El milagro de Santa Bonifacia ocurrió en el Congo
Fue una curación repentina, científicamente inexplicable y duradera de un padre de familia moribundo
Kasongo Bavon, un comerciante congoleño de 33 años, llevaba tres días muriéndose a chorros en el modesto hospital de las Siervas de San José en Kayeye, Katanga, a consecuencia de una peritonitis con fístula abierta. Incluso en esos momentos de tremendo sufrimiento, cuando la situación era ya irremediable, Kasongo quería vivir para no dejar huérfana a su hija de tres años.
Las Siervas de San José y el médico de cabecera, Muyumba Mukana Patrick, habían comenzado a pedir un milagro a la entonces beata Bonifacia Rodríguez de Castro. El padre y el cuñado de Kasongo, aun siendo protestantes, se sumaron a la plegaria a Bonifacia, lo mismo que el moribundo y su esposa. Era el 9 de junio del 2003.
Al día siguiente, inesperadamente, Kasongo se levantó y comenzó a buscar ansiosamente a sor Sacramento Villalón porque sentía un hambre tremenda. Era claramente un milagro, con las características de repentino e inexplicable que la Iglesia exige para su reconocimiento junto con una tercera: que sea duradero, como lo ha sido. Todo el expediente médico, perfectamente documentado, pasó al Arzobispado de Lubumbashi, que lo traslada al Vaticano, donde la Comisión Médica certifica unánimemente la curación como repentina, científicamente inexplicable y duradera. En marzo de 2010, Benedicto XVI la declaraba oficialmente como milagro, abriendo el paso a la canonización de Bonifacia Rodríguez de Castro, celebrada por el Papa el 23 de octubre del 2011 en Roma.
