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Una mujer de 63 años reaviva el debate de la eutanasia en Canadá

De: Sandro Contenta, Toronto (Canadá) | GlobalPost

El suicidio asistido y la eutanasia son ilegales en Canadá. Pero en una sociedad donde la numerosa generación del ‘baby boom’ está envejeciendo, el debate sigue vivo con un apoyo a la eutanasia del 63 por ciento de los canadienses.

Una mujer de la Columbia Británica que sufre la enfermedad de Lou Gehrig ha reavivado en Canadá el divisivo debate sobre la eutanasia. A los 63 años, los músculos de Gloria Taylor se atrofian. Apenas puede caminar, peinarse o cepillarse los dientes. Su enfermedad (conocida en términos médicos como esclerosis lateral amitrófica) es mortal. Normalmente termina produciendo parálisis y asfixia. Taylor acudió este mes a los tribunales para reclamar que un médico la ayude a morir.

“Gloria quiere obtener un servicio de muerte asistida por un médico en Canadá, si es que decide poner fin a su sufrimiento y morir con dignidad”, asegura una demanda civil presentada ante el Tribunal Supremo de la Columbia Británica en nombre de Taylor y otras cuatro personas. “Quiere tener el derecho legal a morir en paz, en el momento que ella decida, con el apoyo de su familia y amigos”.

El suicidio asistido y la eutanasia son ilegales en Canadá. Taylor, administradora de propiedades a tiempo compartido, dice que esto va en contra de su derecho constitucional a ejercer el control sobre su cuerpo, y a vivir y morir de un modo digno.

En el mundo occidental, el suicidio asistido o la eutanasia voluntaria es legal en varias jurisdicciones, entre ellas Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Suiza y los estados de Oregón, Washington y Montana, en EEUU. Precisamente en EEUU este tema generó un amplio debate cuando en 1999 el doctor Jack Kevorkian fue condenado a ocho años de cárcel por ayudar a morir a un enfermo terminal.

Una polémica parecida a la de la muerte asistida y grabada en cámara del español Ramón Sampedro, historia que más tarde Alejandro Aménabar llevaría a la gran pantalla bajo el título ‘Mar Adentro’ y con Javier Bardem protagonizando la cinta.

Un ejemplo de suicidio asistido es cuando un paciente se mata tomando drogas suministradas por un médico. La eutanasia requiere que otra persona ponga fin a la vida del paciente, como un doctor inyectando un fármaco letal. Según el código criminal de Canadá, asesorar o ayudar a alguien a cometer suicidio puede acarrear una condena máxima de 14 años de cárcel.

Las posturas son muy intensas en las dos caras del debate. En julio, una mujer de Toronto acudió a un tribunal para evitar que dos médicos le quitasen el soporte vital a su marido (que está en estado vegetativo permanente) sin su consentimiento.

Cuando el caso de Taylor llegó a los tribunales, dos docenas de personas se manifestaron con estatuas representando a ancianos y minusválidos, que según ellos serán las víctimas de un cambio en la legislación canadiense. Además, líderes políticos de todos los grandes partidos federales, así como el ministro de Justicia Rob Nicholson, han expresado su oposición al suicidio asistido, sean cuales sean las circunstancias.

Pero en una sociedad donde la numerosa generación del baby boom está envejeciendo, el debate sigue vivo. En una encuesta realizada por Angus Reid en diciembre de 2010, el 63 por ciento de los canadienses preguntados al respecto apoyaban la eutanasia.

El tema fue ya objeto de debate nacional cuando en 1992 una mujer de la Columbia Británica llamada Sue Rodríguez hizo una declaración en vídeo ante los miembros del Parlamento. “Si no puedo dar consentimiento para mi propia muerte, ¿de quién es este cuerpo? ¿Quién es dueño de mi vida?”, dijo Rodríguez, de 42 años, que también sufría la enfermedad de Lou Gehrig.

Un año después, el Tribunal Supremo de Canadá falló en contra del intento de Rodríguez de cambiar la ley, en una reñida sentencia de 5 votos frente a 4. Aún así, en 1994 se suicidó con la ayuda de un médico cuya identidad se desconoce.

En 1993 un granjero de Saskatchewan llamado Robert Latimer saltó a los titulares cuando admitió haber matado a su hija de 12 años, Tracy, que sufría una grave minusvalía. Lo calificó de asesinato por compasión, porque su hija tenía parálisis cerebral desde que nació y sufría dolores extremos. Le condenaron por asesinato en segundo grado, y recibió la libertad condicional en 2008.

Ese mismo año un jurado declaró inocente a un hombre de Quebec llamado Stephan Dufour que había admitido haber ayudado a su tío a ahorcarse. Dijo que había sido un acto de compasión, añadiendo que su tío (que tenía polio y comía a través de una pajita) le había rogado que lo hiciese. Fue el primer caso de suicidio asistido juzgado por un jurado.

Las encuestan indican que en la provincia francófona de Quebec el 78 por ciento de la población apoya la eutanasia. Un estudio realizado en 2009 entre médicos especialistas quebequenses señala que el 75 por ciento de ellos apoya la eutanasia, y el 81 por ciento aseguraba haber visto parcticarla en Quebec, habitualmente por médicos que deciden suspender el tratamiento y dan fármacos sedativos.

A raíz de aquello, el gobierno provincial creó el Comité de «Morir con Dignidad», que ha estado oyendo testimonios durante dos años y que publicará sus conclusiones este otoño.

La presión para que hay cambios en la legislación se incrementó hace unos días, cuando un panel de expertos de la Royal Society of Canada, integrada por académicos y científicos prominentes, se declararon firmemente a favor de que los médicos ayuden a adultos competentes a terminar con sus vidas (incluso si los pacientes no son enfermos terminales). Aseguran que se necesitaría la segunda opinión de otro médico, y un periodo de reflexión antes de confirmar que la decisión de esa persona es voluntaria.

El panel de expertos también critica la falta de buenos cuidados paliativos en Canadá.

*(Noticia completada por lainformacion.com para adaptarla al público español).

Written by Rafael De la Piedra