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Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios

Domingo 19 junio 2011
El Evangelio de Hoy
Jn 3,16-18

Mons. Felipe Bacarreza Rodríguez, Obispo de Santa María de Los Ángeles

«Tanto amó Dios al mundo que dio al Hijo Único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna». Estas palabras son el punto culminante de la conversación que tuvo Jesús con un fariseo llamado Nicodemo, magistrado judío a quien el mismo Jesús definió como «maestro en Israel». ¿Qué entendió Nicodemo cuando escuchó esas palabras? Nicodemo se había formado un concepto elevado sobre Jesús, disociandose en esto de los otros fariseos. Por eso viene a verlo de noche y comienza la entrevista con estas palabras: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él» (Jn 3,2).

En esta conversación Jesús habla de sí mismo en tercera persona asumiendo el título de «Hijo del hombre». En efecto, en las frases anteriores a esa culminante Jesús dice a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre» (Jn 3,13-15). «Hijo del hombre» es una expresión idiomática judía que significa hombre; pero es propia de Jesús, pues solamente él la usa. Pablo, por ejemplo, cuando habla de sí mismo en tercera persona, dice: «Sé de un hombre en Cristo, el cual… fue arrebatado hasta el tercer cielo» (2Cor 12,2). ¿Por qué usa Jesús la expresión «Hijo del hombre» para hablar de sí mismo?

Porque él habla desde un punto de vista distinto de todos los demás hombres. En todos los demás no es necesario acentuar la naturaleza humana, pues es evidente, en cuanto es proporcional a su persona humana. En el caso de Jesús, en cambio, es necesario marcar la diferencia y, por medio de ese título, acentuar su condición de hombre, porque su Persona es divina y la naturaleza humana es asumida por su Persona. Lo dice admirablemente el himno cristológico que cita San Pablo: «Siendo de condición divina… asumió la condición de esclavo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como un hombre» (Fil 2,6.7).

Nicodemo entiende que Jesús está hablando de sí mismo con la expresión «Hijo del hombre» y cree que él ha bajado del cielo. Hemos visto que comienza la conversación reconociendo eso. Pero ahora Jesús habla de sí mismo con una expresión que no significa hombre, sino Dios: «Tanto amó Dios al mundo que le dio al Hijo Único». Y afirma que la fe en ese Hijo Único es necesaria para tener vida eterna, es decir, la misma vida de Dios. Jesús está revelando a Nicodemo algo absolutamente nuevo: que Dios tiene un Hijo Único, que ese Hijo Único de Dios ha venido al mundo asumiendo la forma de Hijo del hombre y que ese Hijo del hombre es el que está allí hablando con él.

Written by Rafael De la Piedra

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