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Etiopia, una sorprendente cristiandad en tierras africanas

Por Sandro magister

Una muestra en Venecia ilumina una Iglesia casi desconocida en el resto del mundo, aunque populosa y floreciente, de origines muy antiguos y con fuertes rasgos judíos. «Negra y bella» como la reina de Saba

ROMA, 18 de marzo del 2009 – A la víspera del viaje de Benedicto XVI a Camerún y Angola se ha abierto en Italia, por primera vez, una gran muestra sobre otra región del África cristiana, Etiopía, con íconos, códices adornados de miniaturas, cruces, esculturas, pinturas de sugerente belleza, hasta ahora nunca expuestos al público.

El título de la muestra es: «Nigra sum sed formosa», soy negra pero bella. Son las palabras del Cantar de los Cantares tradicionalmente referidas a la reina de Saba, arquetipo de Etiopía en el poema épico nacional, el «Kebra Negast», la gloria de los reyes.

En el poema, que en parte concuerda con el bíblico libro de los Reyes, la reina de Saba se traslado en visita a Jerusalén donde el Rey Salomón, y tuvo un hijo de él. Con ella el judaísmo echó raíces en Etiopía.

Pero también en la tradición y en el arte cristiano la reina de Saba tiene un puesto de relevancia. Se cuenta que durante su viaje a Jerusalén, sorprendida por una intuición profética, se arrodilló frente al leño del puente sobre el río Siloé, el leño destinado un día a ser la cruz de Jesús.

Aloja la muestra Venecia, la ciudad que sobre todo en el siglo XV tuvo relaciones con ese lejano reino de África.

Una nación y una cristiandad que todavía hoy son remotas. Desconocidos por la mayoría. Etiopía es uno de los poquísimos países en el mundo en el cual no ha puesto pie ni un Papa viajero como Juan Pablo II.

La muestra marca por lo tanto también la ruptura de un aislamiento. Es una mirada dirigida finalmente a esta sorprendente cristiandad en tierras africanas.

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Según los Hechos de los Apóstoles, capítulo 8, el primer pagano convertido a la fe cristiana fue un etíope judaizante, alto funcionario del reino, bautizado por el apóstol Felipe a lo largo del camino entre Jerusalén y Gaza.

En todo caso, Etiopía es cristiana ya a partir de la primera mitad del siglo IV. Su vínculo más estrecho es con Alejandría de Egipto, cuyo patriarca nombra al metropolitano de la capital del Reino. Las dos Iglesias, la Egipcia copta y la etíope, han permanecido desde entonces vinculadas también a la fe monofisista, que en Cristo reconoce solamente la naturaleza divina. Aceptan los tres primeros Concilios, el de Nicea, el de Constantinopla y el de Éfeso, pero no el de Calcedonia del 451, que fijó la doctrina de las dos naturalezas de Cristo, la divina y la humana. Por esto a las Iglesias copta y etíope también se les define «precalcedonianas».

La expansión del Islam contribuyó al aislamiento de la Etiopía cristiana, que rodeó el reino y trató varias veces de someterlo, siendo rechazado siempre por una tenaz resistencia.

El mayor peligro ocurrió en el siglo XVI. Etiopía pidió ayuda a Portugal, que envió una armada y derrotó a los musulmanes. En esa época se trató también de traer de vuelta a la Iglesia ortodoxa de Etiopía a la unidad con la Iglesia de Roma. San Ignacio de Loyola se esforzó en ello personalmente. Misioneros jesuitas fueron enviados en dos oleadas. Al inicio del siglo XVII unos reyes abrazaron el catolicismo. Pero inmediatamente después el intento de unión naufragó.

En el siglo XX – después del sanguinario paréntesis de la guerra colonial italiana – se esforzó en revitalizar la Iglesia etíope el emperador de entonces, Haile Selassié. Hasta entonces el único obispo de esta Iglesia era nombrado y enviado por el patriarcado copto de Alejandría de Egipto. Haile Selassié obtuvo antes una jerarquía eclesiástica autóctona y luego, en 1959, la autonomía en el nombramiento del metropolitano, elevado a la dignidad de patriarca.

En 1974 tomó el poder el régimen marxista-leninista del coronel Menghistu. El patriarca Teofilos fue arrestado y luego estrangulado en la cárcel. El sucesor Paulos fue también encarcelado y torturado, por siete años, y luego mandado al exilio a los Estados Unidos. Regresó a la patria en 1992, luego de la caída del régimen de Menghistu, y hasta ahora está a cargo. En 1993 se reunió en el Vaticano con el Papa Juan Pablo II, que le ofreció una iglesia, en Roma, donde celebrar las liturgias para los emigrantes de rito etíope.

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En una entrevista concedida a la publicación mensual italiana «Jesús» de enero de este año, el patriarca Paulos describió así la Iglesia de Etiopía:

«En el momento tenemos más de 50 mil iglesias en todo el país. Nuestros jóvenes van regularmente a misa, con presencias del 70 por ciento; en todo, por lo tanto, considerada la constancia con la que los sectores adultos y ancianos van a la liturgia, bordeamos el 80 por ciento del pueblo en misa cada domingo. Pero hay otro aspecto que quisiera subrayar que es la vida monástica: siempre más jóvenes piden ser monjes. Tenemos 1200 monasterios en todo el país y cerca de 50 mil monjes y monjas. En conjunto, podemos decir que tenemos 45 millones de fieles si se calculan los muchísimos cristianos etíopes que viven en el extranjero, a los cuales hemos destinado 17 arzobispos. Dentro del país, en cambio, los obispos son 45. En resumen, estamos muy orgullosos de nuestra historia y de nuestra presencia».

A esto se puede agregar que el clero, muy numeroso, es en su mayoría casado, pero sólo antes de recibir el orden, mientras que los obispos son escogidos entre los monjes, célibes. En el campo los sacerdotes hacen vida de campesinos, muy estimados por la población. En los monasterios, grupos de cabañas donde se lleva una vida austera y penitencial, se retiran también muchos viudos y viudas. La formación del clero es mayormente limitada solamente a las artes litúrgicas. El idioma de los textos y de los ritos sagrados es el ge’ez antiguo, pero hoy se usa también el amhari, propio de una etnia del altiplano al norte del Nilo Azul, cuna de la civilización etíope.

Las iglesias tienen una estructura particular. El altar está dentro de un espacio cerrado, llamado «el santo de los santos», en el cual sólo los sacerdotes (y en el pasado el rey) pueden entrar. Alrededor hay un área circular para los diáconos y cantores, que pertenecen a una confraternidad laica. Y luego está el espacio para los simples fieles, muchos de los cuales siguen el rito fuera de la iglesia no sólo porque se llena sino también por ser catecúmenos o penitentes.

Los cristianos etíopes llevan siempre al cuello una cuerda delgada llamada «mateb», que reciben con el bautismo. Son circuncisos ocho días después del nacimiento y presentados al templo cuarenta días después, como ocurrió con Jesús. Entran a la iglesia descalzos, como ordenó Dios a Moisés frente a la zarza ardiente. No comen alimentos impuros, como por ejemplo carne de cerdo, como está prescrito por el Levítico. Aseguran que custodian el Arca de la Alianza y las Tablas de la Ley confiadas a ellos por el rey Salomón. Conservan, en resumen, rasgos judaizantes.

La limosna y la ayuda a los pobres son ampliamente practicadas. Así como el ayuno de la carne y de los lácteos, observado cerca de ciento ochenta días al año. Son frecuentes las peregrinaciones a santuarios, especialmente a Axum, la capital histórica y religiosa, y a Lalibelà, con sus diez iglesias del
siglo XII excavadas en roca, que reproducen simbólicamente la topografía de Jerusalén.

El calendario es de doce meses de treinta días cada uno, más un decimotercer mes hecho de cinco días o, cada cuatro años, de seis. El año bisiesto es llamado año de Lucas, mientras que los otros tres años toman los nombres de los otros tres evangelistas, en el orden siguiente: Juan, Mateo y Marcos. La vida está fuertemente marcada por los tiempos litúrgicos. La Navidad corresponde a nuestro 7 de enero. La Cuaresma es de siete semanas y cada domingo toma el nombre del respectivo pasaje del Evangelio: del Sábado, del Templo, del Paralítico, del Monte de los Olivos, del Buen Siervo, de Nicodemo.

El arte sacra etíope tiene también características originales. Para saborear la extraordinaria belleza no hay más que ir Venecia, a la magnífica muestra «Nigra sum sed formosa».

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La muestra es curada por Giuseppe Barbieri, Gianfranco Fiaccadori y Mario Di Salvo. Y es promovida por la Universidad Ca’ Foscari de Venecia, por el Banco Popular FriulAdria – Crédit Agricole y por la Región del Veneto.??

Ha sido presentada al público de Roma, en los Museos Vaticanos, el pasado 4 de marzo.

Está abierta hasta el 10 de mayo del 2009, todos los días de la semana excepto el martes, de las 10 a las 18hrs, en la sede de las exposiciones de la Universidad Ca’ Foscari, en Venecia, en el Canal Grande:

www.nigrasum.org

Para información y reservaciones: +39 041 2346947??La foto reproducida en esta página es de Sean Sprague / CNEWA.

Written by Rafael De la Piedra