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«¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» 12616721-orvieto–fachada-del-duomo-el-mosaico-representa-la-asuncion-de-maria-obra-de-giovanni-di-buccio-leo (626×468) Full view

«¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»

Asunción de Santa María

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 1, 39-56

Cuando una fiesta litúrgica cae en día Domingo tiene que tocar muy de cerca el misterio de Jesucristo para que su liturgia propia prevalezca sobre el día del Señor. El 15 de agosto la Iglesia celebra la solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los cielos. Se trata del triunfo de la Madre por mérito del Hijo Amado. Su celebración no hace sino realzar la grandeza de su Hijo Jesús que ha reconciliado todas las realidades que se encontraban separadas de Dios venciendo, con su Resurrección, el último enemigo que oprimía al hombre: la muerte (Segunda Lectura). 

La fiesta de hoy nos recuerda lo grandioso de nuestra vocación: todos hemos sido creados para participar de la gloria eterna como ya participa de manera plena y anticipada, nuestra Madre María (Primera Lectura). María es la mujer que ha sido escogida por Dios para la sublime misión de ser Madre de Jesús y nuestra, y no duda en aceptar su llamado de llevar adelante el amoroso plan reconciliador del Padre. Por ello es exaltada por su prima Isabel y por eso rebosa de alegría su corazón (Evangelio).

La alegría en el Señor

El Evangelio de este Domingo nos relata la Visitación de Santa María a su prima Santa Isabel. La Virgen acababa de recibir el anuncio del arcángel Gabriel y había concebido en el seno por obra del Espíritu Santo. Apenas se encuentran estas dos benditas mujeres, comienza la estrecha relación entre sus hijos. Juan el Bautista salta de alegría e Isabel exclama: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno». Un ser humano de no más de seis meses de concebido en el vientre de su madre, es el mensajero escogido por Dios para anunciar la bendición más grandiosa que ha recibido la humanidad reconociendo a Jesús que apenas es un pequeño embrión. El texto nos dice que Isabel queda llena del Espíritu Santo antes de proferir este saludo en voz alta, por lo tanto, se trata de una proclamación profética. ¿Bendita entre cuáles mujeres?

El Antiguo Testamento está jalonado por la presencia de muchas mujeres de las cuales dependió la salvación del pueblo. Hay una verdadera cadena comenzando por Eva y seguida por Sara, Rebeca, Raquel, Débora, Rut, Judit, Ester… Pero la más grande de todas ellas, la que corona la cadena no solamente de ellas sino de todas las mujeres de la historia de la humanidad de todos los tiempos, es María ya que ella es la Madre del mismo Dios. ¿Quién es este «fruto de tu vientre»? Isabel lo aclara inmediatamente cuando dice: «¿y de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor?». Quiere decir la Madre del Cristo, del «Ungido», del esperado por los hombres. Cristo no es el hijo de David, sino es mayor que David (ver Mc 12,36). La Virgen María es Madre del Señor Jesús: Dios y Hombre verdadero.

La fiesta de la Asunción

El dogma de la Asunción de la Virgen María fue definido por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 mediante la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus. Conviene conocer las palabras del Santo Padre: «Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial». El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que la Asunción de Nuestra Madre constituye una singular participación en la resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos .

Sobre la muerte de María el Papa Pío XII no se pronuncia, simplemente no juzga oportuno declararla solemnemente. Juan Pablo II nos aclara el punto diciendo que: «dado que Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario por lo que se refiere a su Madre ». La Madre no es superior al Hijo que acepta dócilmente la muerte y le da un nuevo significado, transformándola en instrumento de salvación. Pero, ¿de qué murió María? Nada sabemos con certeza. Ahora, sin duda, su muerte fue, desde todo punto de vista, ejemplar. «Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en ese caso la muerte pudo concebirse como una “dormición”» .

Una palabra del Santo Padre:

« La liturgia celebra hoy la solemnidad de la Asunción de la Virgen al cielo en alma y cuerpo. Así la contempla la Iglesia, llamada en este día a exultar con intenso gozo reconociendo en la Mujer vestida de sol, resplandeciente de luz, un signo de segura y consoladora esperanza. ¡Qué plenitud de felicidad y de gloria se anuncia a los creyentes en este misterio de la Asunción de la Virgen! María santísima nos muestra el destino final de quienes «oyen la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 11, 28). Nos estimula a no enfrascarnos en los afanes de la hora presente, sino a elevar nuestra mirada a las alturas, para que se dilate en los ilimitados y sosegantes horizontes donde se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también María, la humilde esclava de Nazaret, ya en la gloria celestial. El hombre moderno, inquieto y atónito frente al perenne interrogante sobre el enigma de la muerte, tiene necesidad sobre todo de esta gozosa esperanza, de este anuncio siempre nuevo.

En María y en el misterio de su Asunción, cada persona está llamada a redescubrir el atrevido y connatural fin de la existencia, según el proyecto establecido por el Creador: hacerse conforme a Cristo, Verbo encarnado, auténtica imagen del Padre celestial, para avanzar con él por el camino de la fe y resucitar con él a la plenitud de la vida bienaventurada. En esta perspectiva, la solemnidad de la Asunción constituye un estímulo providencial a meditar en la altísima dignidad de todo ser humano, también en su dimensión corporal. Se trata de una reflexión que se inserta muy bien en la preparación para la Jornada mundial de la juventud, ya inminente. Sobre todo a los jóvenes, esperanza de un mundo nuevo en el alba del tercer milenio cristiano, quisiera dirigir la exhortación del Apóstol «a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios», sin acomodaros al mundo presente (cf. Rm 12, 1 2). Jesús, Maestro de inmortalidad, nos llama a seguirlo con pureza de vida y amor auténtico.

Juan Pablo II. Ángelus en la Solemnidad de la Asunción de la Virgen, 1997

Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. La Asunción de María debe de llenar de esperanza y alegría mi vida ya que me enseña cuál es mi verdadero fin. ¿Cómo puedo vivir esta realidad?

2. Vivamos de manera concreta y sencilla al amor a nuestra Madre del Cielo rezando el rosario en familia.

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 966 – 975.

 

Written by Rafael De la Piedra