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Yo aborté: «Cuando me acuerdo de la sensación del aspirador me pongo a llorar…» YO ABORTE Full view

Yo aborté: «Cuando me acuerdo de la sensación del aspirador me pongo a llorar…»

Rosa fue presa del pánico cuando, a los 31 años, descubrió que se había quedado embarazada de su novio. Si lo decía en la empresa le echarían y no podía perder su trabajo. En una semana se hizo el aborto y comenzó a sentir una tristeza y ansiedad progresiva. El mundo laboral puede negarle a una mujer lo que más la dignifica: su maternidad y su derecho a una familia en libertad.

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Quedarme embarazada no entraba ni en mis planes, ni mucho menos en los de mi novio. Trabajaba en una empresa de ocupación temporal; llevábamos los dos un tiempo con dificultades económicas y creíamos que no podíamos hacernos cargo de un niño. Sobre todo, mi presión fue laboral, me enteré de que si decía que estaba embarazada me echaban del trabajo inmediatamente.

Mi historia es muy breve: supe que estaba embarazada por un análisis de orina de la farmacia, y en apenas una semana ya había abortado. ¿Cómo pude hacer todo esto tan rápido? Cada vez que lo pienso: una decisión tan grave, traumática y mala para mí, la realicé en menos de una semana…

En enero de 2004 decidí poner fin a mi embarazo en la Clínica Buenavista de Oviedo. Una prima me había dicho que era mucho más fácil hacerlo allí que en otros sitios. Pedí la cita por teléfono y me explicaron que el aborto me costaría 380 euros. Si además me hacía un análisis de sangre, 60 euros, que incluía vacuna si era del grupo Rh negativo. Cuando llegué a la clínica en Oviedo esa mañana de sábado había muchas más mujeres esperando. Parecía un establo de ganadería vacuna. Todas iban pasando, poco a poco, a ver al médico. Pagamos por adelantado y sin factura. Estando allí en la sala de espera me sentía fatal, pero no tenía tiempo para meditar y tampoco me lo dieron los del centro abortista. Supongo que si lo hubiera pensado fríamente un segundo más, me habría ido corriendo de allí.

Cuando me tocó a mí el turno, el ginecólogo sólo me dijo que era una gestación de seis semanas. No hizo ninguna referencia a las palabras hijo, bebé o feto. Me puso una inyección para que no me marease y me dio una pastilla para tranquilizarme. La psiquiatra que me atendió seguidamente al ginecólogo me aseguró que mi caso entraba dentro de los tres supuestos legales y que tenía que firmar el consentimiento que informaba de lo que podía pasarme. Cuando leí el papel, me mostraba lo siguiente: «posibilidad de muerte, riesgo de aborto incompleto y perforaciones uterinas». Me sorprendí y le pregunté si podía pasarme algo de esto en verdad. Ella me dijo que no era nada frecuente, que no había ningún riesgo, pero que estaban obligados a hacerlo constar en el consentimiento. La pastilla tranquilizante ya me estaba haciendo efecto y ni siquiera pude responderle cuando me preguntó por mis antecedentes psiquiátricos.

Se supone que lo que firmé era el contrato administrativo con dos papeles; firmé la autorización y no me dieron copia. Esto me sorprendió porque yo quería quedarme con una garantía de lo que me habían hecho y qué me podía pasar por escrito.

Acto seguido vino la intervención. Todo fue muy rápido y frío. Tremendamente desagradable; cuando me acuerdo de la sensación del aspirador, me pongo a llorar… Es indignante que permitan hacer estas cosas a los médicos. Y con casi ninguna información de en qué consistía el procedimiento. ¿Cómo puede hacer un médico una cosa tan horrible? Si están para cuidar de nuestra salud y la de nuestros hijos…

Enseguida comencé a sentirme mal física y psicológicamente. Esa misma noche lloraba de tristeza y arrepentimiento. Y seguí así unos días. Me preguntaba a mí misma y me pregunto todavía ahora: ¿por qué me dejaron hacer esto?, ¿por qué todo tan rápido?, ¿por qué es tan fácil abortar?, ¿por qué nadie me dijo nada de lo que me podía pasar después?

Pocos días después, llamé a la Asociación de Víctimas del Aborto. La conocí por un correo electrónico de una amiga y visité la página web. Hablé con una doctora muy amable por teléfono. Le comenté que me encontraba muy mal y que quería revisarme porque tenía hemorragias. En la clínica me habían dicho que si tenía hemorragias fuera a un centro abortista a que me vieran, pero en la asociación no me lo recomendaron, porque en esa clínica también se practicaban abortos y si en Buenavista me habían hecho algo mal, no lo iban a reconocer. Me facilitaron ellos ya por teléfono ese día, en media hora, ginecólogos que me revisaran urgentemente.

Siento no haber tenido una mano en mi hombro que me hubiera dicho que no tuviera miedo

Dos días después acudí a ver en persona a los profesionales de la Asociación. Allí me ayudó una doctora y una psicóloga. Me reconfortó muchísimo estar con ellas. Lloré durante un buen rato y me sentí consolada. Yo no quería matar a mi hijo: nadie me explicó qué era lo que iba a hacer ni me dijo que me lo pensara dos veces. Nadie buscó mi bien, ni mi salud. Le pregunté a la médico en qué consistió la intervención que me habían hecho, porque no sabía cómo fue el aborto, sólo noté que me metían un instrumento frío en el útero y mucho dolor. Me explicó con un atlas de anatomía qué me habían hecho en el útero con el aspirador y el porqué de mis hemorragias ahora. Me aclaró las secuelas que podía dejar dicha intervención sobre la superficie del útero, con posibilidad de abortos de repetición espontáneos después, o placenta previa. No me contaron en Buenavista nada de esto, y tenía derecho a recibir esta información antes de abortar.

En esa cita en la Asociación también estuvo mi novio. Estaba muy serio, incluso asustado de la situación y de verme sufrir tanto. Sé que lo intentaremos superar juntos, aunque justo después del aborto he tenido una fuerte reacción de rechazo hacia él por haberme permitido abortar. Por no haberme convencido para que siguiera con el embarazo. Tampoco era un problema tan grave… si no hubiera visto que me iban a despedir. Me parece una injusticia tremenda que por estar embarazada te echen del trabajo. ¿Esto no es inconstitucional?

Como ya he dicho, en la Asociación de Víctimas del Aborto me consiguieron varios ginecólogos, incluso gratuitos. Pude hacerme una ecografía y revisar mi estado de salud con un médico que me comprendió y me trató con cariño. Ahora necesito aceptar y superar lo que he hecho y estoy muy agradecida por la ayuda que me han ofrecido. Si alguien me pregunta, sin dudarlo le diré: no abortes, todo menos abortar. No es cuestión de fe o de credo, es un asunto de padres: el aborto nos hiere en lo más profundo de nuestro ser, va en contra radicalmente de lo que somos y podemos hacer. No es justo que el Estado permita semejante brutalidad de intervención en la que los padres matamos a nuestro hijo. Tarde o temprano todo el mundo se da cuenta del error del aborto. Yo tuve la suerte de reaccionar inmediatamente ante lo que había hecho

Written by Rafael De la Piedra