LOGO

¿Tiene sentido tener fe hoy en día?
¿Dónde encontrar las respuestas a nuestras inquietudes más profundas?
¿Cuáles son las razones para creer?

«Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros»

Domingo de la Semana 26ª del Tiempo Ordinario.  Ciclo B – 26 de septiembre de 2021

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 9, 38- 43.45.47- 48

Los textos de este Domingo tienen como telón de fondo la necesidad de tener un recto discernimiento[1] cristiano. El intento de querer monopolizar el uso carismático del nombre de Jesús por parte de sus discípulos (San Marcos 9, 38- 43.45.47- 48), o el espíritu de profecía por parte de Josué (Nm 11, 25 -29), tiene su respuesta en las palabras de Jesús: «El que no está contra nosotros, está a nuestro favor», y en las de Moisés: «¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta!». El Apóstol Santiago (Santiago 5, 1-6) se dirige, ya en el final de su carta, a los miembros ricos de la comunidad para recriminar su conducta en relación al justo, al que han condenado y matado; y así hacerles reflexionar sobre el día del juicio final.

¡Quién me diera que todo el pueblo de Yahveh profetizara!

La Primera Lectura hace parte de los lamentos de Moisés ante las constantes quejas del pueblo, que siente nostalgia por la abundancia de alimentos que tenían en Egipto. Moisés, que se siente abrumado con tantos problemas, clama a Dios: «No puedo cargar yo sólo con este pueblo: es demasiado pesado para mí» (Nm 11,14). Dios responde a Moisés diciendo que tomaría su Espíritu para ponerlo sobre setenta ancianos a fin de que lleven juntos la carga del pueblo. Moisés nos dice cómo «el pueblo viene a mí para consultar a Dios. Cuando tienen alguna querella vienen a mí y yo me pronuncio entre ellos, haciéndoles saber los mandatos de Dios y sus leyes » (Ex 18,15s). Esto mismo es lo que aquellos ancianos van a realizar movidos por el Espíritu que Dios les otorgará, y que en la Biblia se denominará «profetizar». Da ahí comenzaron su actividad ayudando a Moisés en el gobierno del pueblo. La institución de «los setenta ancianos» se mantuvo hasta los tiempos de Jesús aunque en forma modificada. En tiempos de Jesús, el Sanhedrín o Gran Concilio se componía de los «jefes principales, los escribas y los ancianos» y tiene su origen en la elección de Moisés.

En nuestro pasaje dominical vemos como el incidente de Eldad y Medad sirve para introducir en la historia a un muchacho llamado Josué, que va a ser el sucesor de Moisés, y también para sentar la tesis, que viene a ser como la culminación de todo el pasaje: «¡Ojalá que todo el pueblo profetizara y el Señor infundiera en todos su espíritu!» (Nm 11,29). Joel se hará portavoz de estos mismos deseos (Jl 3,1-2), y Pedro los verá cumplidos el día de Pentecostés (Hch 2,16-18). Josué quisiera monopolizar el espíritu solamente en Moisés (Nm 11,28). Lo mismo vemos que hará Juan en el Evangelio (Mc 9,38-40). Pero éste no es el parecer de Moisés (Nm 11,29), ni el de San Pablo (1 Tes 5,19-20), ni tampoco el de Jesús (Mc 9,38-40) ya que «el viento sopla donde quiere» (Jn 3,8).

«¡Vosotros, ricos, llorad y dad alaridos!»

La carta de Santiago concluye con dos series de exhortaciones. Esta primera se centra en algunos aspectos negativos que ya han merecido anteriormente la atención del autor sagrado; destaca en especial la denuncia de la situación injusta creada por los ricos que explotan a sus hermanos los pobres. La dimensión social del mensaje de Santiago es evidente y realmente cuestionadora. Es posible y probable que en estos pasajes de la carta reflejen la situación concreta de la comunidad de Jerusalén, en la que abundaban los necesitados. Pero en la comunidad hay también ricos que no parecen prestar demasiada atención a los pobres, y por ello son denunciados con palabras que recuerdan el tono condenatorio de los antiguos profetas y del mismo Jesús (ver Lc 6,24-26). Sin duda el pasaje debe de ser entendido en una dimensión escatológica; las calamidades que aguardan a los ricos se sitúan en la perspectiva del Juicio Final (ver Mt 6, 19; Is 5,8-10; Am 2,6-7). Vemos cómo, en una visión profética, se contempla el final negativo de las riquezas acumuladas a costa de «condenar y matar al justo». Entonces serán el oro y la plata los que gritarán contra los ricos (St 5,3) ya que «cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo» (Mt 25,45).

«El que no está contra vosotros, está por vosotros»

El Evangelio comienza abruptamente sin introducción, ni presentaciones y habla de un extraño que expulsa demonios en nombre de Jesús pero que no anda con ellos. Según el Apóstol Juan, nadie puede invocar el nombre de Jesús, si no pertenece al círculo de los discípulos: por dos veces repite la circunstancia «no viene con nosotros». Comentando este punto, nos dice el Pseudo-Crisóstomo: «No era, pues, por envidia o celo por lo que quería San Juan impedir que lanzase aquel hombre los demonios, sino porque deseaba que todos los que invocaban el nombre del Señor siguiesen a Cristo y formasen como un solo cuerpo con sus discípulos. Pero el Señor por medio de éstos que hacen milagros, aunque sean indignos de ello, llama a otros a la fe, y por esta inefable gracia los induce a hacerse mejores. «No hay para qué prohibírselo, respondió Jesús»».

 Ciertamente lo que ese hombre anónimo hacía era expulsar demonios. Esto fue lo que hizo Jesús desde el primer momento de su ministerio público; y también a sus apóstoles les dio poder sobre los demonios (ver Mc 3,14-15). Para expulsar demonios era necesario poseer un poder que venía de lo alto. Por eso a la expulsión del demonio Jesús la llama: «obrar un milagro invocando mi nombre». La condición esencial para que un milagro se realice es que quien lo realiza no crea que se da por su virtud o en mérito propio sino exclusivamente por gracia (regalo, don) de Dios. Lo que el hombre consigue por su propia virtud no es un milagro; es un logro humano. Los milagros no se conceden sino por la fe, y no cualquier fe sino «aquella que mueve las montañas».

Quien tiene esta fe, y por eso obra milagros, obviamente reconoce a Cristo como Dios. Este no puede «hablar mal de Cristo». De su boca no puede salir más que alabanzas y agradecimientos hacia Jesús. Como conclusión de este episodio, notemos cómo Jesús pasa del trato que recibe Él – «no puede hablar mal de mí» – al trato que reciben los apóstoles – «no está contra vosotros», expresando una identificación con ellos. Recordemos que ya lo había dicho de manera explícita: «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado» (Lc 10,16). No estar contra significa estar a favor. No hay opción intermedia. Respecto a Jesucristo todos tenemos que optar y esa opción es radical: en contra o a favor. Finalmente aprendemos de este episodio que la gracia de Cristo es absolutamente libre y gratuita ya que también puede actuar fuera de los cauces ordinarios.

Lo que está en juego…

La segunda idea que vemos en el Evangelio es: Jesús anuncia la recompensa o el castigo según la actitud de los discípulos. Jesús describe a sus discípulos por medio de dos expresiones «los que son de Cristo» y «estos pequeños que creen». Si el apóstol Juan parecía entender que Jesús era propiedad de los Doce, ahora Jesús dice que, en realidad, ellos son de Cristo. Y Cristo agradece incluso un vaso de agua dado a uno de ellos y promete recompensa. Vemos como Jesús considera gravísimo quien ponga un obstáculo y haga caer – que esto es lo que significa «escándalo» – a uno de sus pequeños discípulos como cariñosamente los llama. El «escándalo», en el sentido moral de la palabra, es una acción que constituye un tropiezo para otro en su caminar hacia Dios. La responsabilidad es inmensa ya que la figura utilizada por Jesús es extrema: «mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar». La comparación puede sonar extraña en los labios de Jesús, pero expresa toda la gravedad que atribuye al escándalo.

Por último, hay una tercera parte del Evangelio en que Jesús advierte a sus discípulos contra el pecado grave, el pecado que priva de la vida divina a quien lo comete. «Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela…». La frase tiene una lógica implacable.  Si el pecado trae la muerte entera al hombre entero, ciertamente antes de cometer un acto de tan graves consecuencias, más vale perder una mano. Y para que se entienda claramente el mensaje el Señor lo va a repetir por tres veces. ¿Cómo describe Jesús la gehena?[2] Es un lugar donde «donde el gusano no muere y el fuego no se apaga»[3]. Nos dice nuevamente el Pseudo – Crisóstomo: «He aquí el testimonio profético de Isaías: «Cuyo gusano no muere nunca, y cuyo fuego jamás se apagará» (Is 66,24). Pero no es del gusano material del que habla, sino del gusano de la conciencia que remuerde al que no ha obrado el bien. Cada cual será su propio acusador, recordando lo que hizo en la vida mortal, y por eso su gusano no morirá nunca». Que el fuego no se apague significa que el tormento físico causado por la sensación del calor abrasador no acaba nunca y no hay posible refresco. Así describe Jesús la pena eterna debido al pecado.

Una palabra del Santo Padre:

 El Pontífice, refiriéndose al pasaje evangélico de Marcos (9, 41-50) leído en la liturgia, recordó que Jesús habló con fuerza contra el escándalo y «dijo: “El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen —uno solo de estos hermanos y hermanas que tienen fe—, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y le echasen al mar”». En verdad, explicó el Papa, «el cristiano incoherente hace mucho mal», y la imagen fuerte usada por Jesús es muy elocuente. Por lo tanto, prosiguió, «la vida del cristiano está en la senda de la coherencia», pero también tiene que vérselas «con la tentación de no ser coherente y de dar tanto escándalo. Y el escándalo mata».

 Las consecuencias, además, saltan a la vista. Todos los cristianos, comentó el Papa, han oído decir: «Yo creo en Dios, pero no en la Iglesia, porque vosotros cristianos decís una cosa y hacéis otra». Son palabras que «todos hemos escuchado: yo creo en Dios, pero no en vosotros». Y esto sucede «por la incoherencia» de los cristianos, explicó el Papa.

 Afirmó después que las dos lecturas del día nos ayudan «a rezar por la coherencia cristiana, para actuar, sentir y pensar como cristianos». Y «para vivir con coherencia cristiana —reafirmó— es necesaria la oración, porque la coherencia cristiana es un don de Dios». Es un don que debemos esforzarnos por pedir, diciendo: «Señor, que yo sea coherente. Señor, que no escandalice nunca. Que sea una persona que piense como cristiano, que sienta como cristiano, que actúe como cristiano». Y «ésta —dijo el Papa— es la oración de hoy para todos nosotros: tenemos necesidad de coherencia».

 Significativo fue el ejemplo práctico que sugirió: «Si te encuentras ante un ateo que te dice que no cree en Dios, puedes leerle toda una biblioteca donde se dice que Dios existe, y aunque se pruebe que Dios existe, él no tendrá fe». Pero, prosiguió el Papa, «si delante de este ateo das testimonio de coherencia y de vida cristiana, algo comenzará a trabajar en su corazón». Y «será precisamente tu testimonio el que le creará la inquietud sobre la cual trabajará el Espíritu Santo».

 El Papa Francisco recordó que «todos nosotros, toda la Iglesia», debemos pedir al Señor «la gracia de ser coherentes», reconociéndonos pecadores, débiles, incoherentes, pero siempre dispuestos a pedir perdón a Dios.

 Se trata de «ir adelante en la vida con coherencia cristiana», dando testimonio de que creemos en Jesucristo y sabiendo que somos pecadores. Pero con «la valentía de pedir perdón cuando nos equivocamos» y «teniendo mucho miedo de escandalizar». Y que «el Señor —fue el deseo conclusivo del Papa— nos conceda esta gracia a todos nosotros».

 Papa Francisco. Misa matutina en Domius Sanctae Marthae. Jueves 27 de febrero de 2014.

Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana. 

1-Nosotros podemos escandalizar a muchas personas con nuestra propia incoherencia o mal ejemplo. ¿Soy verdadero testimonio de mi amor a Dios y a su Iglesia? ¿En qué actitudes podría ser escándalo para los pequeños del Señor?

 2-A la luz de la Carta del Apóstol Santiago, ¿soy una persona justa y generosa? ¿De qué manera concreta vivo la caridad?

 3-Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 2258- 2262. 2284 – 2326

 [1] Discernir (Del lat. discernĕre).  Distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia que hay entre ellas. Comúnmente se refiere a operaciones del ánimo.

[2] Gehenna: nombre primitivo del valle de Hinnón, al suroeste de Jerusalén. Donde en un tiempo se dio culto al Molok que era la deidad nacional de los amonitas cuyo culto, posiblemente, se basaba en el sacrificio de seres humanos, especialmente de niños. Las víctimas eran puestas vivas en los brazos enrojecidos por el fuego de la estatua hueca, de bronce, y con cabeza de becerro que representaba a Molok. La víctima caía en el hoyo ardiente del ídolo al sonido de flautas y tambores. Estos antecedentes y el hecho de que en él ardiera continuamente las basuras, hicieron de la gehenna el símbolo del lugar de tormentos y de condenación al que va el pecador después de la muerte (ver Mt 5,22; 23,33; Mc 9,43.45.47; Lc 12,5, Sant 3,6).

[3] La cita completa de  Isaías 66, 24 es: «Y en saliendo, verán los cadáveres de aquellos que se rebelaron contra mí; su gusano no morirá, su fuego no se apagará y serán el asco de todo el mundo».

Written by Rafael De la Piedra