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Del Canon de Muratori, el canon más antiguo llegado a nuestros días

El Canon de Muratori, llamado también Canon Muratorio o Fragmento Muratorio, es entre los distintos códigos que la Iglesia ha emitido sobre los escritos que deben ser considerados auténticos y canónicos, el más antiguo conocido. También es intersante saber un poco cómo se formó el canon del Nuevo Testamento. https://www.religionenlibertad.com/

Se llama así en honor a su descubridor, el historiador italiano de la Compañía de Jesús, Luigi Antonio Muratori (16721750), quien lo halla en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, donde aún hoy se encuentra, catalogado bajo el código “J 101 sup.” y lo publica en 1740 en la obra “Antiquitates italicae”.

Para fecharlo hay que diferenciar, como siempre que de un manuscrito se trata, dos aspectos de la cuestión: la antigüedad del contenido y la antigüedad del continente.

En cuanto a lo primero, el Canon Muratorio viene a datar del entorno del año 180, algo que cabe colegir de la siguiente referencia:

“Pero el Pastor fue escrito por Hermas en la ciudad de Roma bastante recientemente, en nuestros propios días, cuando su hermano Pío ocupaba la silla del obispo en la iglesia de la ciudad de Roma”.

Siendo así que el Pío referido se sentó en la silla de Pedro entre los años 140 y 155.

En cuanto a lo segundo, el manuscrito descubierto por Muratori es un manuscrito del s. VIII al que delata el latín inculto propio de ese momento histórico en el que está escrito, que es, con toda probabilidad, traducción de un original griego.

El canon, -escrito en Roma como también se extrae del párrafo que citamos arriba-, no es una mera lista de escrituras, sino que recoge también un comentario sobre los libros que cita. No está completo, sino que falta el principio. De hecho, el texto que llega a nosotros comienza con estas palabras: “el tercer libro del evangelio según Lucas”, lo que permite con propiedad aceptar que en las páginas faltantes se mencionaban Mateo y Marcos.

Todo esto dicho, recoge ya como canónicos el núcleo duro del cuerpo canónico de escritos, a saber, los cuatro evangelios clásicos, los Hechos de los Apóstoles, trece epístolas paulinas, es decir, todas las del canon actual menos la Epístola a los Hebreos, dos de las tres epístolas de Juan y la de Judas. No menciona el resto de las Epístolas Católicas, a saber las de Pedro, una de Juan y la de Santiago. En cuanto al Apocalipsis, es curioso porque cita dos, el de San Juan y el de San Pedro, con la aclaración de que éste último no es permitido en todas las iglesias.

Se cita también, como hemos visto arriba el Pastor de Hermas, aunque se aclara que puede ser leído en todas partes pero no en el servicio divino.

Y recoge también una nómina de escritos que deben ser considerados falsos.

Canon del Nuevo Testamento

A lo que damos en llamar “libros canónicos del Nuevo Testamento” está compuesto por veintisiete textos, a saber:

– Los cuatro Evangelios, esto es, San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan.
– Los Hechos de los Apóstoles de San Lucas.
– Las catorce Cartas de San Pablo: Romanos, Primera a los Corintios, Segunda a los Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, Primera a los Tesalonicenses, Segunda a los Tesalonicenses, Primera a Timoteo, Segunda a Timoteo, Tito, Filemón y Hebreos.
– Las siete Cartas Católicas a saber, dos de San Pedro, tres de San Juan, una de Santiago y una de San Judas.
– El Apocalipsis de San Juan.

Todavía entre los textos canónicos tiende a realizarse una nueva clasificación: la que diferenciaría entre textos deuterocanónicos y textos protocanónicos.

Son los textos deuterocanónicos (del griego deutero=nuevo, y canónicos) la Epístola de Pablo a los Hebreos, la Epístola de Santiago, la Segunda de Pedro, la Segunda y la Tercera de Juan, la Epistola de Judas y el Apocalipsis, cuya autoría, que no su contenido, es menos clara para la Iglesia.

Son los textos protocanónicos (del griego protos=primero y canónicos), todos los demás, en realidad los mejor conocidos por los cristianos, a saber los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, y todas las Cartas de Pablo menos Hebreos.

Dos hechos caracterizan la relación de estos textos con la primera comunidad cristiana. Primero, que probablemente hasta el s. III los del Nuevo Testamento no superan en importancia a los del Antiguo. Segundo, que no eran de hecho los únicos, es decir, que existía verdadera profusión de escritos que narraban el ministerio y la pasión de Jesucristo, hasta el punto de que cada una de las iglesias locales sentía predilección por uno diferente. Bien revelador a estos efectos, es el comienzo del Evangelio de Lucas, donde leemos:

“Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros […]” (Lc. 1, 1).

Ante tal profusión de obras, ante los diferentes contenidos que cada texto aporta, y con la aparición de las primeras herejías y la amenaza de ruptura del tronco común, empieza a tomar cuerpo hacia mediados del s. II, la idea de seleccionar una serie de textos considerados los verdaderos. Curioso que el primer planteamiento en este sentido, parta de un Marción cuyas propuestas acaban tenidas por heréticas, el cual propone un corpus compuesto de un Evangelio, el de Lucas, amputado de sus “impurezas” judaicas, y un Apostólico, compuesto por una colección de epístolas paulinas.

El Canon de Muratori, al que dedicaremos una entrada en un próximo futuro, desglosa el conjunto de libros que la Iglesia da por canónicos en torno al año 180, recogiendo los cuatro evangelios clásicos, los Hechos de los Apóstoles y trece epístolas paulinas, es decir, el núcleo duro de lo que ha llegado a nuestros días como canon.

Entre estos primeros cánones, ajenos todavía a la jerarquía eclesiástica, se pueden citar los concedidos para Africa (359), para Frigia (363), para Egipto (367) y también el otorgado por el Concilio de Cartago (397).

El Papa San Gelasio I (492-496) marca un punto de no retorno en lo relativo a la fijación de un canon, al firmar el primer decreto papal que diferencia entre textos canónicos y textos apócrifos, entre lecturas recomendadas y lecturas heréticas. Y el Concilio de Trento (15451563), en el Decreto sobre las Escrituras canónicas, de 8 de abril de 1546, menciona los veintisiete textos del Nuevo Testamento que los católicos deben dar por canónicos.

Muchos son los personajes del protocristianismo autores que se han propuesto como autores del Canon Muratorio: San Papías, San Hegesipo, Cayo de Roma, San Hipólito de Roma, Rodón, San Melitón de Sardes… pero no existe al día de hoy una hipótesis generalmente aceptada.

Written by Rafael De la Piedra