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El Papa sobre la beatificación de Monseñor Romero: siguió «el ejemplo de Jesús» topic(3) Full view

El Papa sobre la beatificación de Monseñor Romero: siguió «el ejemplo de Jesús»

Pese al mal tiempo que precedió a la ceremonia, unas 300 mil personas concurrieron. El prefecto de la congregación para la Causa de los Santos dijo que el nuevo beato «no es símbolo de división, sino de fraternidad y concordia».   El pueblo salvadoreño, masivamente volcado en la Plaza del Salvador del Mundo, ovacionó y gritó vivas a Romero, una vez finalizada la lectura de la carta de Francisco, por Jesús Delgado, un obispo que fue secretario personal del ahora Beato.

La ceremonia oficial de beatificación del primer beato salvadoreño, que no tiene precedentes en esta nación centroamericana, estuvo a cargo del enviado especial del Papa Francisco, cardenal Angelo Amato, prefecto de la congregación para la Causa de los Santos del Vaticano. «Esta es una fiesta de gozo y de fraternidad para la Iglesia y para la nación salvadoreña», expresó Amato, quien agregó que «Romero no es símbolo de división, sino de fraternidad y de concordia». El Salvador estuvo representado en la especial misa por los presidentes de los órganos de Estado, encabezados por el presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén. 
SAN SALVADOR, 23 May. 15 / 05:02 pm (ACI).- “El Beato Romero es otra estrella luminosísima que se enciende en el firmamento espiritual americano”, aseguró esta mañana el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos, en la homilía de la Misa de beatificación del Arzobispo mártir de San Salvador, Mons. Óscar Romero, en San Salvador (El Salvador).

El Cardenal Amato, en medio de los aplausos de los cientos de miles de asistentes –que según fuentes oficiales superaron el medio millón-, aseguró que el Beato Romero “pertenece a la santidad de la Iglesia americana”. “Gracias a Dios son muchos los santos de este maravilloso continente”, dijo el Cardenal, recordando a Fray Junípero Serra –que será canonizado en septiembre por el Papa Francisco en Estados Unidos–, Santa Rosa de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano, San Juan Diego, Santa Kateri Tekakwitha, el Beato José Gabriel del Rosario Brochero, el Beato Miguel Pro, entre otros.

Minutos antes, el propio Prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos había leído la carta del Papa Francisco en latín, en la que autorizó que “se le llame Beato y se celebre su fiesta el día 24 de marzo, en que nació para el cielo”.

Mons. Óscar Arnulfo Romero Galdámez gobernó durante tres años la Arquidiócesis de San Salvador. Su preocupación por la profunda pobreza en el país llevó a que muchos lo consideraran marxista y cercano a la guerrilla que en esos años comenzaba a perpetrar atentados en el país. La guerra civil entre la guerrilla marxista y el gobierno dictatorial de derecha, que se extendería por doce años, se estaba gestando en 1980. El 24 de marzo de ese año, mientras celebraba Misa en la capilla del hospital La Divina Providencia, fue asesinado de un disparo. Hasta la fecha no se conoce la identidad del asesino, pero las investigaciones realizadas apuntan a un grupo de aniquilación vinculado al Ejército.

El 3 de febrero de 2015, el Papa Francisco aprobó el decreto que declaraba mártir a Mons. Romero, abriendo las puertas a su beatificación. En su homilía de hoy, el Cardenal Angelo Amato aseguró que Mons. Romero “era un sacerdote bueno, un obispo sabio, pero sobre todo era un hombre virtuoso, amaba a Jesús, lo adoraba en la Eucaristía, veneraba a la santísima Virgen María, amaba a la Iglesia, amaba al Papa, amaba a su pueblo”.

El Purpurado afirmó que “el martirio no fue la improvisación, sino que tuvo una larga preparación. Romero de hecho era, como Abraham, un hombre de fe profunda, de esperanza inquebrantable”. El Cardenal Amato recordó que cuando apenas era un joven seminarista en Roma, el Beato Romero “poco antes de la ordenación sacerdotal escribía en sus apuntes: este año haré mi gran entrega a Dios. Dios mío ayúdame, prepárame, Tú eres Todo, yo soy nada. Y sin embargo Tu amor quiere que yo sea mucho. Ánimo, con Tu todo y con mi nada haremos mucho”.

El Prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos señaló que “Mons. Romero habló de un don del Espíritu Santo que le concedió una especial fortaleza pastoral, casi en contraste con su temperamento prudente y comedido”. “Sus palabras no eran una provocación al odio ni a la venganza, sino una valiente exhortación de un padre a sus hijos divididos, que eran invitados al amor, al perdón, a la concordia”.

El Cardenal subrayó que “su opción por los pobres no era ideológica sino evangélica. Su caridad se extendía también a los perseguidores, a los que predicaba la conversión al bien y a los que aseguraba el perdón”. Destacó que Mons. Romero “estaba acostumbrado a ser misericordioso. La generosidad en el dar a quien pedía era magnánima, total, abundante, a quien pedía daba”.

El Purpurado subrayó que al nuevo Beato “la caridad pastoral le infundía una fortaleza extraordinaria”.

 

“Un día, a un sacerdote le contó que estaba continuamente amenazado de muerte y que en los diarios nacionales había críticas cotidianas contra él, pero, con una sonrisa, continuó: ‘esto no me desanima, al contrario, me siento más valiente. Porque son estos los riesgos del pastor, tengo que ir adelante, no guardo rencor a nadie’”. El Cardenal Amato afirmó que mientras los perseguidores de Mons. Romero “han desaparecido en la sombra del olvido y de la muerte, la memoria de Romero en cambio continúa viva y dando consuelo a todos los pobres y marginados de la tierra”.

Durante la ceremonia de beatificación se presentó como reliquia la camisa que usó Mons. Romero cuando fue asesinado. Asimismo, con motivo de la beatificación, el Papa Francisco envió una carta en la que destacó el testimonio cristiano de Mons. Oscar Romero.

A continuación la carta completa enviada a Mons. José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador y Presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador

“Querido Hermano:

La beatificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, que fue Pastor de esa querida Arquidiócesis, es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia. Monseñor Romero, que construyó la paz con la fuerza del amor, dio testimonio de la fe con su vida entregada hasta el extremo.

El Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre solícito con sus necesidades. Él ve la opresión, oye los gritos de dolor de sus hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una nueva tierra, fértil y espaciosa, que «mana leche y miel» (cf. Ex 3, 7-8). Igual que un día eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo, sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y prudencia su rebaño (cf. Jer 3, 15).

En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor.

En tiempos de difícil convivencia, Monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas.

En este día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos, damos gracias a Dios porque concedió al Obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obrar un ejercicio pleno de caridad cristiana.

La voz del nuevo Beato sigue resonando hoy para recordarnos que la Iglesia, con vocación de hermanos en torno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad.

Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a «la violencia de la espada, la del odio», y vivir «la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros». Él supo ver y experimentó en su propia carne «el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás». Y, con corazón de padre, se preocupó de «las mayorías pobres», pidiendo a los poderosos que convirtiesen «las armas en hoces para el trabajo».

Quienes tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno.

Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan. El Papa participa de sus esperanzas, se une a sus oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo.

Querido hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, a la vez que imparto la Bendición Apostólica a todos los que se unen de diversas maneras a la celebración del nuevo Beato.

Fraternamente,

FRANCISCO

Vaticano, 23 de mayo de 2015”.

Written by Rafael De la Piedra