La Bella y la Bestia, 25 aniversario: la verdadera belleza está en el alma
Cuando Disney surgió de sus cenizas apelando a los valores humanos más nobles y más universales
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Conmovió por igual a niños y adultos, a las masas y a la crítica. Confirmó que la magia de Disney estaba de regreso, y nuevamente, en esta segunda era de oro, a la vanguardia de la tecnología audiovisual. La receta: el bien vence al mal, el amor vence al odio, la belleza del alma se impone por sobre todo. Hace 25 años, el 13 de noviembre de 1991, se estrenaba en Estados Unidos La Bella y la Bestia, uno de los films animados más importantes de la historia.
La película narra la historia de Bella, una joven doncella que hace honor a su nombre y vive junto con su padre, un loco inventor, en un pintoresco pueblo. Pretendida por el fanfarrón Gastón, tan bruto como admirado en el pueblo, ella se refugia en los libros y en la esperanza de que alguna vez le llegue su verdadero amor.
La historia se dispara cuando su padre, perdido en el bosque camino a una feria, llega a un tenebroso castillo encantado, habitado por peculiares ornamentos parlantes, y un aparentemente malvado amo llamado, lisa y llanamente, Bestia. Cuando Bella sale al rescate de su padre y se haya ante el dueño del castillo, que había apresado a su padre, se ofrece a tomar su lugar y se inicia en pocas secuencias musicales una historia de amor que puede llevar al final del hechizo que convirtió a un apuesto príncipe en la malhumorada y grotesca Bestia, mitad bisonte mitad hombre.
La historia original de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve fue publicada a mediados del siglo XVIII, y tuvo distintas adaptaciones desde el momento de su lanzamiento. La de Disney llegó en formato predominantemente musical, siguiendo el camino que la firma ya había iniciado un par de años antes con La Sirenita. La música original de hecho recayó sobre el mismo responsable, Alan Menken, quien terminó de introducir con este film su nombre entre el de los grandes compositores de música de películas del siglo XX.
Bella tiene su canción, que la pinta tal cual es. Gastón, el antagonista, también. En Be Our Guest son los cómicos servidores del castillo encantado los que tienen su momento de lucimiento, en otra pieza maestra de la historia del género musical. Pero es en el momento del baile entre Bella y Bestia en un salón creado por computadora con una tecnología hasta entonces inédita, donde el clímax de la película alcanza momentos épicos e inolvidables.
Aunque las adaptaciones al español para España y para América Latina difieren más de lo que la lógica indicaría, la canción original en voz de la tetera Señora Potts canta la “historia vieja como el tiempo, verdadera como puede ser” para hacer comprender que el amor entre los personajes podía surgir de los detalles hasta vencer cualquier diferencia física.
Con unos vestidos a la medida de los mejores jamás dibujados, ante un escenario estrellado como si la computación hubiese estado esperando a esta película para introducirse en el mundo de la animación, la magia de la secuencia del baile pasó rápidamente a los anales de la historia del cine.
La canción fue versionada por Celine Dion y Peabo Bryson abriendo una nueva estrategia comercial de Disney, repetida en varias ocasiones desde entonces, con artistas consolidados poniendo voz a la canción más importante de cada film. El autor de la letra original en inglés, Howard Ashman, falleció antes del estreno del film víctima de SIDA. Aún en la enfermedad, participó en las letras de la película, y algunas de las del film ya en producción Aladdin.
La Bella y la Bestia se convirtió ese año en la primera película animada en ser nominada como mejor película en los premios Óscar. Ganó dos: por la música de Menken, y por la canción de éste y Ashman para la escena del baile. El máximo galardón se lo quedó El silencio de los corderos (de los inocentes en Latinoamérica), difícil de desbarrancar considerando que este thriller se llevó a casa los premios a las mejores interpretaciones, guion y dirección.
Pero La Bella y la Bestia, por otro camino que el de la ganadora ese año, inauguró una nueva forma de hacer cine y marcó una huella más profunda aún. La de un cine que ya no sólo se orientaría a los más niños, sino a toda la familia. Un cine en el que los valores más clásicos de la narrativa tradicional se encarnan en nuevos héroes, donde la princesa es ante todo bella por la rectitud de su corazón, y el mal es siempre malo e indeseable, de manera clara.
Un destacadísimo musical que dio vuelta los teatros del mundo, y ahora una nueva versión no animada cuyo estreno se espera para marzo de 2017 confirman la vigencia de La Bella y la Bestia en la cultura familiar contemporánea. Hace 25 años Disney ponía todo el talento artístico al servicio de un film que más allá de reivindicar sus arcas y encaminarlas hacia años de éxitos, volvía sobre los valores humanos más nobles de la narrativa popular.