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Milán y la alegría cristiana: el encuentro del Santo Padre con las familias

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Ciertamente se recordará como uno de los viajes más importantes del pontificado la estancia de Benedicto XVI, que ha unido la visita a la gran diócesis de los santos Ambrosio y Carlos a la participación, muy personal y realmente extraordinaria, en el Encuentro mundial de las familias. Podía resultar una superposición artificiosa y, en cambio, no ha sido así. Gracias a una larga y atenta preparación, a la presencia incisiva del arzobispo y a la sabiduría de un Papa que cada vez sabe hablar mejor a muchísimas personas, no sólo católicas.

Así, los tres días del Papa en Milán han mostrado el rostro auténtico de la Iglesia de Cristo, que vive en el mundo con alegría y esperanza (gaudium et spes), a pesar de las inevitables dificultades diarias y de las vicisitudes a menudo dramáticas y dolorosas. De esta fiesta católica y multicolor quedarán sobre todo el encuentro con las muchachas y los muchachos en San Siro, el diálogo del Papa con los representantes de las familias de todo el mundo y la gran celebración conclusiva: tres largos momentos de una fraternidad cristiana que por su naturaleza no conoce confines ni cerrazones.

Sí, la Iglesia es la que se vio en Milán, muy lejana de la imagen que se quisiera presentar en algunos medios de comunicación con representaciones clamorosas pero que distorsionan los hechos, llegando incluso a prescindir de su realidad, aun inevitablemente humana y por tanto imperfecta. Y conviene recordar que aquí ciertamente no está en discusión el derecho, obviamente legítimo, a opiniones diversas e incluso a la crítica, con tal de que sea respetuosa de la realidad, mientras que no se puede aceptar el intento evidente de difundir prejuicios persistentes y lugares comunes en sustancia infundados, como aseguró el propio Benedicto XVI hace sólo pocos días.

Por fortuna, han sido muchos los que se han dado cuenta de esta realidad tan distinta, y en este sentido han sido significativos los comentarios aparecidos en dos importantes diarios italianos. Franco Garelli en «Il Messaggero» ha visto en las palabras del Papa en Milán «una palabra fuerte, un magisterio inspirado, capaz de representar un punto de referencia religioso y moral no sólo para los creyentes», mientras que precisamente la vitalidad de los tres días ambrosianos ha permitido a Aldo Cazzullo escribir en el «Corriere della Sera» que «el mundo católico nunca está realmente en crisis; más aún, contra la crisis puede ser un baluarte útil a toda la “sociedad plural”, a la que Benedicto XVI se dirigió con la finura y la cortesía que incluso sus críticos le deben reconocer».

La estancia en Milán ciertamente ha consolado al Papa, como él mismo ha dicho al cardenal Angelo Scola, pero incluso quien lo ha visto y escuchado —casi dos millones de personas durante los tres días— ha quedado sostenido en la reflexión, común a toda persona humana, o reforzado en la fe católica compartida sobre todo por muchísimas familias de todas las partes del mundo. Y muchos han quedado impresionados por la misericordia y la claridad de sus palabras, como las referidas a los damnificados por el terremoto y a los divorciados vueltos a casar, a los que la Iglesia debe acompañar y sostener. Hasta el recuerdo conmovedor de cuando era niño y de la sencilla alegría cristiana de aquel tiempo. Que es la misma que se vive también hoy, hasta el punto de impulsar a Benedicto XVI a comparar la vida futura con esa plenitud.

El ESTADO HA DE RECONOCER LA IDENTIDAD PROPIA DE LA FAMILIA FUNDADA SOBRE EL MATRIMONIO

Ciudad del Vaticano, 2 junio 2012 (VIS).- Este sábado por la tarde, en el arzobispado de Milán, el Santo Padre mantuvo un encuentro con representantes de diversas autoridades institucionales, civiles y militares, de empresarios y trabajadores, del mundo de la cultura y de la sociedad lombarda.

Benedicto XVI centró su discurso en los principios del buen gobierno legados por San Ambrosio, gobernador en el s. IV de las provincias de Liguria y Aemilia con sede en la ciudad imperial de Milán. Principios que son “aún preciosos” para los dirigentes actuales. La primera cualidad de quien gobierna ha de ser la justicia, “virtud pública por excelencia porque se refiere al bien de toda la comunidad”. Ha de estar acompañada por el amor a la libertad, que distingue a los gobernantes buenos de los malos: “La libertad (…) es un derecho precioso que el poder civil debe garantizar. Pero libertad no significa arbitrio del individuo, sino que implica más bien la responsabilidad de cada uno. Se encuentra aquí uno de los principales elementos de la laicidad del Estado: asegurar la libertad para que todos puedan proponer su visión de la vida común, dentro del respeto a los demás y en el contexto de leyes que miran al bien de todos”.

Para garantizar el bien común, las leyes del Estado “deben encontrar justificación y fuerza en la ley natural, fundamento de un orden adecuado a la dignidad de la persona humana”, ya que de una concepción meramente positivista no se pueden derivar indicaciones de carácter ético. El Estado ha de servir y tutelar a la persona en todos sus aspectos, “comenzando por el derecho a la vida; nunca se puede consentir su supresión deliberada”. Asimismo, está llamado a “reconocer la identidad propia de la familia, fundada sobre el matrimonio y abierta a la vida, así como el derecho primario de los padres a la libre educación y formación de los hijos. (…) No se hace justicia a la familia si el Estado no sostiene la libertad de educación por el bien común de toda la sociedad”.

La Iglesia ofrece su colaboración al Estado -manteniendo cada uno su propio papel y sus finalidades- mediante su doctrina, su tradición, sus instituciones y sus obras, con las que se ha puesto al servicio del pueblo. “Basta pensar -ha dicho el Papa- en la cantidad de santos de la caridad, la escuela, la cultura, el cuidado de los enfermos y los marginados, servidos y amados como se sirve y se ama al Señor. (…) Las comunidades cristianas promueven estas acciones (…) como gratuita sobreabundancia de la caridad de Cristo y de la experiencia totalizante de su fe. El tiempo de crisis que estamos atravesando necesita, además de valerosas decisiones técnico-políticas, de gratuidad”.

Finalmente, Benedicto XVI subrayó que San Ambrosio recomienda a quienes quieren participar en el gobierno y la administración pública que se hagan amar: “Lo que hace el amor, no podrá lograrlo nunca el miedo”. Por otra parte, la razón que mueve a entrar en los distintos ámbitos de la vida pública “no puede ser sino la voluntad de dedicarse al bien de los ciudadanos, y, por tanto, una expresión y un evidente signo de amor. Así, la política se ennoblece profundamente, convirtiéndose en una elevada forma de caridad”.

¡HOLA PAPA!

(RV).- Benedicto XVI dialogó con las familias, compartiendo alegrías y sufrimientos. En la vigilia de la solemne clausura del VII Encuentro Mundial de las Familias – en la Fiesta de los testimonios – en un encuentro lleno de cariño y sencillez, adornado con cantos y coreografías sugestivas, en el Parque Bresso en Milán, con más de trescientas cincuenta mil personas, el Papa respondió cordialmente a cinco preguntas, renovando su cercanía a los afectados por el terremoto en la región italiana de Emilia.

La primera que habló con el Santo Padre fue una niña vietnamita, que lo saludó diciendo:

«Hola, Papa», para luego presentarse diciendo «soy Cat Tien, vengo de Vietnam. Tengo siete años… me gustaría mucho saber algo de tu familia y de cuando eras chico, como yo…»

Y el Papa le respondió con cariño: «Gracias, queridísima… fueron momentos inolvidables… éramos un corazón y un alma sola… aun en tiempos muy difíciles, por la guerra… la dictadura… la pobreza… Pero el amor recíproco que había entre nosotros, la alegría por las cosas sencillas, era más fuerte y así se podían superar también esas dificultades. Me parece que esto es algo muy importante: que aun las cosas pequeñas nos dieran felicidad… porque percibíamos que la bondad de Dios se reflejaba en nuestros padres y entre nosotros como hermanos. Y, en verdad, si trato de imaginar cómo será el Paraíso, pienso en mi juventud, en mi infancia… en este sentido espero ir a ‘casa’, cuando iré al más allá»….

Luego, una pareja de novios de Madagascar, que anhelan el matrimonio, pero que manifestaron sus preocupaciones ante una decisión definitiva. El Papa habló de la diferencia entre el enamoramiento y el amor:  

«Pienso a menudo en las bodas de Caná. El primer vino es bellísimo, es el enamoramiento. Pero no dura para siempre: es necesario que venga el segundo vino, es decir que tiene que fermentar y crecer, madurar… Un amor definitivo, que llegue a ser realmente el ‘segundo vino’, es más bello y mejor que el primero. Es lo que se debe buscar. Además, es importante que el ‘yo’ ni ‘el yo y el tú’ no se queden aislados, sino que esté implicada también la comunidad de la parroquia, la Iglesia, los amigos…»

Un matrimonio de Grecia habló de la dramática crisis que está sufriendo su país. A pesar de creer en la Providencia – dijeron – nos cuesta pensar en el futuro de nuestros hijos… qué hacer para no perder la esperanza, qué puede decir la Iglesia a todas esas familias que no ven perspectivas positivas…

 «Queridos amigos, gracias por este testimonio que conmueve mi corazón y el corazón de todos ¿qué podemos responder? Las palabras no bastan. Empezando por la política: me parece que debería crecer el sentido de la responsabilidad en todos los partidos, que no prometan cosas que no pueden realizar, que no busquen sólo votos, sino que sean responsables, por el bien de todos y que se entienda que la política es también responsabilidad humana y moral ante Dios y ante los hombres. Sin embargo, nosotros ¿qué podemos hacer?

Creo que sería una ayuda el hermanamiento entre ciudades, entre familias, entre parroquias… que una familia de Occidente, de Italia, de Alemania, de Francia pueda asumirse la responsabilidad de ayudar a otra familia. Así también las parroquias y las ciudades, que se asuman realmente la responsabilidad y ayuden concretamente. Os aseguro que yo y muchos otros rezamos por vosotros y este rezo no es sólo decir palabras, sino que abre el corazón a Dios y de este modo inspira creatividad para encontrar soluciones».

Un matrimonio de Estados Unidos, con seis hijos, subrayó la dificultad de conciliar las dos prioridades del trabajo y la familia:

«Quisiera invitar a los empleadores a pensar en la familia, a que contribuyan para que las dos prioridades se puedan conciliar. Está también el domingo, la fiesta: ¡espero que el domingo se guarde también en Estados Unidos! Me parece muy importante, el domingo es el día del Señor y por ello es también ‘día del hombre’, para que seamos libres. En esta libertad de los unos para los otros, para sí mismos, se es libres para Dios ¡Pienso que, defendiendo el domingo, defendemos la libertad del hombres!».

Una pareja brasileña habló del drama que sufren tantos divorciados católicos que se han vuelto a casar:

«En realidad, este problema de los divorciados que se han vuelto a casar es uno de los grandes sufrimientos de la Iglesia de hoy. Y no tenemos recetas simples. El sufrimiento es grande y sólo podemos exhortar a las parroquias y a todos a ayudar a estas personas. Además, debemos que decir que la Iglesia las ama y deben ver y percibir este amor. Me parece una gran tarea para una parroquia, para una comunidad católica, el que haga verdaderamente lo posible para que estas personas se sientan amadas, aceptadas, que no están ‘apartadas’ aunque no puedan recibir la absolución y la Eucaristía, tienen que ver que, también así, viven plenamente en la Iglesia».

Luego el Papa volvió a saludar con cariño y cercanía a los afectados por el terremoto en Emilia y abrazó a un matrimonio de la localidad de Cento:

«Queridos amigos, sabéis que sentimos profundamente vuestro dolor, vuestro sufrimiento y que rezo cada día para que termine al fin este terremoto. Todos queremos colaborar para ayudaros: estad seguros de que no os olvidamos, que hacemos cada uno lo posible para ayudaros – Caritas, las organizaciones de la Iglesia, el estado, las comunidades – cada uno quiere ayudaros, tanto espiritualmente con la oración, con la cercanía de nuestro corazón, como materialmente. Rezo constantemente por vosotros. ¡Que Dios os ayude a todos! Os deseo lo mejor y ¡que el Señor os bendiga!»

La fuerza que transforma el mundo

«Vuestra vocación no es fácil de vivir, especialmente hoy, pero la fuerza del amor es la única que puede de verdad transformar el mundo». A la gran asamblea de familias reunida el domingo 3 de junio por la mañana en el parque de Bresso, el Papa dejó un mensaje que conjuga realismo y confianza. Para el acto conclusivo del séptimo Encuentro mundial, en la archidiócesis de Milán, eligió palabras alentadoras y tonos de esperanza. Sin ocultarse las dificultades como las de las parejas marcadas «por experiencias dolorosas de fracaso y separación», a las que aseguró el apoyo y la cercanía de la Iglesia, pero reafirmando la vocación especial e insustituible de la familia, «primera escuela de las virtudes sociales» y recurso valioso «para construir sociedades de rostro humano ».

A los esposos, en particular, el Pontífice dejó una especie de decálogo de la vida familiar en el que señaló «los caminos para crecer en el amor»: mantener una constante relación con Dios y participar en la vida eclesial, cultivar el diálogo, respetar el punto de vista del otro, estar dispuestos al servicio, ser pacientes con los defectos ajenos, saber perdonar y pedir perdón, superar con inteligencia y humildad los eventuales conflictos, concordar las orientaciones educativas, estar abiertos a las demás familias, atentos a los pobres, responsables en la sociedad. «Son elementos que construyen la familia» afirmó invitando a los esposos a vivirlos «con valentía», con la certeza de que «con el apoyo de la gracia divina, seréis un Evangelio vivo, una verdadera Iglesia doméstica».

Benedicto XVI volvió a dirigirse también a los políticos y a los administradores para pedirles que no dejen solas a las familias –se refería sobre todo a las afectadas por la crisis y por el drama del terremoto- y promover intervenciones que favorezcan la conciliación entre «los tiempos del trabajo y las exigencias de la familia, la profesión y la paternidad y la maternidad, el trabajo y la fiesta». De hecho, no es «la lógica unilateral de lo útil y del máximo provecho la que puede concurrir al bien de las familias y a edificar una sociedad justa» advirtió en conclusión, dando cita a los presentes para el año 2015 en la ciudad estadounidense de Filadelfia, donde se tendrá el próximo Encuentro mundial.

Written by Rafael De la Piedra