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¿Ha muerto la teología de la liberación?

Un tema de vigencia y actualidad. Una pregunta válida realizada y desarrollada de manera muy clara por Alfredo Garland.  

Por Alfredo Garland Barrón.

De: http://cecglobal.wordpress.com

El teólogo Pedro Trigo expresó una interrogante que numerosas personas están haciéndose: ¿Ha muerto la teología de la liberación? Trigo, un jesuita español radicado en Venezuela, afirmó que para un sector representativo de la Iglesia “la teología de la liberación ha muerto. Para ellos estaba ligada al marxismo y cayó con el Muro de Berlín (en 1989). Se murió de irrelevancia. Así simplemente”.

Aunque Trigo haya empleado un recurso retórico para contrarrestar los argumentos sobre la extinción de la teología de la liberación (TL), estaba en lo cierto. Si bien no ha fenecido, su influencia ha disminuido notablemente. La temática volvió a surgir fugazmente cuando un periodista interrogó a Benedicto XVI durante el vuelo a Guanajuato, México, el 23 de marzo, si una “TL” corregida de sus excesos marxistas y violentitas era posible. Aunque ya no recibe la atención de antaño, la “TL” intenta proyectarse en otras alternativas, con el fin de mantener su relevancia.

La crisis de la “TL”

¿Qué sucedió con la corriente teológica que alguna vez fue considerada por algunos teólogos, periodistas y activistas como la única opción cristiana viable para el Tercer Mundo?

Surgida a finales de la década de los sesentas, la “TL” planteaba una búsqueda que superaba los contornos evangélicos, privilegiando la praxis política y la denuncia. Más bien postulaba que el anuncio y la realización del Evangelio pasaban por el cambio revolucionario. Bajo aquella teología la opción por los pobres -resaltada históricamente en las enseñanzas de la Iglesia-, fue transformada en adhesión a las luchas políticas del proletariado.

Entusiasmados con la “TL”, los redactores de la revista “Time” la describieron como una “extraña alianza entre Marx y Jesús”, sin que sus partidarios viesen nada contradictorio en recurrir al marxismo para analizar la sociedad.

Existen diversas explicaciones sobre la suerte de la “TL” ideologizada, pero está claro que ella traía la crisis muy adentro, en cuanto propuso una única liberación, la socioeconómica, sustentada en la ideología marxista, entendida como ciencia social.

Son escasos quienes ponen en duda el ocaso de la alguna vez omnipresente “TL”. El teólogo español José María Vigil se quejaba del “silencio” de sus autores, reflejado en “la caída de la producción de la teología de la liberación. Los teólogos escriben poco, se reúnen poco, y cuando lo hacen, nada dicen públicamente. Se escucha su silencio”.

Aunque intentó identificarse con los más pobres, la “TL” nunca logró estremecer al pueblo, principalmente porque postergó la religiosidad popular y el mensaje redentor de Jesucristo. Los pobres no la sentían suya. Más bien les alienaba su discurso abstracto y politizado, carente de esperanza cristiana. En número creciente recurrieron a las sectas evangélicas, donde escuchaban hablar de la Biblia y de la salvación.

De acuerdo al argentino Enrique Dussell, la “TL” se volvió elitista. Mientras que Joao Bautista Libanio reconocía que en el contexto eclesial “eran evidentes las señales de un agotamiento de la temática de la liberación, faltándole mordiente”.

La “reinvención” de la TL

A ciertos teólogos de la liberación les costó retirarse en silencio, realizando una cuenta de conciencia y enmienda de sus rumbos. Más bien intentaron reinventarse, aunque sin modificar los contenidos esénciales de la “TL”. Las auto-críticas de antiguos militantes como el brasilero Clódovis Boff, quien afirmó que uno de los más graves errores de la “TL” fue andar precisamente por los cauces de la polarización teológica y política, hallaron escaso eco.

El teólogo peruano Gustavo Gutiérrez propuso un nuevo objetivo para la “TL”, el de conducir las aguas liberadoras hacia “ríos más anchos y caudalosos, a la vida de la Iglesia”. Gutiérrez reconocía la pérdida de vigencia de sus análisis y propuestas. Asimismo diversas discusiones y precisiones de los primeros tiempos habían dejado de responder plenamente a los retos actuales.

El teólogo español Juan José Tamayo planteó un camino distinto. Más bien insistía en mantener la rigidez ideológica de épocas anteriores: “Renunciar al marxismo en su conjunto como método de análisis de la realidad (…) constituye un acto de frivolidad y una falta de sensibilidad social”, manifestó. Según Tamayo el análisis marxista seguía constituyéndose como el mejor conducto para viabilizar la opción preferencial por los pobres, contrariando la opción preferencial por las élites.

El brasileño Leonardo Boff asumió una postura parecida, negando la crisis sistémica y la consiguiente desintegración del marxismo. A juicio de Boff aquella ideología no tenía porqué equipararse con los llamados “socialismos de estado” y las “tiranías burocráticas” de las naciones otrora comunistas.

Dussell formuló un curso de acción en la “Asamblea de Matanzas”, en Cuba. La idea era transformar a la “TL” en una “mega-teología”, asimilando nuevos temas. No se trataba de cambiar o “aggiornarse” a partir de los debates y los acontecimientos históricos, sino que las luchas partiesen de los contenidos de siempre.

La relanzada “TL” entendió que era importante comprometerse con la sociedad civil para participar en nuevas confrontaciones socio-culturales, éticas y religiosas, aunque abandonando opciones políticas violentas, así como el antiguo compromiso directo con determinados partidos políticos de izquierda, cuya aceptación popular era ínfima. Los nuevos aliados serían las ONG, que les permitía mantener la vigencia en el campo de la militancia social.

La concreción práctica fue asumir temas como el feminismo, la protección del medio ambiente, los “sin tierra”, la ecología, la marginalidad, el rechazo a la globalización modernizante, las reivindicaciones étnicas y las causas de aquellos que se consideraban excluidos. En el plano eclesial se optó por alentar “teologías de la liberación regionales” como la africana y la asiática, y la “teología india”. “El contexto ha cambiado -afirmaba el teólogo José María Vigil-. Aquellos son los nuevos campos”.

Otros se alinearon con la “teología del disenso”, asumiendo tendencias opuestas a las enseñanzas de la Iglesia. En esta corriente se sitúa la llamada “teología del pluralismo religioso”, heredera de la “TL”, que plantea la relativización de la Revelación y, por lo mismo, de la Cristología, quebrando la identificación del Jesús histórico con el Dios vivo, relegándolo a un mito, al sitial de un iluminado religioso.

Varios militantes participan del “Foro Social de Porto Alegre”, en Brasil, buscando posicionarse políticamente entre las “renovadas izquierdas”. Este encuentro surgió para impulsar nuevas proposiciones políticas y formas organizativas adecuadas a los problemas que plantea la fase de mundialización capitalista, particularmente lo que se interpreta como la ofensiva neoliberal globalizadora.

La respuesta del Magisterio

La adopción del marxismo contravenía el espíritu y los preceptos católicos, releyéndose el tema bíblico de la liberación bajo la hermenéutica ideológica. Hablando a los obispos en la Conferencia del Episcopado Latinoamericano, en Puebla, México, en 1979, el Papa Juan Pablo II declaró que la “TL” había errado gravemente en su concepción sobre el Señor Jesús, sobre la Iglesia y sobre el Hombre. Si la Iglesia hablaba de liberación, lo hacía desde la centralidad del mensaje salvífico de Jesucristo, “símbolo de la liberación de las estructuras económico-sociales injustas, pero también signo de liberación para la gente que ve suprimida o limitada en puntos esenciales su libertad de conciencia y de religión”.

Tras las precisas instrucciones vaticanas “Libertatis Nuntius” (1984) -que descalificó el empleo de categorías marxistas-; y la “Libertatis Conscientia” (1986) -que más bien señaló los elementos valiosos de una liberación fundada en la eclesialidad-, poco quedó para argumentar en el plano teológico.

En palabras del entonces Cardenal Joseph Ratzinger, una de las personas más entendidas en el tema, la “TL” proponía “una visión política e ideológica sesgada, que reducía la teología a una suerte de teocracia en la cual Dios prácticamente no jugaba ningún papel. Su actuación era reemplazada por los requerimientos ideológicos del marxismo”.

La ideología marxista proponía una visión unitaria, explicativa de la totalidad del ser humano y del mundo, entrelazada con sus postulados ateos. Sería ilusorio olvidar el lazo íntimo que une radicalmente el análisis marxista con la ideología, la lucha de clases y su interpretación de la realidad. También sería equivocado omitir el tipo de sociedad violenta y totalitaria a la que conducía este proceso (Ver Octogesima adveniens, 34).

Analizando la crisis de las “TL” ante un grupo de obispos latinoamericanos en Guadalajara, México, en el año 1996, el Cardenal Ratzinger explicaba que el “marxismo había sido el último intento de proporcionar una fórmula universalmente válida para la configuración de la acción histórica. Aquella ideología creía conocer la estructura de la historia mundial, y, desde ahí, demostrar cómo esta historia puede ser conducida definitivamente por el camino correcto. El hecho de que esta pretensión se apoye sobre un método en apariencia estrictamente científico, sustituyendo totalmente la fe por la ciencia, y haciendo, a la vez, de la ciencia, praxis, le confería un formidable atractivo. Todas las promesas incumplidas de las religiones parecían alcanzables a través de una praxis política científicamente fundamentada. La caída de esta esperanza trajo consigo una gran desilusión”.

Como hizo notar el Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio “en la teología de la liberación terminaron pesando más sus fuertes impregnaciones ideológicas, reductoras de la realidad; corrientes que quedaron sumidas en el desconcierto, incapaces de un replanteamiento radical y de una nueva creatividad, aunque haya todavía hoy quienes las propongan anacrónicamente”.

El 5 de febrero de 1996, mientras realizaba un peregrinaje a Guatemala, Juan Pablo II marcó un simbólico “epílogo” a la “TL”, declarando que sus formulaciones ideologizadas habían caído junto al Muro de Berlín: “Se trataba de la teología de la liberación, que era más bien una ideología con tendencia marxista, evidentemente involucrada en la política partidaria”, manifestó tajantemente.

Benedicto XVI compartió con los periodistas que lo acompañaban a Aparecida, Brasil, el 9 de mayo de 2007, algunas inquietudes fundamentales: “La cuestión para la Iglesia es cómo debe estar presente en la lucha por las reformas necesarias, por condiciones de vida más justas”. Sin embargo, la senda no estaba en “los milenarismos fáciles”, como las “TL”, que “prometían inmediatamente, como consecuencia de la revolución, las condiciones completas de una vida justa”.

El 23 de marzo de 2012, mientras retornaba a América Latina, Benedicto XVI insistió en la imposibilidad de construir una mejor sociedad sustentada en los “socialismos reales”. “Hoy es evidente que la ideología marxista, como había sido concebida, ya no responde a la realidad. Ya no se puede responder ni construir una sociedad de ese modo. Es necesario encontrar nuevos modelos”, declaró el Santo Padre.

¿Entonces ha desaparecido la “TL”? Depende de las regiones y de las circunstancias. Es posible que algunas de las palabras finales del debate las haya formulado nuevamente Benedicto XVI, durante el vuelo a México y Cuba, sosteniendo que la Iglesia “no es un poder político, no es un partido, pero es una realidad moral, un poder moral (…) El primer pensamiento de la Iglesia es educar las conciencias y crear así la responsabilidad necesaria (…) Tratando de hacer esto con la doctrina social de la Iglesia”.

Acerca de Alfredo G
Alfredo luego de seguir estudios de Filosofía y Derecho, se ha dedicado al periodismo. Ha publicado numerosos artículos en revistas latinoamericanas, y también cuenta con varios libros publicados. Sus investigaciones están focalizadas a temas sobre la cultura en general, la filosofía, la vida eclesial, y diversos temas existenciales y de actualidad que buscan responder a las preguntas fundamentales de los hombres de hoy.

Written by Rafael De la Piedra