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Intolerancia de género

De: Ricardo Narváez Tossi

La tolerancia, que enfocada desde el respeto por la dignidad del otro y a su cultura y desde la caridad y la paciencia, puede ser entendida como una virtud cristiana, es de las palabras que han ido perdiendo cada vez mas su contenido para ubicarse dentro del relativismo mas radical.
Actualmente al escuchar esta palabra, suena cada vez mas a un anarquismo pacifista, donde lo que se exige es “no te metas conmigo que yo no me meto contigo, porque lo mío no te debe importar, así como lo tuyo no me importa” Este concepto de tolerancia, desde el liberalismo relativista, se va convirtiendo en una dictadura de las mas duras, que no soporta la opinión contraria, como se percibe con claridad cuando se tocan temas de género sexual. El nivel de odio y agresión con que acusan de intolerantes a quien no está de acuerdo con el aborto o las prácticas homosexuales, por ejemplo, no deja de sorprendernos. La agenda de derechos sexuales socava cualquier tradición de valores y de libertad y es usada mucho mas para atacar a los otros que para defender las propias ideas.

El derecho a no sentirse ofendido (como los famosos cartelitos de la alcaldesa Villarán) quiere estar claramente por encina al derecho a tener convicciones religiosas y a actuar según las mismas. La minoría de los que se consideran a si mismos como discriminados busca acallar con furia a los creyentes, y tienen una buena lista de defensores. Basta leer los artículos de Bayly, de Vargas Llosa o de Caretas en contra de la Iglesia y sus pastores, como para comprobar estas aseveraciones.

La peor cara de la intolerancia ronda por todos lados, buscando cualquier atisbo de discriminación sexual. ¡Pobre del que manifieste que no está de acuerdo con el “matrimonio” homosexual o el “derecho” de adoptar niños de una pareja gay!

Los pasos de esta intolerancia son conocidos. Primero, mostrar a gente que sufre porque no se les permite ser felices por lo que son o quieren. Segundo, generar un fuerte lobby para cambiar las leyes, dictaminando nuevas ordenanzas que obliguen todos a aceptar, por las buenas o por las malas, los cambios propuestos en los nuevos “derechos sexuales y reproductivos” (así sean defendidos por una muy pequeña minoría), y esto en los municipios, en el Congreso y hasta en la ONU.

Tercero, blandir las nuevas leyes como guadañas, dispuestos a cortar cabezas en nombre de la libertad, sobretodo si se es católico, buscando generar pánico entre cualquier autoridad pública, profesor o medio de comunicación que se les oponga.

Los liberales relativistas y de izquierda quieren vendernos la imagen de que sus causas son las que nos harían mas libres y felices, menos reprimidos y amargados por defender moralismos trasnochados. Tolerantes y joviales frente a puritanos censuradores, esa es la imagen que propagandean. Si eso fuese cierto ¿porqué tanto odio, tanta amargura? ¿Por qué no soportan opiniones contrarias? ¿Por qué tanta promiscuidad e incapacidad para sostener relaciones de amor? Sinceramente, la experiencia nos enseña que ni la razón ni la felicidad están con los intolerantes de moda.

Written by Rafael De la Piedra

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