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Muerte, tiempo y amor Collateral Full view

Muerte, tiempo y amor

Belleza Inesperada
Atención: spoilers.

Por: Rafael de la Piedra

Con un excepcional reparto y un guion inteligente; Collateral Beauty – Belleza Inesperada – (2016, dirigida por David Frankel y escrita por Allan Loeb) nos da una hermosa lección de vida acerca de cómo enfrentar el dolor. De manera abrupta la vida de un exitoso y muy talentoso publicista (Howard: Will Smith) cambia radicalmente ante la muerte de su joven hija. Y entonces se desconecta del mundo. Nada le interesa aislándose autísticamente en una burbuja donde nadie puede entrar y donde él no quiere salir. Su único contacto con la realidad son unas cartas que regularmente escribe y que deja en el buzón cerca de su casa. Estas cartas las dirige a los tres estados de la vida que él tenía como pilares en su trabajo: la muerte, el tiempo y el amor.

Entonces sus tres amigos y socios de la empresa donde trabaja, temiendo por su salud mental, deciden contratar a tres actores para responder a sus cartas. ¿De qué manera? Pues cada actor representará a cada uno al cual fue dirigido una carta: la muerte, el tiempo y el amor. Cada amigo tendrá como misión tutelar a cada uno de los actores para que puedan entrar en contacto con Howard pero fingiendo que nadie más los pueden ver. Pero sucede algo curioso: cada uno de los amigos va teniendo una relación especial y personal con la muerte, el tiempo y el amor.

La muerte (Hellen Mirren) es la primera persona que irrumpe en la vida de Howard. Su dolor ha sido grande y éste lo ha separado del mundo porque su motivación principal para vivir ha terminado con apenas seis años de edad. Nunca logra recuperarse del duelo que tiene que vivir. La manera de lidiar con esta inesperada situación es aislarse separándose de su esposa, de su trabajo y del mundo que lo rodea. Es que “el máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el tormento por la desaparición perpetua”1 . La muerte prematura y dolorosa de su hija lo enfrenta a la única realidad que no tiene vuelta atrás. Y ante la infranqueable puerta de la muerte lo único que le queda como remedio es alimentarse e intoxicarse a sí mismo cayendo en un estado de depresión crónica.

Entonces aparece el tiempo (Jacob Latinmore): el mayor tirano de todos. Es interesante que en la película el tiempo es escenificado por un joven extremamente iracundo. Y es que con el tiempo sucede algo curioso: no lo podemos dominar y mucho menos detener. El tiempo es inexorable y solamente somos amos y señores del instante que vivimos. Es la paradoja del ser humano: se siente eterno en la cotidianidad de su existencia. Entonces descubrimos que es corto nuestro tiempo para amar, para dar, para perdonar, para vivir. Escribía Jorge Manrique: “No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera”2 . Ante su inmenso e incomprensible dolor, Howard reclama, se enoja y no acepta lo sucedido. Por eso para él, el tiempo pierde su sentido y con él, también la vida.

Finalmente, se encuentra con el amor (Keira Knightley) que se presenta de manera inesperada e insospechada. Pero cuando no hay ganas ni sentido para vivir: el amor no puede penetrar. En sus encuentros con estos personajes el que peor sale parado es el amor, que es representado por una joven actriz que es la única que no está de acuerdo en realizar esta escenificación. Y es que el amor es el distintivo de la persona humana. Es lo único que le da sentido a la muerte y al tiempo. Juan Pablo II decía que “el amor es la explicación de todo” 3.

Las respuestas a los interrogantes de Howard acerca del dolor y de la vida llegarán gracias a la relación con la persona que dirige un grupo de duelo que resultará ser su esposa Madeline (Naomie Harris) en uno de los mejores giros de la película. Sin embargo, no son las únicas respuestas que ofrece la película, ya que sus tres amigos viven también sus propios procesos de dolor en relación a cada uno de los aspectos fundamentales de la vida. La muerte hace que Simon (Michael Peña) enfrente y acepte su enfermedad. Él está con un cáncer terminal que lo va carcomiendo en soledad ya que no ha sido capaz de compartirlo con su familia. Al hacerlo – siguiendo el consejo de la muerte – encontrará cariño y aceptación. Entonces descubre la belleza y el valor de lo que posee. El tiempo ayuda a que Claire (Kate Winsley) se abra a la posibilidad de ser madre y de valorar cada instante como único e irrepetible. Borrando sus frustraciones y aceptando con alegría sus limitaciones. Finalmente, el amor cambiará el endurecido corazón de Whit (Edward Norton) y podrá rehacer la relación con su hija ya que solamente “el que ama, construye” (1Cor 8,1). El amor, el tiempo y la muerte; nos enseñarán no solamente a entender el dolor sino a gozar la vida.

1. Gaudium et Spes, 18.
2. Jorge Manrique. Coplas a la muerte de su padre, II.
3. San Juan Pablo II, Alocución 13 abril 1980.

Written by Rafael De la Piedra

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