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Dar testimonio de nuestra esperanza

Tener esperanza en los momentos que vivimos no es fácil.  Tener la esperanza como guía en nuestro actuar no es fácil. Y es que la esperanza nunca ha sido fácil. Recuerdo  el hermoso pasaje que comparte el escritor Primo Levi cuando estaba en un campo de concentración y recibe un mendrugo de pan de un desconocido.  Desde ese momento comenzó a creer en la humanidad…es decir a tener fe y esperanza en ella. No nos dejemos abatir por las contradicciones, especialmente en los momentos que vivimos. La esperanza es esa luz en medio de las tinieblas que debe guiar nuestro vida cotidiana. Cecilia Bákula nos ofrece una aproximación a la realidad que estamos viviendo…desde la esperanza. De: Cecilia Bákula
En: https://elmontonero.pe/columnas/dar-testimonio-de-nuestra-esperanza

Para no caer en el totalitarismo, la violencia o la intolerancia.

Esta frase, tomada de la Carta del apóstol Pedro (1 Pedro: 3,15) tiene hoy gran vigencia y debe iluminar en mucho la angustia y preocupación que hoy vive el país en su totalidad. No tenemos, al momento de escribir estas líneas, la respuesta a esa situación ni conocemos el resultado de las elecciones; mucho menos las consecuencias de esa decisión popular que, sea la que fuere, ha de ser aceptada con hidalguía, responsabilidad y humildad.

Mucho se ha dicho y litros de tinta han llenado páginas de comentarios apocalípticos, aterradores y destinados a mostrar una realidad, sin duda con mucho de verdad, pero inmediatista y enmarcada esa visión, en el contexto de contienda, de enfrentamiento y de crisis. Nada de lo dicho es novedad. Ello no le quita ni gravedad ni disminuye una micra a la responsabilidad de por lo menos tres lustros de desgobierno, latrocinio, irresponsabilidad e incapacidad, además de años de debilidad y muy poco patriotismo, de ese que se cumple con sangre y cueste lo que cueste.

Hoy, debemos darnos cuenta de que no es el Perú el país que vive una confrontación; vivimos un cambio de era, un cambio de período en la historia. Como hace miles años, cuando el mundo occidental se enfrentó a la destrucción y quiebre del imperio romano que se creía inamovible, imperturbable y eterno, que cayó en Occidente y en Oriente; que fue derribado, entre otras circunstancias, por hordas de grupos humanos que obligaron al mundo de entonces a modificar su forma de vida. Fue necesaria la dolorosa experiencia de otros cientos de años para despertar al extraordinario mundo del Renacimiento.

Hoy nos vemos en el espejo de nosotros mismos, de nuestra circunstancia nacional, de nuestra particular vida. Comprobamos la crisis en muchos aspectos de la vida social y política; y comprendemos, casi sin saber cómo explicarlo, que es necesario un cambio. Y que, de una u otra manera, la sociedad contemporánea se enfrenta a los “dolores del parto” de una nueva realidad que no alcanzamos a atisbar.

La sociedad contemporánea se enfrenta a los “dolores del parto” de una nueva realidad que no alcanzamos a atisbar.

Hay muchos “síntomas” de ese cambio de era, solo debemos descubrirlos y valorar nuestra presencia en él. Y en una situación así, cabe preguntarse qué es lo que nos toca hacer, a cada uno como individuo y como integrante de una sociedad. Pues la respuesta es la de siempre: cumplir el deber. Y eso pasa por tener una conciencia permanente de ese deber y sentirnos obligados a contribuir, todos y cada uno, a que el mundo que nos toca vivir sea mejor.

Nuestra generación no verá la conclusión ni el resultado final de este proceso de cambio. Los procesos universales toman mucho tiempo; y tal como lo diría el historiador francés Fernand Braudel (1902-1985), la historia se desarrolla en ciclos particulares que, a su vez, integran otros mayores. El nuestro es un ciclo menor que se está gestando y que se da no de manera aislada sino, queramos o no, en el concierto de la historia del mundo.

Y mientras nos toca vivir este momento que nos tiene paralizados por el miedo, la angustia y la incertidumbre, debemos saber que hay mucho que podemos y debemos hacer. Y actuando en coherencia con la obligación de construir una sociedad más justa en todos los ámbitos, en donde los derechos sean realmente de todos, pero sin hacer del totalitarismo la violencia, la destrucción o la intolerancia una forma de actuar ni de vivir.

Por lo tanto, debemos comprender que vivimos en un momento de transformación que nos hace ver que nada, salvo Dios, es inmutable y eterno. Debemos seguir dando testimonio de la esperanza.

Cecilia Bákula.

Written by Rafael De la Piedra

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