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¿Tiene sentido tener fe hoy en día?
¿Dónde encontrar las respuestas a nuestras inquietudes más profundas?
¿Cuáles son las razones para creer?

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Meditaciones en la madrugada

Una de las cosas más curiosas de esta Pandemia ha sido el tomar conciencia de algo muy obvio y que está al frente de nosotros: seguimos siendo humanos. Y esto se manifiesta en las cosas más sencillas que nos hacen falta y que, ciertamente anhelamos: un abrazo, una caricia, un compartir con alguien que queremos, un salir afuera. Esta situación tan anómala e inesperada que estamos pasando; ha ido sacando, poco a poco, lo mejor y lo peor de nosotros.  Estamos ante algo tan fuera de nuestro control que algunas veces traspasamos los límites de la cordura y de la insensatez; sin darnos cuenta.  Pero ¿quiénes son los más fuertes o los más débiles en todo esto? ¿Quiénes son los que van a salir más robustecidos y victorioso; y quienes serán los más malheridos y rotos?

Las paradojas de la vida creo que se hacen más evidentes en los momentos de crisis. Muchos creíamos tener todo bajo control y asegurado. Pero, al fin al cabo nos hemos dado cuenta que una microscópica proteína nos puede vencer. Curiosamente creíamos que éramos dueños del mundo, con nuestras riquezas y poder; y sin embargo, hemos sido los primeros en desordenarnos y aburrirnos. Hemos caído en el abismo del sin sentido, la superficialidad y la apatía. Y conforme han pasado los días esto se ha acentuado…

Y los que no tienen nada y que tienen que trabajar para ganar el pan diario; se han visto en la necesidad de re inventarse para poder enfrentar una de las más grandes desgracias que ha afligido a la humanidad, solamente comparable a los destrozos producidos por la Segunda Guerra Mundial; en palabras de Angela Dorothea Merkel. Pero vamos descubriendo y aprendiendo que la lucha por la subsistencia se gana en las sencillas y pequeñas victorias; diarias e insignificantes.

Hace algunos años leía que las enormes y brutales manifestaciones de los nazis y su perfecta disciplina no eran sino muestra de su debilidad interior. La fuerza externa expresa muchas veces las carencias internas que uno quiere ocultar. ¿Quiénes han sido aquellos que realmente han cambiado y dejado su huella en el mundo? Me vienen a la memoria muchos personajes insignificantes y débiles que hicieron que la humanidad ya no sea la misma de antes. Que dividieron la historia entre un antes y un después.

¿Y nos es eso lo que estamos viviendo? Quizás estamos recién sincerando lo más auténtico de nuestra humanidad. Nos vamos dando cuenta que en el fondo lo que le da valor a lo que somos va más allá de la melanina que oscurece o aclara las capas superficiales de nuestra piel. Que todo lo que hemos estudiado y los diplomas que adornan nuestras paredes valen poco o nada. Una de las personas más brillantes y sabias que he conocido en toda mi vida no había terminado de estudiar su primaria y su oficio era ser jardinero en una de la zona más pobres de Río de Janeiro.

¿De qué me vale ganar el mundo si pierdo mi alma?  Hay ciertas ideas que, desde muy pequeño, nos han ido repitiendo una y otra vez: ¡tienes que ser fuerte, grande, exitoso y famoso! ¿Pero qué pasa si a pesar de todo eso no soy capaz de tener paz conmigo mismo? Y ¿qué sucede si habiendo logrado todo me doy cuenta que no he conseguido encontrar el tesoro perdido o la perla preciosa que le da valor a mi vida? La vida está compuesta de profundas paradojas ya que cada día sabemos menos sobre ella; pero lo poco que nos queda es como el oro que ha sido purificado por los sinsabores y las alegrías de la vida.

¡Qué bello es saberse pequeño y no tener nada! Qué alegría produce saber que valgo por lo que soy y que mi hermano vale tanto como yo. Qué lindo es encontrar a la mujer de mi vida y descubrir que los sueños son bellos porque sí se cumplen. Que tengo una familia que amo y extraño. Que mis verdaderos amigos son muy pocos y mis confidentes menos. Que los sencillos y pobres son los que heredarán el cielo finalmente. Que uno encuentra más alegría en dar que en recibir; en perdonar que en odiar.

La vida está tan llena de quiebres y giros tan hermosos. Qué emocionante es perder el sueño, levantarse de madrugada para sentarse ante la computadora y escribir lo que brota de dentro de uno y no parar hasta conseguirlo. Qué bonito es seguir las locuras del corazón y agradecer a Dios porque puedo abrir los ojos cada día. Y eso no tiene precio y está al alcance de todos.

Hace dos días me enteré que una amiga había fallecido de cáncer. Era mujer muy linda, joven, llena de vida, pero sobre todo era una mujer de fe. Todos nos enfrentaremos un día a nuestro fin. ¿Y qué nos llevaremos entonces? ¿Qué nos quedará de todo lo vivido? La respuesta es tan obvia que siempre la olvidamos…nada y al mismo tiempo…todo.

8 de junio de 2020 a las 3.45 de la madrugada

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Written by Rafael De la Piedra