Mi misa dominical
Entré este domingo a mi misa de la seis de la tarde. Quería estar sólo y caminé para estar en la parte de adelante de la Iglesia para poder estar en silencio y encontrarme de manera apacible con el Señor. Y como mi día había sido muy agitado por la mañana, el lugar estaba perfecto. Sin embargo, entró una familia joven con una niña y se sentaron adelante de mí. Miré atrás, y toda la Iglesia ya estaba llena. Bueno me dije espero que todo transcurra tranquilamente.
La niña se sentó con sus padres y hasta ahí todo iba bien. Luego la niña sacó una muñeca de su bolsa de juguetes y comenzó a vestir a su muñequita. El Padre ya comenzaba con los ritos iniciales. Pero la niña me llamaba la atención ya que con un cariño muy maternal iba poco a poco vistiendo su bebe muñeca.
Entonces, vino un pensamiento a mi mente. Esta niña tiene mucho que enseñar a tantas y tantas personas que quieren eliminar el estereotipo de los juguetes entre los varones y las mujeres. Y que eso – así dicen – es simplemente el producto del “patriarcado sexista dominante de la cultura en que vivimos”. Ver a una niña como viste – con mucho cariño – su muñeca colocándole su vestidito, sus zapatitos y como la acurruca…destruye toda ideología de género.
Pero la misa continuaba y mi atención, que no es mucha, se dividía. El padre daba una homilía muy apelante y nos recordaba – en el pasaje del encuentro de Jesús con Pedro en la pesca milagrosa – que no hay que temer miedo de Dios. Que Él siempre quiere lo mejor para nosotros y que nos ama.
En ese momento la niña sale de la Iglesia por una puerta lateral. La joven madre movió la cabeza y miró fijamente la puerta. Pasaron unos pocos segundos y se levantó a buscar a su hijita. Y volvió con ella de la mano. Ella la coloca entre ella y su esposo. El papá al ver a si hijita la abraza. Recordé entonces la frase que Jesús dirigió a Pedro: “No tengas miedo”.
El amor que tenía esa niña, el cuidado de la madre y el cariño del padre me dieron una tremenda lección en mi misa de las seis de la tarde. Cuando hay amor no existe el miedo.
Por: Rafael de la Piedra