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Benedicto XVI advierte del yoga que puede «transformarse en un método autónomo de redención» PAPA - En esta foto de 1979, el papa Juan Pablo II posa junto al cardenal Joseph Ratzinger, quien a la postre fue nombrado el Papa Benedicto XVI. El martes 11 de febrero, Benedicto anunció que dejará el cargo el día 28, por debilidad física (AP Foto/Archivo) Full view

Benedicto XVI advierte del yoga que puede «transformarse en un método autónomo de redención»

Publicada en la revista italiana 30Giorni, estas preguntas y respuestas del hoy Papa Emérito, ponen luz sobre asuntos en que reina el «padre de las mentiras». Les comparto esta excelente e interesante entrevista hecha al Cardenal Joseph Ratzinger.

Eminencia ¿qué es la magia?

Es el uso de fuerzas aparentemente misteriosas que sirven para obtener un dominio sobre la realidad
física y también psicológica. Es decir, el intento de instrumentalizar las potencias sobrenaturales para
el propio disfrute. A través de la magia se sale de la esfera de la racionalidad y del uso de fuerzas
físicas aprehendidas gracias a la ciencia. Se va buscando –y a veces se encuentra- una manera de
apropiarse de la realidad con la ayuda de fuerzas desconocidas. Puede que en muchos casos sea todo una
trampa, pero también puede ocurrir que por medio de elementos que se alejan de la racionalidad se pueda
acceder a un cierto dominio de la realidad.
(…)

San Pablo, en Chipre, define públicamente al mago Elimas como “hijo del diablo”. ¿Podríamos afirmar con
certeza que detrás de (en) la magia y el mundo del ocultismo está siempre presente el demonio?

Sí. Yo diría que sin el demonio, que provoca esas perversiones de la creación, no podría existir todo
este mundo del ocultismo y de la magia. El problema surge cuando entra en juego un elemento que va más
allá de las realidades de la razón y las realidades reconocibles gracias a la ciencia unidas a una razón
sincera. Se ofrece una entidad aparentemente divina que nos inspira sobrenaturalidad. En cambio, no son
nada más que una parodia del divino. Poderes, pero poderes en decadencia, simples ironías contra Dios.

¿Es ésta la raíz de la firme condena hecha por la Iglesia con respecto a la magia y el ocultismo?

Sí. Todo empieza con el Antiguo Testamento: pensemos en el conflicto entre Samuel y Saúl. En éste
encontraremos un ejemplo de Dios revelado, un Dios de esta Tierra, por tanto, pagano, ya que pervierte
la relación entre Dios y el hombre. Esta condena continúa en toda la historia de la Revelación y recibe
su último toque de claridad en el Nuevo Testamento. Claramente no es un positivismo que quiere excluir
alguna de las riquezas o experiencias del ser, sino la verdad de Dios que se opone a la mentira
fundamental. El nombre del diablo en las Sagradas Escrituras, «padre de las mentiras», llega a
comprenderse de un modo nuevo si hemos de considerar todos estos fenómenos, ya que aquí encontramos
realmente la mentira en su más alto estado de pureza.

¿Y de qué forma?

El hombre se hace dominador del mundo disfrutando aquello que se nos presenta bajo forma de Dios, y
entonces usa su poder para dominar el mundo en sí mismo, cayendo así en una mentira radical. Estas
mentiras aparecen en un primer momento como un ensanchamiento del poder, de las experiencias, como algo
encantador: el yo se convierte en Dios. Pero al final, la mentira sigue siendo una realidad que
destruye. Vivir en la falsedad quiere decir vivir en contra de la realidad y, de este modo, vivir en la
autodestrucción. Podemos ver dos aspectos de esta prohibición.
Por una parte, simplemente tenemos que excluir las prácticas ocultas y mágicas porque pervierten la
realidad, son mentiras en el sentido más profundo de la palabra. El segundo aspecto –el aspecto moral,
que sigue al ontológico- es que, contrarias a la verdad, son destructivas, y destruyen al ser humano
comenzando por su núcleo.

Entonces, ¿cuáles son los peligros para quien practica con la magia y lo oculto?

Empecemos hablando del aspecto fenomenológico. La trampa se tiende con promesas, a través de una
experiencia de poder, de alegrías, de satisfacción. Pero después el hombre va entregándose a una red
demoníaca que poco a poco le somete, llega a ser más fuerte que él. El hombre deja de ser el dueño de
casa.

Si una persona entra a formar parte de una secta o de un grupo mágico se convertirá en un esclavo no
sólo del grupo, que de por sí ya sería grave por lo que comporta de alienación total la pertenencia a
estas sectas. Sino que será esclavo de la realidad que se encuentra detrás del grupo, esto es, una
realidad realmente diabólica. Y de esta manera el hombre se dirigirá hacia una autodestrucción siempre
más profunda, peor que la de las drogas.

¿Desde dónde proviene tanta sed hacia lo oculto?

Me parece una mezcla entre una tendencia hacia lo divino y la desorientación, que cierran al hombre en
sí mismo.

Ninguno de los ocultistas declara abiertamente que opera con el concurso del demonio. Todo lo contrario,
casi todos afirman que son creyentes y que hacen el bien. Utilizan imágenes sagradas, crucifijos…

Sí. La mentira más profunda después se concreta en una mentira más evidente. El mago, en su orientación
personal, ha llegado a la mentira. Después, le resulta natural usar todos sus artilugios para expresar y
modelar las mentiras. Naturalmente, el sincretismo es uno de los elementos fundamentales del mundo
mágico y ocultistas, que se sirve de las religiones y, sobre todo, de los elementos cristianos,
pervirtiéndolos con el único interés de atraer a la gente y ser creíbles, haciéndose también con la
fuerza escondida de la realidad cristiana. Lo vemos en los Hechos de los Apóstoles con Simón el Mago,
que quiere comprar la fuerza de los apóstoles. «Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de
los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder,
para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu
dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte
ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu
maldad, y ruega a Dios, y quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón porque en hiel de amargura
y en prisión de maldad veo que estás» (Hechos de los Apóstoles 8,18-23).

Se afirma que existen formas de magia y adivinación que son inocuas y «ligeras», como la lectura de la
mano, las cartas y el horóscopo. Y en el Nuevo Catecismo, que las ha condenado, se ironiza sobre ellas.
¿Existe una escala de gravedad o son todas de la misma cepa, y por eso, todas graves?

A lo mejor puede existir una utilización más ligera, pero, de todas maneras, será inaceptable, ya que
abre las puertas hacia lo oculto. Si uno empieza a moverse en esta dirección, corre el riesgo de caer en
una trampa todavía más profunda. Pero el hecho de que uno pueda deslizarse con cierta facilidad, y a
veces sin poder evitarlo, no tiene por qué llevarnos hacia un rigorismo. Un rigorismo que ya no
distingue entre una conducta que es señal de una cierta ligereza de vida y la manera de actuar de
aquellos que han entrado de pleno en estas situaciones. Sin duda, existe una cierta distinción, pero hay
que tener presente que un escalón lleva fácilmente a otro, ya que el terreno es resbaladizo.

¿Qué es lo que diría a aquellos que frecuentan a la vez Iglesia y ocultismo, pues creen que una cosa no
excluye a la otra?

Les diría que tienen que empezar a entender mejor la fe e introducirse profundamente en el camino
cristiano para comprender que son dos cosas totalmente diferentes. Si escucho la Palabra del Señor con
mi mano en su mano, me dejo guiar por el amor de Cristo, me inserto en la gran comunión de la Iglesia,
siguiendo con Ésta el camino de Cristo. Es bien diferente si yo empiezo a entrar en la grave realidad
del ocultismo. Las dos posturas son extremadamente distintas desde el inicio. Entender esta distinción
es una decisión fundamental del hombre, y el paso inicial hacia el camino de la fe.
Pensemos en el ritual del Bautismo, donde tenemos por una parte el «si» hacia el Señor y a su ley, y por
la otra el «no» hacia satanás. En tiempos pasados había que mirar hacia Oriente para decir que «sí» al
Señor y hacia Occidente para decir que «no» a las seducciones del diablo. Con estos rituales, la Iglesia
se defendía de las prácticas ocultas, como también lo hace ahora y nos hace entender el carácter
inconciliable de las dos posturas. Yo digo que «sí» al camino del Señor y esto implica mi «no» hacia las
prácticas mágicas. Debemos renovar de una manera más concreta y realista esta dúplice decisión. Decir
que «sí» a Cristo implica que no puedo «servir a la vez dos dueños»; además, como dice el Señor, si digo
que «si» al Señor, en el mismo momento no puedo decir que «si» a uno de estos poderes escondidos, debo
decir: «no, no acepto la seducción del diablo». Y, a lo mejor, con ocasión de renovar los votos del
Bautismo antes de Pascua, se debería explicar que lo que pronunciamos no es un antiguo ritual, sino una
importante elección para nuestra vida de hoy, un acto concreto y realista.

¿Existe un punto de no-regreso para quien haya entregado su vida a la magia?

Es difícil de responder. Si un individuo ha entrado en lo que el Señor llama «pecado contra el Espíritu
Santo», como aversión a Dios y maldición del Espíritu de Dios, pervirtiendo su espíritu, abriéndolo a la
acción del demonio, aquí puede que se realice lo que el Señor indica como punto de no-regreso. Pero por
nuestra parte no podemos dar un juicio sobre lo ocurrido. Nosotros debemos decir siempre: existe la
esperanza de la conversión.

Naturalmente, si uno ha entrado en este mundo, es necesaria una conversión radical. Y es una conversión
que se hace siempre más difícil, realizable sólo a través de la fuerte ayuda del Espíritu Santo
implorado por la comunidad de la Iglesia que quiere ayudar a estas personas para que regresen hacia
Dios. Por tanto, debemos mantener siempre la esperanza, y hacer lo posible para implorar el perdón de
Dios. Iluminar a aquellas personas y acompañarlas hacia una conversión profunda. Es imprescindible el
ritual de la expulsión del demonio. Un ritual cuya importancia no entendían del todo los cristianos,
pero que ahora recibe un nuevo sentido y un significado más concreto. Se trata de liberar a las
personas del demonio, pues éste, debido al contacto de algunos con la magia y el ocultismo, se ha
apoderado realmente de ellos.

Entonces, ¿son necesarios los exorcismos?

Ciertamente.

Tal vez la gente entienda este mensaje, pero lamenta una escaza información por parte de los hombres de
la Iglesia. ¿Qué más se podría hacer para informar a los desprevenidos?

Debemos encontrar nuevas formas de apostolado. La propagación del ocultismo en las formas actuales es un
fenómeno bastante reciente. Hasta hace diez años nos faltaba información al respecto. Quizá no estábamos
preparados para un ataque similar, y no habíamos instruido suficientemente a los fieles. En mi opinión,
tendremos que preparar breves informaciones que digan lo esencial de una manera comprensible. Debemos
introducir este discurso en las catequesis para los adultos y en la formación permanente de cada
cristiano.

Eminencia, le cito algunos datos. En Italia, al número del horóscopo telefónico llegan diez millones de
llamadas al año, y existen por lo menos cien mil magos y menos de treinta y ocho mil sacerdotes. ¿Qué
siente ante esta realidad?

Es la señal de que estamos ante una amenaza de paganismo profunda. Esto es, perversión del destino
religioso del hombre. En esta religión falsificada, en la cual, como ya he dicho, el hombre disfruta o
busca disfrutar de las fuerzas sobrenaturales, existe un desafío fundamental para nuestra obra de
evangelización.

Ante el paganismo, debemos anunciar la realidad liberadora de Dios. Estas prácticas se presentan con el
pretexto y la pretensión de ofrecer al hombre una liberación. Ofrecen poder, satisfacción, la promesa de
hacerte vivir con todas las posibilidades del ser. En la realidad son una esclavitud terrible que puede
llegar incluso a deshumanizar. Lo mismo ocurría con las religiones pre-cristianas, que creaban un mundo
temeroso. La llegada del anuncio cristiano trajo consigo la liberación de los miedos hacia los demonios.
Hay un solo Dios que es más fuerte que todos ellos: éste es el anuncio que ha liberado realmente al
mundo. Hoy en día, en algunas partes del mundo que todavía no han sido evangelizadas, se puede ver cómo
el miedo hacia los demonios y a los brujos crea un clima de miedo e inmovilidad. No se puede actuar,
puesto que a cada paso se puede caer en las manos de un demonio. Entonces debemos proclamar la fuerza
liberadora del anuncio de que existe un solo Dios. Un Dios que es Amor, que nos ama, que tiene la fuerza
de guiarnos, de darnos la verdadera libertad y que con su potencia invencible nos libera de esta
esclavitud. Desgraciadamente esto ya no está presente en la mentalidad de las personas. Muchos ven sólo
el camino arduo de la religión, la lejanía de un Dios de quien no tenemos experiencia, y buscan una
experiencia inmediata y una rápida satisfacción, y caen en la esclavitud. En esta hora de tentación
pagana profunda, creo que debemos anunciar el Evangelio en toda su sencillez y grandeza, como la
verdadera y única liberación.

En su vida como sacerdote, arzobispo y cardenal, ¿ha conocido alguna vez a personas dañadas por la
magia?

En el ambiente en el que he vivido no estaba presente esta realidad. He oído hablar varias veces de este
tipo de casos. Y hoy me llega información de más sitios sobre cómo la magia deteriora y destruye las
vidas humanas.

La magia tradicional, folclórica, típica de los países mediterráneos y todavía más radicada en las
regiones italianas, ¿es una práctica inocente o el ingrediente principal sigue siendo el concurso del
demonio?

En los albores del cristianismo quedaban entre la gente elementos mágicos, con una presencia reducida,
redimensionados por una fe que se difundía, pero que, sin embargo, suponía el peligro de que pudiese
transformarse en magia. Era una presencia peligrosa e inaceptable, pero dominada por la vida de fe de la
multitud. Sin embargo, ahora vemos que estos pequeño «residuos» que parecían inocentes no lo son en
absoluto, y pueden convertirse en la chispa que provocaría una nueva irrupción del ocultismo en el
mundo.

¿Es un método de valoración válido el hecho de que el ocultista pida dinero o no?

Depende de su previa decisión de ser mago. Si el suyo fuese un trabajo moralmente justo, podría pedir
que le pagasen. Pero ya que su menester implica mentiras y la perversión de la realidad, la presencia
del dinero no sirve más que para continuar la mentira que se encuentra en la base de su trabajo. En este
sentido, en el comercio de la magia y los «poderes», se hace más visible una perversión todavía más
profunda. Las cosas espirituales no se pueden pagar. La verdadera experiencia espiritual, la que Cristo
me regala, la puedo obtener sólo a través de mi conversión, de mi «éxodo» espiritual. Entonces debemos
ayudar a aquellas personas caídas en la red del ocultismo a reencontrar el camino a la conversión,
ofrecerles una comunidad, acompañarlas hacia la fe y ayudarlas a introducirse en un camino que las lleve
a la verdad, además de facilitarles el acceso –si las condiciones son aptas- al exorcismo efectuado por
sacerdotes autorizados por el obispo.

También la meditación trascendental y, en particular el yoga, tienen como sustrato el ocultismo. De
hecho, el último grado del yoga, el más elevado, conlleva un contacto con el mundo de los espíritus y la
adquisición de poderes mágicos. ¿Considera que existe una relación de fondo, aunque sea poco aparente,
entre la difusión de las religiones orientales y el actual regolfo del ocultismo?

Sin duda, en el fondo está presente. Digamos que la oferta de estas religiones orientales se mueve en
diferentes niveles. Existe un yoga reducido a un tipo de gimnasia: se ofrece algún elemento que
proporciona ayuda para el relajamiento del cuerpo. Bien, si el yoga está realmente reducido a un tipo
de gimnasia, o sea, a movimientos exclusivamente físicos, se podría aceptar. Pero, repito, para serlo
tendrá que estar realmente reducido a un puro ejercicio de relajación física, aislado de todo elemento
ideológico. Sobre este punto hay que estar muy atentos para no introducir, en lo que sería mera
preparación física, una determinada visión del hombre, del mundo, de la relación entre Dios y el hombre.
Esta purificación de un método, en sí lógico, de ideas incompatibles con la vida cristiana se podría
comprar con la «desmitificación» de las tradiciones paganas sobre la creación del mundo. Como, por
ejemplo, en el primer capítulo del Génesis, en el que el Sol y la Luna, grandes divinidades del mito,
están reducidas a «lámparas» creadas por Dios, lámparas que reflejan la luz de Dios y que nos hacen
imaginar la verdadera Luz, el Creador de la luz. Y, de este modo, también en el caso del yoga y de las
demás técnicas orientales, sería necesaria una transformación y un desplazamiento radical que realmente
quite del medio todas las pretensiones ideológicas. En el momento en el que comparecen elementos que
pretendan guiar hacia una «mística», se convierten en instrumentos que conducen en una dirección
equivocada. (…)

¿Puede existir un yoga cristiano?

En el momento en el que lo llamamos yoga cristiano ya está ideologizado y aparece como una religión, lo
cual no me gusta mucho. Mientras que sobre el aspecto puramente físico, repito, algunos elementos
podrían subsistir. Hay que estar muy atentos cuando se habla de un contexto ideológico, que lo lleva a
convertirse en un poder cuasi místico. El riesgo es que el yoga pueda transformarse en un método
autónomo de «redención», desprovisto de un verdadero encuentro entre Dios y el hombre. Y en este caso ya
nos encontraríamos en lo trascendente. Es verdad que también en la oración y en la meditación cristiana
la posición del cuerpo tiene su importancia y significa una conducta interior que se expresa también en
la liturgia. Pero en el yoga los movimientos del cuerpo tienen una implicación diferente con respecto a
la relación con Dios, que no es la de la liturgia cristiana. Hay que tener la máxima prudencia, ya que
detrás de estos elementos corporales se esconde una concepción del ser como tal, de la relación entre
cuerpo y alma, entre hombre, mundo y Dios.

¿Considera legítima la enseñanza de la meditación trascendental o del yoga en las iglesias católicas y
en las comunidades religiosas por parte de los sacerdotes?

Me parece muy peligroso ya que, en este contexto, estas prácticas se ofrecen, efectivamente, como algo
religioso.

¿Es posible conjugar el mantra con la oración cristiana?

El mantra es una oración que no está dirigida a Dios, sino a otras divinidades que son ídolos.(…)

Urs von Balthasar define la meditación trascendental como una traición con respecto a la fe cristiana.
¿Está de acuerdo con esta afirmación?

Sí. Porque el Dios Trascendente, la persona que me ha llamado y que me ama, viene deformado en una
dimensión trascendental del ser. Creo que es necesario distinguir bien entre el Dios Trascendente y lo
trascendental. Mientras el trascendente es una persona que me ha creado, lo trascendental es una
dimensión del ser que implica una filosofía de la identidad (…)

En términos espirituales, ¿Cuál es el precio de estas prácticas?

Perder la fe y la perversión de la relación hombre-Dios suponen una profunda desorientación del ser
humano; así que, al final, el hombre se casa con la mentira.

Fuente: 30Giorni, número 9, marzo de 1999 (gentileza padre Mauro Matthei, Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes. Chile).

Written by Rafael De la Piedra