y el compromiso de otras personas, así como de la suya. En su madre biológica encontramos lo más importante de estas personas -una mujer que no sólo respetó la vida de su hijo, sino que quiso darle lo que ella pensó era la mejor oportunidad en la vida en esas circunstancias que atravesaba. Ella lo pensó, estableció sus condiciones y asumió la responsabilidad de lo que había comenzado.

Un avance rápido hasta el campus universitario de hoy en día, inundado de anticonceptivos y propagandas de sexo seguro, donde una niña que queda embarazada encontrará una oferta disponible para abortar y es probable que la tomará sin considerar mucho cuáles son en realidad sus opciones.

¿Cuántas personas geniales nunca han visto la luz del día porque ya se da por sentado que un embarazo no planificado es necesariamente un hijo no deseado?

Cincuenta y seis años atrás, es cierto, el bebé que llegó a ser conocido como Steve Jobs fue rechazado en el último minuto por la pareja de abogados que se habían inscrito para adoptar al niño de la señorita Simpson. Pero había una pareja de la clase trabajadora, Clara y Paul Jobs, que simplemente quería un bebé. Punto, eso era todo. Eran buenas personas que cuando llegó el momento estaban preparadas para hacer los sacrificios necesarios para enviar al niño a la universidad. Todavía hay un montón de gente así alrededor, sólo que no tienen la oportunidad de adoptar porque la mayoría de los bebés inconvenientes son destruidos. Las parejas infértiles tienen que atravesar el océano para encontrar un niño, a veces mediante procesos muy dudosos. ¡Qué diferencia pueden hacer unas décadas, qué triste diferencia!

En su discurso a los estudiantes de Stanford, Steve Jobs contó tres historias: la primera fue sobre la casualidad que “conectó los puntos” entre su abandono de la universidad y el diseño de la primera Mac. La segunda fue sobre “el amor y la pérdida”, principalmente sobre el amor por su trabajo que lo ha inspirado y que llenó de energía su vida profesional. Fundamentalmente, fue también lo que lo hizo capaz de empezar de nuevo después de haber sido “despedido” de su propia compañía en 1986 y convertirse en “un verdadero fracaso público”.

Yo no lo vi entonces, pero sucedió que ser despedido de Apple fue lo mejor que me pudo haber pasado a mí. Lo pesado que resultaba ser exitoso fue reemplazado por la liviandad de ser un principiante otra vez, menos seguro de todo. Me liberó para entrar en uno de los períodos más creativos de mi vida.

Esto incluyó su matrimonio con Laurene Powell, con quien tiene tres hijos.

Estoy muy seguro que nada de esto habría ocurrido si no hubiese sido despedido de Apple. Fue una medicina horrible, pero supongo que el paciente la necesitaba. A veces la vida te golpea en la cabeza con un ladrillo. No pierdan la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tienes que encontrar lo que amas.

La tercera historia de Jobs fue un poco como la segunda. También se trataba de la pérdida: sobre el enfermarse de cáncer, enfrentando su propia mortalidad y decidiendo lo que quería hacer con el resto de su vida.

Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones en la vida. Porque casi todo – todas las expectativas externas, todo orgullo, todo miedo al ridículo o al fracaso – todo eso desaparece ante el rostro de la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir tu corazón.

Desde entonces, con una suspensión de su enfermedad, él ha llevado a Apple a nuevos niveles de innovación y preeminencia en el mercado, haciendo de la compañía el buque insignia de una economía alicaída.

¿Es descabellado pensar que el ejemplo aportado por su madre biológica le ayudó no sólo a comenzar de nuevo después del primer episodio de fracaso público, sino también para hacer frente a la posibilidad de una muerte prematura, con realismo y hasta optimismo? Probablemente. Y sin embargo, hay un espíritu similar evidente en la forma que la madre y el hijo manejaron sus respectivas crisis. Se centraron en la vida y siguieron adelante con ella, es lo que parecen decirnos.

Piensa diferente, la campaña de Apple a finales de 1990 urgió. Si hay un tema en el que los actuales líderes civiles y políticos tienen que pensar de manera diferente es en el valor de un ser humano. La necesidad de impedir los nacimientos que ha estado sobre ellos durante los últimos 60 años ha entregado una economía enferma y una notable falta de auténticos líderes visionarios. Ellos deberían pensar cuidadosamente sobre el fenómeno de Steve Jobs y aprender.

Carolyn Moynihan es editora adjunta de MercatorNet . Este artículo apareció originalmente en MercatorNet.

Written by Rafael De la Piedra