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¿De qué nos escandalizamos? La muerte forzada del hijo de Feng

Por: Rossana Echeandía
Periodista

Hace un par de semanas el mundo sufrió una conmoción ante la imagen de una joven mujer china y el cuerpo de su bebe de siete meses de gestación, uno junto al otro, tendidos en una cama. A ella la habían forzado a abortar y estaba en shock. El bebe, obviamente, yacía muerto.

Aunque ese pequeño no había hecho nada que mereciera tal condena, seis mil trescientos dólares y una política de Estado fueron su sentencia de muerte. Estaba destinado a ser el hijo de Feng Jianmei y de Deng Jiyuan, pero era el segundo niño de esa familia y en China, su patria, solo se permite uno. Quien se atreva a tener un segundo hijo debe pagar una multa. Feng y Deng no pudieron reunir el dinero suficiente.

Autoridades de su localidad sacaron a Feng de la casa de su madre, la forzaron a firmar un documento que ni siquiera pudo leer y a estampar en él su huella digital; luego, le inyectaron una sustancia letal para su bebe.

La historia, que había ocurrido en los primeros días de junio, se conoció porque las fotografías de Feng y su bebe fueron colgadas en Internet. Ante nuestros ojos, el escándalo adquirió nombre y rostro.

¿Pero qué fue lo que nos escandalizó? ¿Que hubieran forzado a Feng a abortar o el aborto en sí? Si lo analizamos veremos que, en cualquiera de los casos, el resultado hubiera sido el mismo: Feng y su hijo muerto tendidos en una cama. Es verdad que el hecho de que la hayan forzado hace que la historia sea aún más horrible; pero para el bebe, es igual. En ambas situaciones, él es obligado a salir o, mejor dicho, es expulsado del lugar que aún le corresponde. No le hace ninguna diferencia si su madre fue forzada a expulsarlo o si lo hizo ‘voluntariamente’; para él, el resultado siempre es el mismo: una muerte forzada.

En la foto de Feng y su hijo se hace evidente la crudeza de un acto que nunca es justo y que siempre es violento. Y que es así no solo para el bebe que pierde la vida en el proceso, sino también para la mujer que, de manera voluntaria o involuntaria, se somete al aborto y luego, inevitablemente, sufre las consecuencias en su cuerpo y en su mente.

Los organismos defensores de los derechos humanos no se han pronunciado por este caso.

Una política de Estado como la que rige en China es la condena a muerte de muchos inocentes, tal como cualquier promoción del aborto es una condena a muerte de otros muchos inocentes, precisamente de los más indefensos que el Estado y la sociedad deben proteger con más ahínco y convicción.

Al mirar la foto de Feng y su bebe, me preguntaba en qué podía diferenciarse esta imagen de la de cualquier otra mujer que yace en una cama porque, probablemente de manera ‘voluntaria’, ha optado por abortar. Seguramente no se diferenciará en nada y se verá como Feng tras esta terrible invasión. Es más, el resultado siempre será el mismo: un bebe muerto y una mujer que ha perdido a su bebe, dos víctimas.

Los primeros, de sus madres; las segundas, de los promotores de una enorme industria transnacional que, vendiendo una supuesta libertad, solo entrega miseria, para hacer muy ricos a unos cuantos. Insaciables, estos quieren lucrar en todo el mundo. Ojalá que ningún resquicio se les abra en el Perú; son tan hábiles que un resquicio les basta.

Written by Rafael De la Piedra