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Chesterton cumple 150 años, un antídoto contra el mal rampante, por Paolo Gulisano

Hace ciento cincuenta años, el 29 de mayo de 1874, nacía en Londres Gilbert Keith Chesterton, un brillante autor del que nunca se ha dicho lo suficiente.

Un siglo y medio después de su nacimiento, Chesterton está más vigente que nunca, con su defensa de la razonabilidad, con ese uso magistral de la paradoja que siempre le caracterizó. Una paradoja que nunca es un fin en sí misma, ni un juego intelectual, sino un método para despertar la mente y la conciencia. Chesterton defendió la belleza de la Fe, del anuncio de la Salvación que es una persona: Jesucristo. Y lo hizo con pasión, con determinación, incluso con simpatía. Era verdaderamente un Hombre Vivo (Manalive), como dice el título de una de sus famosas novelas. Un cristiano a contracorriente. Y por eso, después de tantos años, sigue siendo relevante: porque el conflicto entre la Iglesia y el mundo está adquiriendo – en los últimos tiempos – dimensiones dramáticas. Cuando Chesterton nació allí, el 29 de mayo de 1874, Londres era la ciudad más grande, poblada e importante del mundo: el corazón y la mente de la civilización occidental y el orden que ésta estableció. La adolescencia de Chesterton corresponde a los años desesperados y crepusculares del simbolismo y el decadentismo, de los nacionalismos que condujeron a la tragedia de la Primera Guerra Mundial y de los totalitarismos del siglo XX.

Ante la propagación del mal, la obra de Chesterton es una especie de medicina para el alma; de hecho, más precisamente, puede definirse como un antídoto. El propio escritor había utilizado la metáfora del antídoto para indicar el efecto de la santidad en el mundo: el santo tiene como objetivo ser un signo de contradicción y devolver la cordura a un mundo enloquecido. «Sin embargo, cada generación busca instintivamente a su santo – dijo -, y él no es lo que la gente quiere, sino lo que la gente necesita… De ahí la paradoja de la historia de que cada generación es convertida por el santo que más la contradice». La forma en que Chesterton logró contradecir a la generación de su época fue siendo él feliz. Una felicidad auténtica, que para serlo no ignora en absoluto el dolor, el cansancio y las lágrimas.

La lectura de Chesterton, en las siglas GKC, ya sean novelas o ensayos, siempre deja al lector con una gran serenidad y un sentimiento de esperanza que ciertamente no surge de una visión irenista y mundanamente optimista de la vida (que es en realidad lo más lejano del pensamiento de Chesterton, que denuncia detalladamente todas las aberraciones de la modernidad), sino de la fortaleza viril y cristiana de la experiencia religiosa. La propuesta de Chesterton es tomar en serio la realidad en su integridad, partiendo de la realidad interior del hombre y utilizar con confianza la inteligencia -o el sentido común- en su cordura original, purificado de cualquier incrustación ideológica.

Pocas veces sucede que leamos páginas como las suyas, en las que se habla de fe, de conversión, de doctrina, tan claras e incisivas como exentas de todo exceso sentimentalista y moralista. Esto se deriva de la atenta lectura de la realidad por parte de Chesterton, quien sabe que la consecuencia más dañina de la descristianización no fue la ya gravísima pérdida ética, sino la pérdida de la razón, que se puede resumir en este juicio suyo: «El mundo moderno ha sufrido un colapso mental, mucho más sustancial que el colapso moral». Ante este escenario, Chesterton elige el catolicismo, y afirma que hay al menos diez mil razones para justificar esta elección, todas válidas y fundadas pero atribuibles a una sola razón: que el catolicismo es verdadero. La responsabilidad y tarea, por tanto, de la Iglesia consiste en esto: en la valentía de creer, ante todo, y por tanto de señalar los caminos que conducen a la nada o a la destrucción, a un muro ciego o al prejuicio. «La Iglesia – dice Chesterton – defiende a la humanidad de sus peores enemigos, esos antiguos, horribles monstruos devoradores que son los viejos errores».

Chesterton no era filósofo, ni teólogo, pero llevaba a los lectores a la reflexión a través de sus relatos. Y entre las historias que más quería contar estaban las novelas policíacas.

Defendió las razones de las novelas policíacas en uno de sus ensayos, El acusado: «No es cierto que el pueblo llano prefiera la literatura mediocre a las obras de gran valor, ni que ame las novelas policíacas porque son literatura de ínfima categoría. (…) Hay que reconocer que numerosas historias de detectives están llenas de crímenes excepcionales, como un drama de Shakespeare. (…) La historia de detectives no sólo es una forma de arte perfectamente legítima, sino que tiene ciertas ventajas reales y bien definidas como instrumento de bienestar público.» Para Chesterton, la novela policíaca nos ofrece una visión realista de la vida humana y se basa en el hecho de que «la moralidad es la más oscura y atrevida de las tramas».

Aprendió a amar y valorar el catolicismo antes que sus contenidos doctrinales, por aquellas cualidades de humildad, sencillez e inteligencia que puso en el carácter del sacerdote investigador. En el Padre Brown nunca hay satisfacción con sus propios éxitos: hay dolor por todo el mal que existe en el mundo, un dolor sereno mitigado por las tres virtudes teologales que encarna con sencillez: la fe, que nunca viene a menos y que él comunica y transmite con naturalidad; la esperanza, que anima su actividad de sacerdote e investigador, con la intención de salvar al pecador, si no de prevenir el pecado; la caridad o el amor, la capacidad de ofrecer el perdón de Dios, el deseo de ver no la muerte (o el castigo) del culpable, sino su conversión.

«La Iglesia rejuvenece a medida que el mundo envejece». Así escribió Chesterton en uno de sus ensayos, señalando que el cristianismo es una locura que cura, mientras el mundo entero se vuelve loco. Lo que siempre hace joven y atractiva a la Fe es el hecho de que Cristo nos ha dado un modo de vivir más razonable, más lúcido y equilibrado en sus juicios, más sano en sus instintos, más feliz y más sereno ante el destino y la muerte.

Origianl en italiano:
https://lanuovabq.it/it/chesterton-compie-150-anni-un-antidoto-contro-il-male-dilagante

Written by Edy Nelson Rodriguez Morel de la Prada

Teólogo, filósofo y Conductor de EWTN radio y televisión.