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El SIDA: prejuicios y verdad

Un falso prejuicio en la lucha contra el SIDA es que los valores como la abstinencia, la castidad (pureza), integridad, respeto mutuo, etc; que se tratan de retomar para luchar contra el SIDA, no deben ser asumidos por el Estado; en todo caso -se piensa- que sea cosa de particulares, de Fundaciones, de ONGs, de la Iglesia. Y es un falso prejuicio, al que conduce , entre otras razones, la idea de la aconfesionalidad del Estado, ya que el Estado debe velar por la salud pública. ¿Es un tabú la moral?. No pueden hablar de moral las personas que trabajan para el Estado?

Todos hemos oído aquello de que prevenir es mejor que curar, pues en el caso del SIDA, prevenir no es simplemente mejor que curar: es la única cura. Para el caso de una enfermedad mortal y no curable, es necesario prevenir con total seguridad, ya que no vale una prevención parcial para esta enfermedad mortal y no curable. Desde el punto de vista epidemiológico, la prevención más eficaz es cuando se aborda en los primeros estadios, más que en los últimos a través de condones y jeringuillas estériles. Por lo tanto conviene actuar en «el proceso de producción de la enfermedad», luchando para que no crezcan las prácticas de riesgo, y los grupos de riesgo. Si los grupos de alto riesgo no disminuyen y no varían su conducta, nadie puede asegurar que la enfermedad será erradicada y que la difusión del SIDA disminuya, ya que mientras persistan los comportamientos que favorecen la transmisión, habrá un aumento de los infectados y un crecimiento de la enfermedad.

Con el SIDA no nos encontramos sólo un problema estrictamente sanitario, como querrían algunos, también es un problema ético. En este caso, es «La consecuencia de un abuso práctico de la sexualidad en modalidades incorrectas de frecuencia y lugar, y en sus combinaciones con circunstancias de drogadicción o promiscuidad».

Pero el capítulo de la prevención no es sencillo, pues se trata de una enfermedad del comportamiento. Además de la investigación, las otras soluciones al SIDA deben ya venir de mano de la educación sanitaria, de la educación sexual, y de la transmisión de una serie de valores humanos como la responsabilidad personal que motive a las personas al rechazo de drogas y de otras conductas de riesgo. Y la mejor forma de prevenir, de educar comportamientos, es comenzar por llamar a las cosas por su nombre, por decir las cosas claras, sin dobles interpretaciones, aunque nos ganemos los abucheos de muchos que no quieren oírlo. De George Orwell es la frase de : «Hemos caído tan bajo, que atreverse a proclamar lo obvio se ha convertido en el deber primordial de todo hombre inteligente».

Imaginamos la sociedad dentro de 50 años como lo que es ahora respecto a otras epidemias que como el cólera, tifus, etc. diezmaba las poblaciones, y fueron vencidas. Esas epidemias fueron vencidas gracias a la investigación pero sobre todo gracias a la limpieza. Cuando rectifiquemos un tanto los actuales hábitos peligrosos respecto al SIDA, y la investigación avance, habremos ganado al SIDA. Pero si no lo hacemos y el virus VIH se revela como infalible ante cualquier persecución, pues gracias a su mutabilidad supera todas las barreras, entonces estamos perdidos.

En materia sexual, para prevenir del SIDA, ¿tendríamos que imponer o aconsejar la abstención total, la castidad perfecta?, sin duda que eliminaríamos muchas posibilidades de transmisión de esa forma. Pero no, nuestros cuerpos tienen sexo, y realiza su función como otras partes del cuerpo la suya. Bastaría decir que el sexo con orden, en su momento, para su función, con amor, dentro de una unión afectiva y duradera. Si carece de caracteres anteriores se aproxima en mayor o menor medida a una violación. Basta decir lo que decían las campañas contra el SIDA de un país : «cada uno con su pareja «.

Podrían darse muchas explicaciones antropológicas para explicar cómo las personas humanas hemos ido formando las familias como base social, cómo la cultura, a medida que se ha desarrollado, nos ha conducido hacia la monogamia. Una de las explicaciones es la transmisión de las enfermedades venéreas. La familia monógama es la forma más perfecta de reducir al mínimo estas enfermedades sin que, lógicamente, se extinga la población por falta de descendencia.

En 1986 la Madre Teresa de Calcuta abrió en una de las calles más peligrosas de Manhattan un refugio para enfermos de SIDA. Aquello fue revelador y parecía que el mundo estaba al revés: que los países pobres de Oriente venían a socorrer a Occidente. Allí se encuentra uno con hermanas vestidas de sarí blanco bordeado de azul, como las que se ven trabajando en las leproserías, orfelinatos y morideros de Calcuta. Los enfermos comenzaron siendo reclusos de Sing-Sing, toxicómanos, negros de Harlem … Dominique Lapierre en su libro Más grandes que el amor cuenta toda la escena anterior. El título del libro se lo dio uno de los enfermos de SIDA que cuando estaba a punto de morir, mirando a los médicos y enfermeras que estaban alrededor de su cama, exclamó con su último aliento: «Muchas gracias. Son todos más grandes que el amor». El libro citado ofrece el retrato de hombres y mujeres que demuestran cada día que el espíritu humano puede ser más grande que la peor de las adverSIDAdes. Hay gentes que hacen cosas heroicas para otros, que saben compartir. Son héroes anónimos, desconocidos.

En sus esfuerzos hablando con el alcalde de Nueva York para que se perdonara la condena a presos con SIDA que la madre Teresa quería alojar en su casa, se produjo la siguiente conversación:

-Madre, se trata de delincuentes, incluso asesinos -objetó De Koch con firmeza-. ¡No se les puede dejar en libertad sólo porque se encuentren en mal estado de salud!.

-Dios, al inflingirles el SIDA, les ha castigado más duramente que la justicia de los hombres, señor alcalde. ¿No le parece que merecen nuestra compasión?.

Algunos datos

2007

La epidemia mundial de SIDA continúa creciendo y existen indicios preocupantes de que en algunos países que hasta fechas recientes tenían tasas de infección por el VIH estables o en retroceso éstas vuelven a aumentar. Sin embargo, también se observan descensos en las tasas de infección en algunos países, así como tendencias positivas en el comportamiento sexual de los jóvenes.

De acuerdo con los datos más recientes en la Situación de la epidemia de SIDA 2007 del ONUSIDA/OMS, se estima que actualmente viven con el VIH alrededor de 33,2 millones de personas. En 2007 se produjeron 2,5 millones de nuevas infecciones, de las cuales 1,7 millones correspondieron a África.

En 2007, 2,1 millones de personas fallecieron como consecuencia de enfermedades relacionadas con el SIDA.

2006

Al termino del 2006 vivían con el VIH alrededor de 39,5 millones de personas, se produjeron 4,3 millones de nuevas infecciones, de las cuales 2,8 millones (65%) correspondieron a África subsahariana y hubo importantes aumentos en Europa oriental y Asia central, donde se observan algunos indicios de que las tasas de infección han crecido en más del 50% desde 2004.

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Written by Rafael De la Piedra