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Benedicto XVI: la falsedad es el mal del mundo

Durante el Ángelus desde la residencia veraniega de Castel Gandolfo, el Pontífice comentó el pasaje del Evangelio que habla sobre la figura de Judas y su traición hacia Jesús

La fe precede al conocimiento de Dios. Lo indicó Benedicto XVI durante la catequesis antes del Ángelus, en la que recordó las palabras que dirigió San Pedro a Jesús como respuesta a la pregunta: «¿También ustedes quieren irse?» (Jn 6,67). Pedro respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios» (Jn 6,68-69).

La «falsedad» es la «marca del diablo», y esta fue la «culpa más grave» de Judas, explicó el Papa Ratzinger. Él, además, quería «vengarse» de Jesús, porque se sentía traicionado pues «quería un Mesías vencedor, que guiase una revuelta contra los Romanos. Pero Jesús había desilusionado estas expectativas».

Benedicto se inspiró en la liturgia que refiere que desde el momento que Jesús se proclamó Pan vivo bajado del cielo, muchos discípulos se volvieron atrás y no lo siguieron más. El Papa comentó que es una reacción que Jesús es conciente de haber provocado. Y afirmó que Judas se sintió traicionado por Jesús porque esperaba un Mesías vencedor, que guiara la revuelta contra los romanos. Se quedó porque era falso. La falsedad es la marca del diablo –dijo el Papa–.


CREER EN JESÚS PARA PODER CONOCERLO

Aquí todo el discurso del Santo padre  Benedicto XVI en el Ángelus

CASTEL GANDOLFO, domingo 26 agosto 2012 (ZENIT.org).- A las 12 horas de hoy Benedicto XVI se asomó al balcón del patio interno del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo y recitó el Ángelus junto a los fieles y a los peregrinos presentes. Ofrecemos las palabras que dijo al introducir la oración mariana.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
En el domingo pasado, hemos meditado el discurso sobre el «pan de vida» que Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaúm después de alimentar a miles de personas con cinco panes y dos peces. Hoy, el evangelio nos presenta la reacción de los discípulos a ese discurso, una reacción que fue el mismo Cristo, de manera consciente, quien lo provocó. En primer lugar, el evangelista Juan –que estaba presente junto con los demás apóstoles–, refiere que «desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él» (Jn 6,66). ¿Por qué? Debido a que no creyeron en las palabras de Jesús cuando dijo: Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que come mi carne y bebe mi sangre vivirá para siempre (cf. Jn 6,51.54); ciertamente que eran palabras difíciles de aceptar en ese momento. Esta revelación fue incomprensible para ellos, porque la entendían en sentido material, cuando en esas palabras se preanunciaba el misterio pascual de Jesús, mediante el cual Él se entregaría por la salvación del mundo: la nueva presencia en la Sagrada Eucaristía.

Al ver que muchos de sus discípulos se iban, Jesús le dijo a los Apóstoles: «¿También ustedes quieren marcharse?» (Jn. 6,67). Como en otros casos, es Pedro quien responde en nombre de los Doce: «Señor, ¿a quién vamos a ir? –También nosotros podemos reflexionar: ¿a quién iremos?– Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn. 6,68-69).

Sobre este pasaje tenemos un bellísimo comentario de san Agustín, que dice: «¿Ven cómo Pedro, por la gracia de Dios, por inspiración del Espíritu Santo, entendió? ¿Por qué sucedió? Debido a que ha creído. Tú tienes palabras de vida eterna. Tú, que nos das la vida eterna, ofreciéndonos tu cuerpo (resucitado) y tu sangre (a Tí mismo). Y nosotros hemos creído y conocido. Él no dice: hemos conocido y después creído, sino, hemos creído y después conocido.

Hemos creído para poder conocer; Si, en efecto, hubiéramos querido conocer antes de creer, no hubiéramos sido capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué cosa hemos creído y qué cosa hemos conocido? Que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, por tanto, tú eres la misma vida eterna, y en la carne y en la la sangre nos das de lo que tú mismo eres» (Comentario al Evangelio de Juan, 27, 9). Así lo dijo san Agustín en esta prédica a sus fieles.

Por último, Jesús sabía que incluso entre los doce apóstoles había uno que no creía: Judas. También Judas pudo haberse ido, como lo hicieron muchos discípulos; es más, tendría que haberse ido si hubiese sido honesto. En cambio, se quedó con Jesús. Permaneció no por fe, no por amor, sino con la secreta intención de vengarse del Maestro. ¿Por qué? Debido a que Judas se sintió traicionado por Jesús, y decidió que a su vez lo iba a traicionar. Judas era un zelote, y quería un Mesías triunfante, que guiase una revuelta contra los romanos. Jesús había decepcionado las expectativas. El problema es que Judas no se fue, y su fallo más grave fue la mentira, que es la marca del diablo. Por eso Jesús dijo a los Doce: «Uno de ustedes es un diablo» (Jn. 6,70).

Pidamos a la Virgen María, que nos ayude a creer en Jesús, como san Pedro, y a ser siempre honestos con Él y con todos.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

©Librería Editorial Vaticana

Written by Rafael De la Piedra