LOGO

¿Tiene sentido tener fe hoy en día?
¿Dónde encontrar las respuestas a nuestras inquietudes más profundas?
¿Cuáles son las razones para creer?

Un Cuento Chino un-cuento-chino Full view

Un Cuento Chino

Asistir a una de las últimas películas de Ricardo Darín es una lección de compasión y de humanidad. Se trata de la película Un Cuento China (2011), dirigida por Sebastián Borensztein. Contemplarle en la pantalla es un auténtico gozo, algo que volvemos a comprobar en esta aparentemente sencilla pero intensa historia sobre la soledad, la incomunicación, la convivencia de culturas y la bondad.

Pocas veces ha estado Darín tan avejentado en la pantalla y además interpreta a un tipo solitario, hosco y lleno de manías. Un personaje que esconde una tragedia pero cada vez que mira a la cámara conquista a la audiencia y le perdonamos todo. Porque pocos actores saben interpretar tan bien a un tipo corriente y sencillo, con sus manías, sus alegrías, penas y miserias.

En este caso se mete en el papel de  Roberto, un ferretero que colecciona noticias insólitas que recorta de los periódicos. Un tipo, atrapado en el tiempo, cuya vida no ha cambiado en 20 años y cuya existencia está marcada por una férrea rutina que nos recuerda a las manías de Jack Nicholson en Mejor imposible. Aunque no esperen ninguno de los divertidos aspavientos de Nicholson, porque en el personaje de Darín todo es contención y veracidad. Porque consigue que olvidemos que se trata de un actor para aceptarle como el viejo cascarrabias.

Una vaca cae del cielo, increíble pero cierto

Todo cambia para Roberto cuando una vaca cae del cielo en un lago de China, convertida en un misil de 700 kilos, y acabando con la vida de la prometida de Jun (Huang Sheng Huang). Una anécdota tan increíble, que solo podía estar basada en hechos reales.

Pueden leer sobre esta extraordinaria noticia pinchando aquí.

Al final de la noticia les coloco un video del Detrás de escenas (making of) que espero que les guste.

El joven chino se queda solo y decide viajar a Argentina en busca de su único pariente vivo. Y, por circunstancias de la vida, termina aterrizando a los pies de Darín (literalmente). Desde ese momento, el ferretero ve cómo el chino afecta a su maniática rutina e intenta deshacerse de él por todos los medios, sin conseguirlo. Y comienza el recital interpretativo de Darín, muy bien secundado por Huang Sheng Huang y Muriel Santa Ana, que interpreta a una joven enamorada de Roberto. Una historia de amor que se queda en segundo plano.

La convivencia de culturas

Porque lo que realmente mueve la historia es el choque cultural entre Roberto y su huésped forzoso. Una oportunidad para comprobar como ningún país, por grande que sea, es el ombligo del mundo. Entonces se producen situaciones divertidas, algunas incluso surrealistas, pero que no necesariamente se desprenden de situaciones graciosas.

A veces nos reímos de cosas que son bastante trágicas, pero así es la vida y así es esta interesante película, coproducida por Televisión Española. Y dirigida, con inteligencia y sensibilidad, por Sebastián Borensztein.

Con un reparto de apenas tres personajes en el que sobresale un inmenso Darín, que cada día crece más como actor  y que, a diferencia de otros grandes, no acumula tics ni manías con el paso de los años, siendo tan natural como en sus inicios. Al final descubrimos que Roberto tiene motivos para ser un cascarrabias, pero a esas alturas de película poco nos importa, porque su personaje ya nos había embrujado.

Les compartimos una entrevista a Ricardo Darín sobre la película Un Cuento Chino realizada por Juliana Rodríguez

en http://www.losandes.com.a.

-¿Es un personaje que reúne los rasgos de cierta argentinidad, de cierta época al menos?

-Me hace acordar a varios personajes de mi barrio y de otros barrios. Hay una caracterología o temperamento en Roberto, fácilmente reconocible: es inteligente, sensible, buen tipo, se lo ve herido y un poco harto de la tilinguería, de la estupidez circundante. Por eso está como encerrado, ha perdido los lazos con la sociedad. Es como si se hubiera quedado detenido en un dolor, en una imagen de sociedad que por algún motivo no fue. Está atrincherado en su propia casa.

-¿Te reconociste en alguno de esos rasgos?

-Sí, el personaje tiene algunas cosas que reconozco en mí: el hartazgo de estar acostumbrado a que te caguen toda la vida, que lo tomamos como algo normal porque es común. Ya sabés que es probable que ocurra, pero el temperamento de Roberto no le permite dejarlo pasar, libra su lucha, y eso es lo reconocible en esa gente enojada que no encuentra una válvula de escape.

Todos sabemos que en una repartición pública te vas a comer tres horas de cola y por eso llegamos ya con la cabeza gacha, como esperando eso. Hasta que alguien se para un día y dice no. Él es una síntesis de lo que nos pasa en otras situaciones, eso es de una profunda argentinidad. Es un cascarrabias, pero lo es porque está harto de que le hagan siempre lo mismo y a nadie le importe un carajo.

Perdidos en la traducción

Hombro a hombro con Darín en el film está el actor Ignacio Huang, el chino, que no se queda atrás en la calidad de su actuación y se las ve más difíciles, porque lo que él dice el espectador no lo entiende. “No me digas que igual no entendés lo que dice, su actuación te hace laburar la cabeza, se expresa de múltiples maneras. Yo agradezco cuando me tratan inteligentemente en el cine”, señala Darín.

-¿Terminaste aprendiendo algo de chino?

-Sí, algunas cosas fui aprendiendo del idioma, por prepotencia de laburo. Te empezás a enterar de la gestualidad, de las diferencias culturales. Lo que para nosotros es una cosa, para ellos es otra o, directamente, nada. Por ejemplo, indicarle que venga con una seña con el dedo no significa nada. Eso lo aportó Nacho, él nos contó esas cosas.

-¿Y cómo fue trabajar con Ignacio?

-El dios del cine estuvo de nuestro lado. Es un gran actor sin la herramienta fundamental del lenguaje (su personaje no habla español, pero él sí), por lo que necesitamos otras herramientas para llegar a él. Además, también nos enseñó mucho e hizo aportes interesantes. Uno de los sueños es que la película se estrene en China, me encantaría ir a esa avant premiere.

En el film, los desencuentros entre el joven y sencillo chino y el pertinaz e intolerante Roberto son un ejemplo de la incomunicación. “Toda la composición de la comedia está sujeta a eso. La distancia entre la cultura china y la argentina (si es que la tenemos) es tan paradigmática que están en puntos antagónicos. Al medio, está toda la historia de la humanidad”.

-En algunos aspectos, este también es, como en “Carancho” o “El aura”, un personaje introvertido, que no sonríe. ¿Por qué creés que funciona en comedia tanto como en dramas?

-En este caso, estuvimos atentos a que no hubiera “guiños de comedia” en lo narrativo, queríamos permitir que el destinatario de este cuento se riera de situaciones, de las calamidades del otro.

Y reírse de las calamidades del otro sí es muy argentino. No sé si es similar a esos otros personajes, pero a veces corrés ese riesgo, sobre todo cuando tu rango de acción no es grandilocuente. Acá, teníamos que ser económicos en la interpretación. Si aparece un actor en común con distintos roles, hay un punto que es el eje desde el cual vas y venís, pero al que siempre volvés.

-Pero también hay escenas que recrean las fantasías del personaje…

-Sí, esa es su válvula de escape, los únicos momentos en los que esboza una sonrisa, cuando lee las noticias absurdas que colecciona de los diarios. Tratamos de ser honestos en ese sentido, nunca intentamos manipular o construir un personaje bueno. Él se quiere sacar de encima al chino, de verdad, no lo soporta un minuto más. No quisimos que fuera bueno. Se nota que no sabe manejarse en el plano emocional.

Es la primera vez que Darín trabaja en cine con Sebastián Borensztein, con quien asegura haber tenido una experiencia muy rica: “Cuando dos interesados están alineados en la misma perspectiva y pretenden lo mismo es más placentero trabajar porque te sentís más sólido. Si eso lo multiplicás por más personas enfocadas en la misma dirección, es la utopía de un país perfecto».

«Que todos estemos mirando más o menos a la misma dirección, para saber qué nos conviene y qué no. Un rodaje tiene esa dinámica de trabajo fluida, sentís que vas a poder con lo que sea que se te presente, porque tenés un superobjetivo: contar una historia”.

Cuando termina de hablar, siempre mirando con atención, Darín pregunta cosas como “¿De qué signo sos?”, no como guiño de boite, sino para comprobar sus percepciones astrológicas. Al recibir la respuesta se queda pensando, entrecierra los ojos en gesto detectivesco y mueve la cabeza como si ya lo hubiera sabido. “Ah, claro, Tauro”. Él dice que es Capricornio ascendente Capricornio. “De pura cepa”, agrega.

Written by Rafael De la Piedra

Related Articles