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Música nueva y antigua, desde la selva del Paraguay

Lo mejor del barroco europeo vinculado con las tradiciones populares de los indios guaraníes sudamericanos. Una obra maestra de «inculturación» del Evangelio, ideado por los jesuitas del siglo XVII y propuesto de nuevo por músicos del lugar. Una lección para las Iglesias de la vieja Europa

Por Sandro Magister

ROMA, 4 de enero de 2012 – Los ángeles músicos que muestra la ilustración reproducida líneas arriba están esculpidos en los muros del ábside de una iglesia en ruinas, en una localidad perdida del Paraguay. Es la iglesia de la que fue una de las más extraordinarias Reducciones edificadas por los jesuitas en los siglos XVII y XVIII, en un vastísimo territorio que hoy pertenece a Paraguay, Argentina, Brasil y Bolivia: la Reducción de Trinidad.

Allí, los ángeles músicos no eran pura decoración. La música – ante todo la música sagrada – era parte constitutiva de la misión de los jesuitas y de la vida de la población del lugar, convertida al catolicismo.

Y era música de altísima calidad, en forma paralela a las espléndidas arquitecturas barrocas de las iglesias de las Reducciones. La de Trinidad fue obra de Gian Battista Primoli, el más importante arquitecto jesuita que trabajó en el sur de América, en la primera mitad del siglo XVIII.

Los guaraníes que habitaban esas tierras eran un pueblo semi-primitivo. Pero los jesuitas no rebajaron en absoluto el mensaje evangelizador a un nivel tosco y elemental, con la intención de adaptarlo a sus oyentes. Hicieron lo opuesto: ofrecieron a ese pueblo lo más elevado y bello que había en el cristianismo, tanto en los contenidos como en las formas. Habían entrevisto en los guaraníes un innato talento musical y una extraordinaria atracción por lo bello. En consecuencia, conjugaron lo mejor de las artes y de la música del barroco europeo con la sensibilidad y las tradiciones musicales y artísticas de esas tierras hasta entonces inexploradas.

Hubo allí uno de los ejemplos más impresionantes de «inculturación» del Evangelio que la expansión del cristianismo haya producido jamás en dos milenios.

Se conocía esta extraordinaria creatividad musical. Los ángeles músicos de los bajorrelieves de Trinidad eran un indicio. Pero es sólo desde 1972, gracias a un afortunado hallazgo de partituras antiguas en un lugar remoto de Bolivia, que esa música ya no es más un misterio.

El jesuita Domenico Zipoli fue quizás, en el siglo XVII, el más genial creador de este nuevo género musical, el cual fusionó el más refinado barroco europeo con las resonancias de la tradición vocal e instrumental guaraní, a niveles de calidad que estuvieron a la par o inclusive superaron la música sagrada que se cantaba en las catedrales de Europa.

La película «La Misión», dirigida por Roland Joffé e interpretada por Robert De Niro y Jeremy Irons, premiada en 1986con la Palma de Oro en Cannes, ha hecho escuchar a un amplio público algunas maravillas sonoras de las Reducciones. Pero hoy esta música está conociendo un reflorecimiento, gracias sobre todo a los músicos del lugar que volvieron a ejecutarla, no sólo en América latina, sino también en otras partes del mundo. El maestro paraguayo Luis Szarán es el más comprometido en esta obra. Se traslada frecuentemente también a Italia, donde colabora con varios coros y conjuntos concertistas.

Pero para conocer más de esta fascinante aventura, no hay más que leer el artículo que sigue a continuación, publicado en «L’Osservatore Romano» el 28 de diciembre de 2011.

El autor es Giampaolo Romanato, profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad de Padua y miembro del Pontificio Comité de Ciencias Históricas, pero también autor de importantes estudios sobre las Reducciones, de las que ha visitado muchas veces las impresionantes ruinas. Son suyas las fotos de la ilustración.

El descubrimiento de esta magnífica estación musical no vale sólo por el placer o por el gusto por lo exótico que despierta. De ella se obtiene la lección que el profesor Romanato afirma en las líneas conclusivas de su escrito:

«Una lección que puede enseñar algo también a la pobre y cansada música litúrgica de nuestras antiguas iglesias de Europa».

__________

MÚSICA SAGRADA EN LAS «REDUCCIONES» JESUÍTICAS

por Gianpaolo Romanato

Cuando visité por primera vez las ruinas de la Reducciones – las misiones pensadas hace cuatro siglos por los jesuitas para la población guaraní en Paraguay, Argentina, Brasil y Bolivia, hoy declaradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO – he quedado asombrado por la grandiosidad de los edificios, por el carácter imponente del trazado urbanístico, por el cuidado artístico de las iglesias, todavía bien visible a pesar de las destrucciones acontecidas en el siglo XIX, luego de la independencia de los países sudamericanos.

¿Por qué se presta tanta atención al efecto escenográfico, al impacto visual, en un ambiente semi-primitivo como era aquél en el que vivían los guaraníes? «Porque – me explica Luis Szarán – éste era el instrumento para conquistar a los guaraníes, cuyo universo cultural era muy redundante, con ritos similares a los del barroco».

Szarán es hoy el músico más conocido del Paraguay, director de la Orquesta sinfónica de la ciudad de Asunción. Con el proyecto «Sonidos de la Tierra» lleva la música a las más remotas poblaciones paraguayas con el objetivo de elevar la cultura y la sensibilidad de los jóvenes a través del arte. Un proyecto grandioso, que actualmente incluye 150 ciudades y 12 mil jóvenes.

Pero también es un estudioso apasionado de las Reducciones. «Nací en Encarnación – dice – donde surgió la Reducción de Itapuá, he jugado desde niño entre las ruinas de Trinidad, la Reducción más grandiosa e impresionante. Estas aldeas forman parte de mi vida antes que de mi profesión. Por otro lado, el Paraguay es impensable sin las Reducciones y la obra de los jesuitas. El idioma guaraní se ha salvado gracias a ellos y hoy es idioma oficial como el español, si bien los guaraníes no son más del 2 por ciento de la población del país. Es un caso único en toda América latina».

Es entonces un homenaje a sus mismos orígenes la espléndida columna sonora que ha compuesto para acompañar el espectáculo de sonidos y luces preparado entre las ruinas de Trinidad, luego de la restauración del complejo llevado a cabo por el arquitecto genovés Ettore Piras y abierto al público en el 2009, en presencia del presidente de la república. La música está disponible en un CD publicado por la Missionsprokur de la Compañía de Jesús, de Nuerenberg.

Luis Szarán estudió en Italia, en Roma y en Siena, y con frecuencia vuelve a allí. Lo encuentro en Bassano del Grappa, en el suntuoso marco barroco de la parroquia de Santa Maria in Colle, donde recién ha terminado un concierto.

«Las Reducciones reúnen muchas exigencias. Los jesuitas – explica – debían controlar a los guaraníes, estos debían vivir en formas que no desnaturalizaran su cultura, las aldeas debían armonizar con el ambiente y ser defendibles, realizables, integradas y administrables económicamente. La idea llevó un siglo y medio en concretarse. Cuando los jesuitas fueron expulsados y comenzó su decadencia, en la segunda mitad del siglo XVIII, recién habían alcanzado su forma definitiva, tanto que Jesús, en Paraguay, la Reducción hoy mejor conservada, todavía no había sido terminada y presenta algunas características nuevas, confirmando que el proyecto estaba en continua evolución. El modelo se extendió al norte, en Bolivia, donde surgieron muchas aldeas análogas entre los chiquitos, construidas en madera y no en albañilería. Éstas se han salvado, protegidas por su aislamiento, todavía están habitadas y la gente vive allí casi como en ese entonces. Es necesario ir a esta región, también hoy declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, para comprender verdaderamente qué ha sido, y todavía es, el ‘experimento sagrado’. Aquí resuena todavía la misma música de hace tres siglos y se fabrican violines con la técnica enseñada por los jesuitas».

Y es precisamente en Bolivia, donde los ritmos y modos de vida son similares a los de entonces, que Szarán ha encontrado la pieza faltante de la historia de las Reducciones: la música.

Para los historiadores era bien conocida la extraordinaria pericia musical alcanzada por los guaraníes. Lo escribió Benedicto XIV en una encíclica de 1749. Y era bien sabido que en cada Reducción existía una escuela musical – un verdadero y auténtico conservatorio – alrededor del cual había un florido artesanado que producía todo género de instrumentos, desde violines hasta órganos, desde arpas hasta trompetas. Lo que se ignoraba era el género de música que ejecutaban los guaraníes bajo la dirección de los jesuitas.

La ignorancia duró hasta hace unos cuarenta años. Fue en 1972, en efecto, que el arquitecto suizo Hans Roth, responsable de la restauración de las Reducciones bolivianas, en la provincia de Chiquitos, encontró casualmente en una caja abandonada una innumerable cantidad de partituras musicales. Eran las piezas musicales compuestas para las Reducciones por los músicos jesuitas – sobre todo Domenico Zipoli (Prato 1688-Córdoba 1726) y Martin Schmid (Zurich 1694-Lucerna 1772) – y por desconocidos artistas guaraníes, que alcanzaron un nivel tal de refinamiento, hasta convertirse ellos mismos en óptimos compositores. Consideradas residuos de papel, las partituras yacían en el abandono más absoluto.

Ese hallazgo, al que después se agregaron otros, acontecidos en la Chiquitanía y también en el centro-norte del país, en la provincia de Moxos, representó el mayor acontecimiento de la musicología latino-americana. Miles de páginas de composiciones que nos han restituido la extraordinaria experiencia de multiculturalismo musical – probablemente única en la historia – acontecida en estas tierras hace tres siglos: la fusión del más refinado barroco europeo con las resonancias de la tradición vocal e instrumental local.

El Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana, hoy la principal manifestación musical de Bolivia, ha sido consecuencia del descubrimiento de Roth. La próxima edición tendrá lugar desde el 26 de abril hasta el 6 de mayo de 2012, e incluirá a las seis Reducciones de la Chiquitanía, partiendo desde Santa Cruz de la Sierra.

Entre los musicólogos que se han dedicado a la transcripción de esas partituras, una obra difícil y compleja dado el estado de degradación del papel, es necesario recordar al polaco Piotr Nawrot, de la Universidad de Poznan y, precisamente, a Luis Szarán.

Desde entonces el maestro paraguayo ha podido agregar estas piezas musicales a su repertorio. Piezas musicales que él sabe interpretar con el vigor y la pasión que sólo un artista nacido en la misma tierra de los guaraníes, que conoce el alma y habla el idioma, está en condiciones de ofrecer. También el encuentro con dos grupos musicales italianos, el Coro «Academia Ars Canendi» dirigido por la soprano Manuela Meneghello y el Gruppo d’Archi Veneto dirigido por la violinista Fiorella Foti, ambos con sede en Treviso, ha abierto a este repertorio las puertas de las iglesias y de las salas de concierto europeas. En efecto, los dos conjuntos han puesto en el centro de la escena las obras musicales de Zipoli, Martin Schmid y de los autores guaraníes anónimos, convirtiéndolas en el eje de su propuesta de conciertos.

Es luego de uno de estos conciertos que encuentro al maestro Szarán. «La música – explica – entró rápidamente en las Reducciones, pero se convirtió en una práctica generalizada e institucionalizada con la llegada de Anton Sepp, un jesuita del sur del Tirol, de Caldaro, quien fue un músico competente y había formado parte, antes de venir al Paraguay, a finales del siglo XVII, del coro de la corte imperial de Viena. Fue Sepp quien especializó a los indios en la fabricación de todo tipo de instrumentos musicales. La música se convirtió en la argamasa de las Reducciones, como ha mostrado con gran eficacia la película ‘La Misión’, y como muestran los extraordinarios bajorrelieves esculpidos en las paredes del ábside de la iglesia de la Trinidad, con ángeles representados con los rasgos de los guaraníes que tocaban varios instrumentos: violines, violoncelos, trompetas, clavicordios y un órgano».

Se debe a Sepp la construcción del primer órgano enteramente fabricado en América latina, destinado a la reducción de Yapeyú. Luego a Sudamérica llegó Zipoli, que perfeccionó esta música, llevándola al nivel del mejor arte europeo. Las cartas y las crónicas de los jesuitas que trabajaron en las Reducciones no dejan jamás de hablar de la increíble perfección alcanzada por los músicos guaraníes. En las iglesias del Paraguay, escribe uno de ellos, José Cardiel, «se escucha una música mejor que la que se puede sentir en las más célebres catedrales de Europa».

Con el final de las misiones y la expulsión de los jesuitas en 1774, este patrimonio fue en gran parte dispersado. Las Reducciones del Paraguay fueron semi-destruidas, con todos los muebles que las embellecían, mientras que sobrevivieron, protegidas por su aislamiento, las de Bolivia, donde se produjo el hallazgo de las partituras originales. Se salvó en parte la música, que se ha galvanizado con la cultura popular, tanto en Paraguay como en Bolivia. En las Reducciones de la Chiquitanía se siguen fabricando violines y tocando música barroca como se hacía entonces.

En los conciertos que ejecutan Szarán con el Coro «Academia Ars Canendi» y el Gruppo d’Archi Veneto se proponen, entre otros, dos ejemplos, que no es exagerado definir como fulgurantes, de la increíble mezcla de géneros musicales acontecida en este ángulo apartado de Sudamérica, gracias a la paciente pedagogía de los jesuitas de las Reducciones.

El primero es la Misa Guarayos. Los guarayos son una población de linaje guaraní que vive en el sur de Bolivia. Esta Misa, compuesta con reminiscencias del siglo XIX, funde un plano armónico europeo con cantos populares locales en lengua guaraní y trasfondo de percusiones. El efecto, también por la fragorosa ejecución que proponen los ejecutantes, es de una extraordinaria eficacia.

El segundo está constituido por un motivo popular de Semana Santa, los cantos «de los Estacioneros», también en idioma guaraní, que remiten a finales del siglo XVIII. Son letanías dirigidas por un «cantador» en cada estación de un recorrido teóricamente infinito entre una aldea y otra. Una pieza musical que alterna el coro con voces solistas con efectos de rara sugestión.

El final de las Reducciones no ha sido, en síntesis, el final de esa «nación musical» que era y continúa siendo el Paraguay. De este país americano, que celebra este año el bicentenario de su propia independencia, nos llega una lección que puede enseñar algo también a la pobre y cansada música litúrgica de nuestras antiguas iglesias de Europa.

Written by Rafael De la Piedra