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El cuidado de uno mismo

¡Cuídate mucho! Es una frase que solemos escuchar hoy más que nunca.  Y ella está cargada de sentimento, de preocupación, de los mejores deseos que  hacia la otra persona. Hay que cuidarse pero hay que saber hacerlo desde lo que somos como personas. Les comparto una bella reflexión realizada por el profesor  Luis Francisco Eguiguren que busca profundizar – desde la orilla del pensamiento humanista – en el cuidado que uno debe tenerse a sí mismo.

Según Aristóteles, actuar bien significa, en primer lugar, cuidarse de en qué ponemos nuestras expectativas vitales. ¡Cuídate! Es lo que decimos con frecuencia a las personas que más apreciamos. En especial, en medio de esta pandemia viral que nos ha tocado vivir.

Por: Luis Francisco Eguiguren Callirgos – Departamento de Filosofía – Universidad de Piura (UDEP)

https://elperuano.pe/noticia/114376-el-cuidado-de-uno-mismo?fbclid=IwAR3gHQ9_F7YWQQ6nsrLpYsVtqQs5pcloBrHsidDhNDOxaNSJJqU-Keda-5A

¡Cuídate!, dicho sobre todo al despedirse, revela la efusiva cordialidad en el trato mutuo que, afortunadamente, es advertida como un rasgo característico de nuestra manera de ser nacional. Así me lo han comentado varios colegas, catedráticos, visitantes de otros países. Ellos han percibido la manera gratamente delicada, amable, de dirigirse a los demás, que es común entre los peruanos. Vale la pena cuidarse para seguirla cultivando, sin duda alguna.

La simpática invocación: ¡cuídate! –tan familiar para nosotros– la encontramos en boca de Sócrates al inicio del llamado “período humanístico”, propio de la historia de la Filosofía. El “cuidarse a sí mismo” consecuente con el “conocerse a sí mismo”, según Aristóteles, discípulo de Sócrates, a través de Platón, lleva a “vivir bien” y “actuar bien”. Lleva a la auténtica mayor satisfacción personal, a la felicidad.

Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, propone que, para ser feliz, hay que cuidarse cada uno a sí mismo, cultivándose, para actualizar correctamente la potencialidad propia ínsita en ser humanos. Esto no quiere decir que uno deba estar centrado en sí mismo, desentendiéndose de los demás. Porque tener cuidado de sí mismo, cuidarse de actualizar correctamente la potencialidad propia: actuar bien, según Aristóteles, implica necesariamente ser un buen ciudadano: hay una coincidencia entre Ética y Política, según la Escuela de Atenas. En tal sentido, sin duda, tanto Sócrates como Platón y Aristóteles entenderían así lo que hoy llamamos “corrupción”: quien cae en la “corrupción” no se ha cuidado.

Como sabemos, cuidarse es costoso, pero quien se cuida demuestra que entiende prácticamente –es decir, en su propio actuar– que vale la pena el esfuerzo. Un ejemplo es que para estar saludable físicamente hay que cuidarse de qué nos acostumbramos a comer, cuáles son nuestros hábitos alimenticios. Es costoso, a corto plazo o inmediatamente, como nos consta, abstenerse de golosinas o de la llamada comida chatarra. Quien se cuida a sí mismo –y con esto cuida a los demás– se ha llegado a convencer de que el placer instantáneo, pasajero, vale menos que la satisfacción serena, prolongada, de la felicidad. De esto, justamente, trata el décimo y último libro de la Ética a Nicómaco: el placer y la felicidad.

Según Aristóteles, actuar bien significa, en primer lugar, cuidarse de en qué ponemos nuestras expectativas vitales, ¿cómo nos hacemos a nosotros mismos en ese plano? El libro sétimo de la Ética a Nicómaco trata del autodominio, en griego clásico: enkrateia (en: dentro; kratos: poder). Según el maestro Sócrates –modelo viviente de excelencia humana–, para ser feliz, una condición necesaria es el autodominio: la libertad interior. Es preciso cuidarse para llegar a saber qué es lo auténticamente bueno y, luego, cuidarse también para hacerlo efectivamente.

Cuidarse implica entrenarse, como los buenos deportistas. Sé cuál es la mejor manera de actuar, pero tengo que ejercitarme para hacerla mía, practicándola. Por ejemplo, si me he propuesto hacer dieta, debo cuidarme de no engañarme rompiéndola –solo por esta vez y nada más– ante las ganas de comer lo que me provoca, pero sé que me hará mal.

Entonces, el coloquial “cuídate” equivale a cultívate. Cuida de ti integralmente, crece cualitativamente como persona humana, afínate. ¿Y cómo vas a hacerlo? Por supuesto que tiene que ser –no puede ser de otro modo– con toda tu libertad: con tu plena autodeterminación.

A estas preguntas, a este “¡cuídate!”, entusiasta, amable, de persona a persona, responde el cultivo de las Humanidades o Artes Liberales. Ellas invitan cordialmente, siempre en plena libertad –de ahí que se llamen liberales– a la búsqueda y al consiguiente paulatino e incesante descubrimiento de lo verdadero, lo bueno, lo bello y lo uno: procurando entender cómo se conjuga la unidad con la multiplicidad.

Ojalá que nos cuidemos en lo más importante, en lo anímico, cultivando las Humanidades: la Filosofía, la Historia, las Ciencias de la comunicación, las bellas artes en nuestra formación constante. Ojalá nunca arrinconemos las actividades humanísticas por considerarlas, por ejemplo, inútiles para una actividad profesional exitosa. Ojalá nos cuidemos para llegar a descubrir lo intensamente entretenido que es cultivarse en los saberes guía, las Artes Liberales, a la vez que los desarrollamos en favor de los demás y de todo en general.

El Diario Oficial El Peruano no se solidariza necesariamente con las opiniones vertidas en esta sección. Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores.

Written by Rafael De la Piedra